El uso intensivo de Internet en gran parte de nuestras actividades, manteniéndonos conectados, nos ha llevado a crear una identidad virtual que nos caracteriza y con la que interactuamos.
Si bien la red nos brinda muchas oportunidades de tipo académico, laboral, de emprendimiento o comunicación, entre otras; por otro lado, plantea retos en cuanto a la gestión de riesgos a la privacidad y seguridad de datos; así como, a la proliferación de noticias falsas, o de expresiones de ciberacoso, discursos de odio y actos de violencia.
De ahí la importancia de formar una ciudadanía digital responsable e inclusiva, entendiendo por ésta, como la concibe la UNESCO, a aquella que permite a las personas acceder, comprender, analizar, producir y utilizar este entorno de forma reflexiva, crítica, ética y creativa, con conciencia de su impacto e implicaciones.
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Esto significa que la forma en que diseñamos las tecnologías y el empleo que les damos deben contribuir a potenciar el conocimiento, la innovación, los derechos, la paz y la democracia con un sentido de integración colectiva, de construcción y equidad.
No debemos olvidar que lo que se genera en la web no es neutro, y que sus contenidos tienen una alta resonancia y permanencia, tanto de sus efectos positivos como negativos, estos últimos con daños que pueden ser irreparables.
Para revertir dinámicas nocivas que en ella ocurren, y garantizar una convivencia social libre, plural y de respeto a la dignidad humana, es clave que la participación ciudadana se conduzca con legalidad, integridad, tolerancia y civismo.
En el logro de este propósito es indispensable promover la educación de los internautas en sus distintas generaciones, no solamente en lo que se refiere a reducir brechas existentes, ni a que desarrollen habilidades digitales; sino además para sensibilizarlos sobre el cuidado de su información, y en cuanto a internalizar la erradicación de sesgos, prejuicios y comportamientos discriminatorios.
Estas transformaciones no sucederán sin normativas y políticas públicas acordes y efectivas al contexto; así como, sin un trabajo conjunto, interdisciplinario y multinivel, entre gobierno, empresas del sector, sociedad civil y academia, que identifique problemáticas, presente alternativas de solución, e impulse acciones de mejora continua de estos sistemas, siempre poniendo en el centro el bienestar del individuo.
Sirva de ejemplo de esta clase de iniciativas multiactor el caso de las Jornadas sobre Inteligencia Artificial organizadas por el Comité ANUIES-TIC, que abonan al entendimiento de estas aplicaciones electrónicas, mediante la discusión de experiencias y el planteamiento de propuestas.
Como decía el político español y ex presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, “son los ciudadanos comprometidos con un mundo mejor los que impulsarán los próximos cambios. Y ese mundo mejor no solo es necesario, también es posible”, siendo esta idea aplicable para todos los que estamos involucrados en el ecosistema informático.