El 1 de octubre Irán lanzó alrededor de 180 misiles contra instalaciones militares de Israel. Los más avanzados evadieron los sistemas de protección antimisiles y dañaron algunos objetivos. Irán pretendió demostrar, por segunda ocasión, que cuenta con un potencial destructivo que prefiere no emplear sino conservar para disuadir futuros ataques. Lo más relevante fue su declaración de que ante otro ataque israelita reaccionaría de inmediato.
Los antecedentes son importantes. El 1 de abril Israel bombardeó la embajada de Irán en Damasco, Siria. Irán respondió hasta el 13 de abril con un masivo lanzamiento de cientos de drones, cohetones y pocos misiles. Avisó el ataque con tres días de anticipación y televisó la salida de la primera oleada de proyectiles (drones) que tardarían seis horas en llegar a Israel. Casi todos, drones y misiles, fueron interceptados por antimisiles israelitas, norteamericanos, ingleses, franceses y jordanos.
El ataque del 13 de abril, al igual que el posterior del 1 de octubre, fue calibrado para hacer poco daño. Una niña beduina falleció debido a la caída de escombros de un proyectil interceptado. Israel respondió con una represalia meramente simbólica el 19 de abril y de momento pareció que ambos contendientes estaban dispuestos a apaciguar el conflicto. No fue así.
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El 31 de julio Israel asesinó a Ismail Haniye, el líder político de Hamás, mientras se encontraba en visita diplomática en Teherán, la capital de Irán. Horas antes Israel había asesinado a un alto comandante militar de Hezbolá en Beirut, la capital de Líbano. Irán prometió venganza, pero no lo hizo durante todo agosto y todo septiembre. Una larga espera que algunos atribuyen al discreto ofrecimiento norteamericano de contener la agresión de Israel a Gaza. No lo consiguió.
El 18 de septiembre 2 mil 800 “bípers” alterados por Israel explotaron de manera simultánea en Líbano. Mataron a más de cuarenta personas, incluyendo niños; cegaron de por vida a más de 400 y centenares perdieron manos o dedos. El embajador de Irán en Líbano perdió un ojo. La mayoría eran civiles asociados a las tareas administrativas de Hesbolá, un partido político que forma parte del gobierno libanés y cuenta con una milicia del mismo nombre.
En paralelo Israel incrementó fuertemente su bombardeo sobre Líbano. Una escalada sobre los previos intercambios de proyectiles de ambas partes. El 28 de septiembre Israel mató a Hassan Nasralla con un intenso bombardeo que destruyó seis edificios de un complejo habitacional en Beirut. El ministro de relaciones exteriores de Líbano Abdalla Bou declaró que Nasralla fue asesinado poco después de que había aceptado un cese al fuego de 21 días, propuesto por Estados Unidos y Francia y que también había aceptado Netanyahu, el primer ministro de Israel. El bombardeo sobre Líbano ha provocado más de dos mil muertes, muchos enterrados bajo los escombros esperando rescate, y más de un millón de refugiados dentro de Líbano.
Israel dirige sus bombas al ataque de infraestructura y población civil. El jefe de la Organización Mundial de la Salud, Dr. Tedros Adhanom, señaló que en Líbano han muerto 28 trabajadores de la salud y han cerrado tres hospitales y otros 34 centros de salud.
El 1 de octubre Israel inició una invasión a Líbano por tierra. El mismo día del ataque con misiles de Irán. Una diferencia importante es que Irán avisó con dos horas de anticipación cuales eran los blancos militares elegidos y su ataque causó un solo lamentable fallecimiento: el de un palestino sobre el que cayeron restos de un misil interceptado.
Israel también bombardea Cisjordania, un puerto en Yemen y Damasco, la capital de Siria. Es clara la superioridad militar de Israel, plenamente respaldada con armas y financiamiento norteamericanos. Cuenta además con bombas nucleares. Todos a su alrededor reaccionan con mucha cautela. Si embargo los pueblos demandan de sus gobiernos acciones más decididas.
Israel busca con desesperación forzar una respuesta lo suficientemente agresiva que obligue a los Estados Unidos a intervenir a su favor. Aprovecha que la administración del presidente Biden no puede dejar de apoyarlo por el riesgo de que el muy poderoso lobby israelita promueva a Trump y el Partido Demócrata pierda las elecciones.
Netanyahu necesita ampliar la guerra y una victoria rápida y decisiva para mantenerse en el poder, convertirse en héroe nacional, y no ir a la cárcel por cargos de corrupción que se harán efectivos apenas pierda su puesto. Por lo contrario, la resistencia árabe palestina se ve obligada a ser cautelosa, no sobrepasarse en su reacción, no provocar la entrada directa de Estados Unidos en su contra. Sabe que pese a estar siendo devastados tienen el tiempo a su favor.
El asunto de fondo no lo olvidemos es el intento israelita de consolidar y ampliar la ocupación de territorios árabes y palestinos ya declarada ilegal por la Corte de Justicia Internacional, máximo órgano de justicia del planeta.
Israel pierde apoyos día con día entre sus propios aliados. Un buen ejemplo son las declaraciones del Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, que declaró que bajo las ruinas de Gaza están enterrados decenas de miles de muertos civiles y también está enterrado el derecho internacional humanitario. En Gaza, dijo, la vida ya no es posible.
Por su parte, la Agencia norteamericana para el desarrollo internacional, un organismo público, determinó que Israel rompió la ley al bloquear la entrada de ayuda humanitaria a Gaza. Eso lo negó de inmediato el gobierno de Biden. Aceptarlo haría ilegal el apoyo militar y financiero a Israel por el incumplimiento de derechos humanos básicos.
Numerosos países están siendo internamente tensionados por el conflicto en medio oriente. Ocurre tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos; recordemos las manifestaciones estudiantiles en favor de Palestina, muchas de ellas encabezadas por jóvenes judíos. No obstante, los gobiernos más presionados son los de los países árabes moderados o neutrales, algunos de ellos muy ricos y prooccidentales. Sus pueblos están furiosos por su inacción y los presionan cada vez más para tomar medidas, simbólicas o efectivas, contra Israel.
El mayor riesgo se encuentra en un posible ataque israelita contra Irán al que este afirmó que respondería de inmediato con mucha fuerza. Israel discute con Estados Unidos la posibilidad de atacar las refinerías petroleras de Irán. Inicialmente Biden dijo que se oponía, pero posteriormente dijo que está en pláticas al respecto. Biden sabe que Israel domina la política electoral norteamericana. La sola amenaza de ataque a la infraestructura petrolera de Irán ha elevado el precio internacional del petróleo. Irán responde que si es atacado destruirá la infraestructura energética de Israel.
Estamos ante una escalada bélica que amenaza arrastrar a toda la región, matar o sumir en la miseria a millones más y afectar a todo el mundo. Parafraseando a Borrel, parte de lo destruido es la capacidad de las instituciones y el derecho internacionales para contener el conflicto.
Del momento en que escribo este artículo a su publicación todo puede empeorar. Al paso que van, no parece que esta tormenta amaine.