Paradójicamente, Donald Trump vuelve a convertirse en la amenaza más importante para nuestro país. Tal como ocurrió en los albores del gobierno del presidente López Obrador y los últimos días del de Peña Nieto, cuando Trump advirtió públicamente que terminaría con el entonces TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), que posteriormente se transformó en el T-MEC, México enfrenta nuevamente un desafío crítico. Este acuerdo comercial ha mantenido a México como el principal socio comercial de Estados Unidos, desplazando a China, también afectado por la guerra comercial que mantiene con los estadounidenses desde hace tiempo.
¿Cuál sería la implicación más seria del impuesto? El fin del T-MEC sería, sin duda, una de las más importantes. La significativa actividad comercial que tenemos con nuestro vecino del norte se desplomaría, generando efectos profundos en nuestra economía. Sin alarmismo, podríamos prever una reducción natural en las exportaciones de autopartes, productos agrícolas y electrónicos, encareciendo nuestros productos en el mercado estadounidense y disminuyendo su competitividad frente a los productos nacionales de Estados Unidos.
Además, se enfrentarían despidos masivos, cierres de fábricas enfocadas en exportaciones y afectaciones a empresas como Ford, que tienen presencia en México desde hace más de ocho décadas, tal como lo señaló la presidenta Sheinbaum en la conferencia matutina del martes. El peso sufriría una devaluación significativa, y el nearshoring, tan anhelado, pero cada vez más incierto, perdería atractivo. Si consideramos que las exportaciones representan casi el 35% del PIB nacional, un golpe a esta actividad sería catastrófico para el país.
Te podría interesar
En Estados Unidos tampoco sería un asunto beneficioso. El impuesto provocaría un aumento de precios para los consumidores en productos como alimentos y automóviles, lo que agudizaría la inflación. Este fenómeno, que ya es preocupante en el país vecino, ha sido uno de los factores que llevaron al Partido Demócrata a perder terreno en las elecciones pasadas.
Por otro lado, se produciría una interrupción en las cadenas de suministro críticas. Las mismas empresas estadounidenses enfrentarían problemas debido a su encadenamiento productivo con insumos mexicanos, esenciales para reducir costos e inventarios. Aunque podrían diversificar sus proveedores, esto no sería viable a corto plazo.
Mientras tanto, otras potencias como China, Rusia y países sudamericanos podrían aprovechar la situación para estrechar lazos comerciales con México, ocupando el lugar de Estados Unidos como su principal socio. En un contexto donde Estados Unidos necesita aliados, este escenario sería aprovechado estratégicamente por sus antagonistas, pero no terminaría socavando el daño ya hecho.
Es evidente que Trump ha lanzado la primera carta en su negociación con México, involucrando también a Canadá que sostiene conversaciones para estrechar sus relaciones comerciales con China. La presidenta Sheinbaum, cauta, pero contundente, ha respondido, de manera audaz, estableciendo un punto de partida que privilegie los intereses comunes y facilite un entendimiento.
México debe preparar una estrategia sólida, afinar sus mecanismos y fortalecer su diplomacia para enfrentar una negociación que, aunque difícil, cuenta con negociadores experimentados. No obstante, mucho dependerá de atender temas clave como la migración y el tráfico de fentanilo, los cuales serán determinantes en el desarrollo de estas conversaciones.
Lo que vemos es el primer paso de la negociación que se avecina, pero vendrá una segunda cuando veamos la designación de los cárteles como organizaciones terroristas y un tercero en 2026 cuando lleguemos a la renegociación del T-MEC. ¿Qué debemos de tener en cuenta? Que Trump utiliza tácticas de presión extrema que reflejan su estilo, que él no negocia, impone, somete y su electorado espera eso, pero también entiende que México es un socio, no un adversario, y México tiene que entender que China es un competidor, no un aliado.
La otra cara de la moneda
Diversos análisis estiman que los principales cárteles mexicanos tienen presencia en más de 100 países. Estos grupos, con liderazgos cambiantes y estructuras fragmentadas, son los principales generadores de violencia. Su atomización ha dado lugar a múltiples células y bandas, contribuyendo a un comercio ilícito que abastece a más de 275 millones de consumidores de drogas a nivel mundial, según la UNODC. Esta crisis ha dejado cerca de 300,000 muertos por el consumo de opioides en Estados Unidos y 100,000 en México, asociados tanto al consumo como a la violencia que generan estas organizaciones criminales. y no, no son terroristas y es un asunto de todos.