CULIACÁN

Culiacán: heridas y cicatrices

El cierre de 2024 en Culiacán, refleja una crisis sin tregua, con calles desiertas al anochecer, negocios cerrados y familias buscando escapar, la ola de violencia redefine la vida diaria en la ciudad. | Carlos Gastélum

Escrito en OPINIÓN el

Es difícil recordar una temporada decembrina tan complicada como la que cierra este 2024 en Culiacán, Sinaloa. El último trimestre del año ha sido marcado por una ola de violencia que, cuando parece calmarse, regresa con más fuerza, recordándole a la ciudad que no hay tregua a la vista.

Para los foráneos, los recientes acontecimientos probablemente solo refuercen la imagen que tienen de Culiacán: un lugar donde conviven sus virtudes, como su gente, su campo y su gastronomía, con problemas de violencia y negocios fuera de la ley.

Sin embargo, los culichis saben que algo diferente está pasando. La ciudad que conocían podría no volver a ser la misma. No se trata solo de conflictos entre grupos, sino de cómo se entiende y se vive en este lugar.

El dolor más grande, naturalmente, es la pérdida de vidas humanas. Culiacán no puede, ni debe, acostumbrarse a ser una tumba urbana. Ahora, sus muros y redes sociales están llenos de afiches de personas desaparecidas, una situación que ha alcanzado niveles nunca antes vistos en el estado.

El paisaje urbano también refleja la violencia reciente: casas quemadas, negocios vandalizados, balazos incrustados en muros y grafitis que marcan la pertenencia de inmuebles a uno u otro grupo.

El daño colateral se percibe en el número creciente de negocios cerrados. Aunque durante el día la ciudad se vive con algo más de normalidad, las noches son diferentes. Apenas cae el sol, las calles quedan desiertas. Pareciera que los culichis tienen permiso de disfrutar la ciudad solo de seis a seis; el resto del tiempo, queda en manos de Dios.

La inseguridad también afecta a comercios y plazas durante el día, especialmente en lugares donde hubo actos de violencia. A esto se suma el cobro de piso, una práctica que destruye economías locales y financia justo aquello que la gente quisiera erradicar.

Ante esta realidad, muchos ciudadanos están buscando opciones. Algunos venden sus casas y, si pueden, se mudan a otras ciudades. Otros cambian sus rutinas: evitan ciertos vehículos, horarios o lugares, o simplemente deciden no salir. También hay quienes cancelaron eventos o sustituyeron las salidas nocturnas por reuniones vespertinas. Familias de otras ciudades, que usualmente venían en estas fechas, han decidido no hacerlo este año. Y, por supuesto, están quienes no tienen otra opción más que seguir con su día a día, esperando que la mala suerte no les alcance.

Nadie sabe si esta situación durará un mes o un año, pero las heridas y cicatrices que deja son profundas. Culiacán está cambiando, y no está claro si será para mejor.
 

Carlos Gastélum

@c_gastelum