Sería un error decir que a Trump le dieron la victoria los votos de los hombres blancos; sería, al menos, una imprecisión.
Kamala Harris nunca tuvo posibilidad de ganar las elecciones presidenciales, sin importar cuántas velitas prendieran sus seguidores, ni cuántas celebridades dijeran lo que ya sabe todo el mundo, que Trump es un ser despreciable. Quien recuerde las encuestas de 2016 habrá tenido la clarividencia de percibir que si entonces no le alcanzó a Hillary tener ventaja, no le iba a alcanzar a Harris tener “poca distancia”.
Pero más aún, en una especie de bucle tiempo-espacial, vimos a Harris semana tras semana intentar ganar votos, buscándolos en los mismos lugares, o con los mismos argumentos. Fue demasiado tibia en casi todos los frentes, y parecía no saber quién estaba al otro lado de su mensaje, y así, perdió el voto no solo de los hombres; perdió o empató en el voto general casi todos rangos de edad, excepto en menores de 30 años; perdió en las zonas rurales y suburbanas, y aunque obtuvo más votos de mujeres -en general, y latinas en particular- que Trump, fueron menos que las que votaron por Biden o Hillary. Viendo los resultados, sería un error afirmar que fueron principalmente los hombres blancos quienes le dieron el triunfo a Trump.
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¿Qué pasó con el voto de las mujeres?
Hubo un intento fuerte por parte de Kamala y su equipo de empujar el voto femenino sobre la ola de los derechos reproductivos. El acceso al aborto era, de acuerdo a las encuestas, uno de los temas primordiales para muchísimas votantes, lo cual se vio reflejado en el resultado de las consultas sobre este aspecto en siete de los diez estados donde se presentaron. Por ejemplo, en Missouri, donde los Republicanos ganaron todas las carreras, también se echó para atrás la restricción de aborto. De hecho, las encuestas muestran que de las personas que creen que el aborto debe ser legal en la mayoría de los casos, la mitad de todas formas votaron por Trump.
Es decir, no le alcanzó. El 53% de las mujeres blancas votaron por Trump, el 51% de las mujeres casadas, el 53% de las suburbanas, el 89% de las que se consideran conservadoras…
Una explicación para esto es que Harris y su equipo nunca lograron entender a esas mujeres. El ejemplo es sin duda el malpaso de la campaña para que mujeres conservadoras votaran por ella sin decirle a sus esposos. Como explicó Anna Rollins en un magnífico artículo para Slate, el planteamiento inicial fue que las mujeres conservadoras son temerosas víctimas de sus maridos dictatoriales y comunidades opresoras, una caracterización muy distante a la percepción que tienen esas mujeres de ellas mismas y de sus vidas. La propuesta que les hacía Kamala era que se reconocieran como mujeres débiles, presas de sus circunstancias, por supuesto esa estrategia falló. Si algo nos han enseñado las tradwives es que las mujeres conservadoras no sienten miedo de sus vidas, sino orgullo. Kamala no las supo ver, y no las supo escuchar.
En los próximos meses y años, la izquierda liberal tendrá que hacer frente a la realidad de que se ha desmoronado el diálogo ya no solo con los hombres blancos, también con los jóvenes que no encuentran soporte ni visión para navegar una masculinidad bajo la mira, con los migrantes desencantados del sueño americano y ahora, también con muchas mujeres.