La crisis climática que estamos viviendo nos exige accionar de manera audaz y urgente para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y con ello reducir la temperatura promedio global. La transición hacia energías renovables es parte clave en esta lucha, si queremos lograr el cero neto al 2050. Por ello, es fundamental una matriz energética diversificada que reduzca la dependencia a una sola fuente de energía.
La transición hacia las energías renovables es vital para mitigar el aumento de la temperatura y para ello, se requiere un impulso significativo en términos de innovación tecnológica y marcos políticos favorables. La investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, así como la implementación de políticas que fomenten la inversión en energías limpias, son esenciales para acelerar esta transición; las energías renovables, como la solar, eólica, hidroeléctrica y geotérmica, entre otras, ofrecen alternativas sostenibles en la reducción de la utilización de los combustibles fósiles, pues más allá de reducir las emisiones de GEI, esta transición promueve la seguridad energética y estimula la innovación tecnológica, fomentando un cambio hacia un sistema más limpio y sostenible.
Si realmente queremos lograr el cero neto al 2050, debemos diversificar la transición energética con la variedad de opciones renovables con las que contamos en la actualidad, pues sería un error apostar solamente por una única fuente de energía renovable como solución. Un ejemplo de ello, sería lo que actualmente está sucediendo en el tránsito hacia la electromovilidad, qué si bien es una de las soluciones, en países como el nuestro y el resto de Latinoamérica, aún falta bastante infraestructura para lograrlo en su totalidad, sobre todo, cuando las zonas de mayor pobreza y vulnerabilidad socio-ambiental no cuentan actualmente con electricidad proveniente de fuentes convencionales como las fósiles, mucho menos aún, renovable. De hecho, algunos expertos comentan que en regiones como América Latina y África, simplemente la electrificación del 100% de los vehículos no será posible.
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Ante esto, la diversificación de la matriz eléctrica se presenta como una estrategia más eficiente y sostenible. La combinación de distintas fuentes garantiza una generación estable y reduce los riesgos asociados con la dependencia exclusiva de una tecnología específica. Por ello, es crucial considerar una mezcla equilibrada de energías renovables para lograr una transición fluida y eficiente.
Un ejemplo de fuente de energía es la biomasa, entendida como cualquier material orgánico que pueda ser utilizado como fuente de energía, la cual ha demostrado ser una alternativa viable y respetuosa con el medio ambiente en el contexto mexicano y por ende en el resto de la región; donde, además emerge como una solución relevante para diversificar la matriz eléctrica. La biomasa abarca una amplia gama de materiales orgánicos, incluyendo residuos agrícolas, forestales, residuos orgánicos y cultivos energéticos. Los procesos sostenibles para la generación de energía a partir de biomasa, no sólo reduce las emisiones de GEI, sino que también contribuye a la conservación y restauración de los ecosistemas y a la generación de empleo en las comunidades rurales.
En el país, la utilización de residuos agrícolas como la caña de azúcar para la producción de bioenergía ha demostrado ser económicamente viable y ambientalmente sostenible. Igualmente, la descomposición anaeróbica de residuos orgánicos, como desechos de alimentos y estiércol, produce biogás que puede ser utilizado como una fuente limpia y renovable de energía. Este enfoque no sólo aborda el problema de la gestión de residuos, sino que también genera beneficios económicos para las comunidades locales.
A lo largo de los últimos años, se han implementado diversos proyectos que destacan el potencial de la biomasa en México. Iniciativas que integran tecnologías avanzadas para la generación de electricidad a partir de residuos agrícolas y orgánicos han demostrado ser económicamente viables, socialmente beneficiosas y ambientalmente responsables. El estudio que se realizó el sexenio pasado titulado “Proyecto Bioeconomía 2010-2018” muestra el potencial de generación eléctrica a partir de biomasa y se estima que el estado que mayor potencial tiene es el Estado de México con una producción de 1,122.1 GWh/año. Estos proyectos no sólo contribuyen a la mitigación y adaptación de la crisis climática, sino que también generan empleo a nivel local y promueven un desarrollo sostenible en áreas rurales de nuestro país.
Como todo, la utilización de la biomasa no está exenta de desafíos. Para garantizar su sostenibilidad es importante que se lleven a cabo prácticas agrícolas sustentables, sin deforestación, incentivando a la agroforestería, así como la inversión en tecnologías avanzadas. De realizarse de esta manera, se genera un desarrollo sostenible que promueve el empleo local en las comunidades rurales, mejoras en la seguridad alimentaria y en la reducción de la pobreza.
Por otro lado, la colaboración entre gobiernos, la industria y la sociedad es necesaria para la adopción de esta transición. La utilización de la biomasa en México no sólo es una opción viable para diversificar la matriz eléctrica, sino que de hacerlo con mayor impulso, sin duda sería un testimonio del compromiso que el país tiene con la sostenibilidad y hacerle frente al cambio climático. No cabe duda de que a medida que México avance hacia un futuro energético más limpio, el uso de la biomasa se posicionará como un recurso clave, aprovechando la abundancia de los residuos orgánicos y agrícolas para impulsar una revolución energética sostenible y así consolidar a México como un país líder regional en la utilización de la biomasa para la generación de energía.
Ximena Celis Barquera*
Maestra en Cooperación Internacional para el Desarrollo por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (Instituto Mora) y Maestra en Educación Ambiental por la Universidad ORT México. Cuenta con una licenciatura en Administración de Empresas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (TEC de Monterrey), Campus Ciudad de México, además de contar con estudios en la ESC Rouen, Francia.
Cuenta con más de 10 años de experiencia trabajando en la gestión de proyectos ambientales, pues ahí está su pasión y compromiso; sobre todo en temas de cambio climático, educación ambiental, energías renovables, agua, gobernanza, participación ciudadana y legislación y política pública ambiental.
Ha trabajado en el sector privado, en organizaciones de la sociedad civil, como WWF
México, el Consejo Consultivo del Agua y POLEA; ha sido consultora para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Además ha tenido colaboraciones con el Banco Mundial y ONU-Hábitat. Fue parte del gabinete ambiental en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) de 2018 a 2020 como Titular del Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo Sustentable (CECADESU) y como Directora Nacional de los Centros Ciudadanos para la Sustentabilidad también en la SEMARNAT. Actualmente trabaja en un proyecto a gran escala para el uso de bioenergía en el Sureste de México.