BRICS es la sigla que originalmente identifica a cinco países, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica que destacan por su crecimiento económico superior a la media global y una numerosa población con un creciente nivel de vida y capacidad de consumo. Se han asociado para promover el intercambio comercial entre sus miembros evadiendo los riesgos de sanciones internacionales por motivos políticos y geoestratégicos.
La desintegración de la Unión Soviética en 1991, implicó que el país principal, Rusia, perdiera 14 regiones o países que se hicieron independientes. Otros siete países de Europa Oriental dejaron de ser comunistas y escaparon a su influencia. La economía rusa quedó devastada y el mundo entró en una era de control unipolar de las decisiones clave de nivel planetario. Los ganadores fueron los aliados occidentales, el G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido, liderados por Estados Unidos).
A los BRICS los une el hecho de provenir de los márgenes de las economías y las políticas globales. Han salido adelante desde la pobreza más extrema, la mayor inequidad, la debacle económico-política y la ausencia de los derechos más elementales para la mayoría de su población. No obstante, crearon gobiernos sólidos capaces de orientar sus economías hacia objetivos de crecimiento económico y bienestar mayoritario. Su resurgimiento desde el abismo, en particular, el de China y Rusia, crearon una creciente inquietud entre los países occidentales que decidieron contenerlos en su crecimiento económico, su avance tecnológico y su potencia militar.
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Aprovechando la debilidad rusa los aliados occidentales siguieron una estrategia de incorporar a sus alianzas militares y económicas, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la Unión Europea, a los países que habían estado bajo el dominio soviético (Polonia, Hungría, Alemania oriental, Eslovaquia y la república Checa, Moldavia, Rumania, Estonia, Letonia, Lituania, Georgia y, finalmente a Ucrania). La debilidad rusa no pudo contrarrestar este avance hasta que llegó a su frontera inmediata y más vulnerable y señaló que la inclusión de Ucrania en la OTAN era un riesgo inaceptable a su existencia.
La rivalidad entre occidente y Rusia llegó a su punto más álgido con el golpe de estado propiciado por occidente para derribar al gobierno ucraniano pro ruso en 2014 seguido de una estrategia de erradicación de la cultura y el idioma ruso de cerca de la tercera parte de su población. Rusia invadió Ucrania en 2022 y la Alianza Occidental reaccionó dándole un fuerte apoyo militar y financiero e instrumentando multitud de sanciones económicas y financieras contra Rusia. La previsión occidental es que la economía rusa se derrumbaría y la población se rebelaría contra su gobierno.
Fue un cálculo equivocado. La población rusa se cohesionó y Rusia logró superar el bloqueo comercial y financiero en lo económico y no fue derrotada en lo militar. Se generó una larga guerra de desgaste que a la fecha Rusia va ganando. Tiene la ventaja de una mayor población, importantes recursos naturales, inventiva para sustituir importaciones, una industria militar de propiedad pública que opera de manera integrada y, además, supo diversificar sus exportaciones hacia nuevos destinos.
Al parecer la idea era que una vez derrotada Rusia, posiblemente resquebrajada en varios estados nacionales, occidente tendría pleno acceso a sus recursos y podría reorientarse a la confrontación con China. Pero se atravesó el conflicto en medio oriente que demanda un fuerte apoyo militar y financiero de Estados Unidos y países aliados. Esta guerra, en múltiples frentes de batalla (Gaza, Cisjordania, Yemen, Líbano, Irán y diversas milicias), se ha convertido también en una guerra de lento desgaste.
Los conflictos de Ucrania y Palestina han desgastado las capacidades económico-militares de occidente. Europa en particular perdió el abasto de energía barata rusa y su economía está en crisis. Las sanciones se revirtieron en contra de la alianza occidental.
Las sanciones occidentales contra Rusia han creado una creciente preocupación por el riesgo que les representan a muchos otros países. Sobresalen la apropiación de fondos rusos en países occidentales; su expulsión del sistema internacional de pagos; los obstáculos a la navegación y a la entrada de barcos rusos a puertos occidentales; la salida de empresas del país; el boicot a sus importaciones, entre otras sanciones.
Cada vez más países se interesan en establecer lazos comerciales directos entre ellos mismos; en emplear mecanismos financieros e invertir en fondos protegidos; en evitar ser obligados a estrategias económicas que son contrarias a su interés nacional o en imitar los paradigmas de la democracia occidental.
Bien puede decirse que fue el temor a las sanciones el mayor impulso a la organización de cada vez más países en torno a los BRICS. Es en este contexto de aplicación de medidas unilaterales que el BRICS ha crecido y se fortalece.
Acaba de llevarse a cabo la Cumbre número 16 de los BRICS. En ella participaron por vez primera cinco nuevos miembros: Egipto, Etiopia, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. Sumados a los cinco primeros incluyen a más del 45 por ciento de la población y al 33 por ciento de la economía global. En contraste los siete principales países aliados, el G7 tienen el 29 por ciento de la economía global. Los BRICS son un proyecto en vías de consolidación; pero ya apuntan a convertirse en una entidad con gran fuerza económica y política en el ámbito internacional. No son y no pretenden ser una alianza militar.
La cumbre de los BRICS se llevó a cabo en la ciudad de Kazán, en Rusia y el anfitrión fue el presidente ruso, Vladimir Putin. Participaron 36 países y para responder a la demanda de los que quieren entrar al club se creó la figura de países socios de los BRICS y en ese nivel se incluyeron a otros 13 países: Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Indonesia, Kazakstán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán y Vietnam. La entrada de Venezuela fue vetada por Brasil debido a dudas sobre la limpieza de sus pasadas elecciones presidenciales. Es decir que los países miembros y países socios suman un total de 23 países de todos los continentes y, tal vez muy importante, de todas las corrientes ideológicas y políticas. Una clave del éxito de los BRICS es el respeto a sus decisiones internas.
Los BRICS quieren reforzar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al tiempo que la transforman para que represente de mejor manera a países de fuerte peso económico y social que hoy en día se encuentran excluidos de las decisiones relevantes; como lo está de hecho toda la Asamblea General del organismo. El poder lo tiene el Consejo de Seguridad, un pequeño grupo de países a los que piden entrar India y Brasil. Para que la ONU funcione de manera efectiva, como un verdadero instrumento de paz y convivencia internacional, deberá transformarse.
Los BRICS se plantean proyectos de cooperación internacional en el comercio, las finanzas, la protección del medio ambiente, la fabricación de vacunas y productos biológicos, cables submarinos de comunicación, infraestructura y muchos más. Su principal proyecto es crear un mundo multipolar en el que prive el respeto mutuo y los acuerdos pacíficos. En donde todos ganaríamos.