Tras la estrepitosa derrota en las elecciones, el octogenario Partido Acción Nacional (PAN), bajo la dirigencia de Jorge Romero, estará en terapia intensiva ante la disyuntiva de renovarse en un plazo de dos años o morir.
De cara a las elecciones de 2027, donde la oposición intentará terminar con la hegemonía morenista en el Congreso y ganar los gobiernos en 16 entidades, la nueva dirigencia del PAN tiene como primer reto tener el suficiente número de militantes, al menos para cuidar las casillas; además de convocar a una asamblea para reformar sus estatutos, intentar democratizarse y abrir las puertas del partido blanquiazul a todos los ciudadanos, así como evaluar la conveniencia de mantener la alianza con los priístas.
En la verificación de padrones de militantes del INE en 2023, el PAN estuvo a punto de perder su registro debido a que sólo logró 277 mil 665 afiliados, apenas arriba del mínimo (246 mil 270) requerido. Morena, en contraste, registró en ese año 2 millones 322 mil 136 militantes.
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En las pasadas elecciones, el PAN fue la segunda fuerza política nacional con 9 millones 644 mil 918 votos (16.04% del total). Esto le permitió tener 72 diputados federales, que se redujeron a 71 después de la traición de los Yunes; y cuenta con 22 senadores, además de las gubernaturas de Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato y Querétaro.
Sin embargo, en la reciente elección del domingo 10 de noviembre para renovar la dirigencia del PAN sólo participaron alrededor 120 mil militantes, el 47 por ciento de un padrón que, según dicen, es de alrededor de 303 mil panistas. Jorge Romero ganó la presidencia del partido con alrededor de 97 mil votos, mientras que su contrincante, Adriana Dávila logró 25 mil votos.
Aunque Dávila denunció irregularidades en el proceso, optó por aceptar su derrota en un afán de no profundizar más la división y decadencia del PAN; en su opinión, el abstencionismo es clara señal del descontento entre las bases panistas.
En cambio, Xóchitl Gálvez, ex candidata presidencial de la coalición Fuerza y Corazón por México ya no quiere saber nada de panistas ni de priístas; anunció su intención de formar un nuevo partido político en el que, según dijo, ya no tengan cabida “políticos corruptos de otros partidos”.
El pasado 13 de noviembre, Romero informó que a más tardar en marzo de 2025 comenzará la preselección de candidaturas a puestos de elección popular, en un proceso abierto para que la ciudadanía participe en las designaciones, con el fin de abrir el partido y buscar una democracia interna real. Incluso ha planteado que abrirá la puerta a panistas reconocidos que se fueron hace años como Vicente Fox y Felipe Calderón.
A los 85 años, el PAN es un anciano que está pagando errores y excesos. Surgió como partido en 1939, incorporando a católicos, ex militantes sinarquistas y grupos de derecha opositores a las reformas del sexenio cardenista, pero fue hasta 1946 en que empezó a cristalizarse el proyecto de Manuel Gómez Morín de crear un partido de ciudadanos de la clase media urbana para enfrentar a la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional.
Sin embargo, entre 1984 y 1997, el PAN abandonó los principios de la democracia cristiana, para incorporar a empresarios y pasar del neopanismo al pragmatismo. En 1989 logró que, en Baja California, Ernesto Rufo se convirtiera en el primer gobernador de la oposición y en 1997 participó en el bloque opositor que terminó con la hegemonía del PRI en la Cámara de Diputados.
Así llegó su mejor momento en el 2000 al llevar a Vicente Fox a la presidencia de la República, que a duras penas pudo mantener por dos sexenios; después de Felipe Calderón vino la decadencia y terminó aliado con sus viejos enemigos: el PRI y el PRD. Su último dirigente, Marko Cortés, intentó justificar la derrota electoral de 2024 echándole la culpa a Calderón por haber incorporado al Gabinete a un delincuente como Genaro García Luna y terminó ridiculizado por la traición de los Yunes. Hoy, el PAN está en peligro de extinción.