EL PRESIDENTE DE GUATEMALA BERNARDO ARÉVALO

Guatemala, ¡qué mal ejemplo!

El escándalo que generó el congreso guatemalteco, dilatando la posesión del nuevo presidente Bernardo Arévalo, es el último episodio de una película de corrupción. | Francisco Santos

Escrito en OPINIÓN el

El bochornoso escándalo que generó el congreso guatemalteco dilatando la posesión del nuevo Presidente Bernardo Arévalo es apenas el último episodio de una película de corrupción, utilización de poderes públicos y manipulación política de todos lados que deja a ese país y a una parte de su clase política muy mal parada.

Lo primero es reconocer que la sociedad guatemalteca está muy por encima de ese sector de la clase dirigente que trató de impedir la llegada de Arévalo a la Presidencia. Da un respiro, y algo de optimismo saber que los guatemaltecos no se dejaron influir ni coaccionar por quienes trataron de evitar que Arévalo pasara a la segunda vuelta, luego que se presentara a la segunda vuelta y se reconociera su triunfo para finalmente tener que ver el terrible espectáculo de la posesión frente a toda la comunidad internacional.

La historia involucra al presidente de Guatemala Alejandro Giammattei y a su pareja Nicolás Martínez, por cierto sancionado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos por flagrantes actos de corrupción. Ambos personajes sabían que si Arévalo pasaba a la segunda vuelta los barrían en el balotaje y así perdían la impunidad que necesitaban ante los problemas de corrupción que ambos tienen.

Bernardo Arévalo, nacido en Uruguay, por cierto es hijo de Juan José Arévalo quien fue presidente de Guatemala de 1945 a 1951 período de democracia que moriría tres años después cuando Estados Unidos y la CIA patrocinaran un golpe de Estado contra el presidente democrático Jacobo Arbenz. Esto sin duda es relevante pues la intervención de Estados Unidos en este proceso electoral fue casi tan brutal y obvia como la de hace 70 años.

Cuando Arévalo pasó a la segunda vuelta, Martínez comenzó a operar para frenar lo que para ellos era un desastre político. Trataron de frenar su paso alegando fraude y abrieron una investigación contra el Tribunal Electoral por un contrato para presionarlos. 108 congresistas desaforaron a unos miembros de ese tribunal. Ahí comenzó de manera flagrante la intervención de la Casa Blanca. Le quitaron la visa a esos 108 congresistas, algo nunca visto en la historia del continente. El mensaje de la Casa Blanca era claro, Arévalo pasa a segunda vuelta.

Arévalo ganó de manera abrumadora pues el hastío de los guatemaltecos con el gobierno de Giammattei era absoluto, algo parecido a lo que hoy sucede en Colombia con Gustavo Petro. La candidata Sandra Rojas se negó a reconocer el resultado pero el presidente Giammattei sí reconoció la victoria de Arévalo. Sin embargo ahí comenzó otra acción para frenarlo al tratar de invalidar a su partido Semilla por firmas falsas utilizadas en la creación de su organización política. Lo mismo había pasado 4 años atrás con Giammattei pero todo se solventó.

La presión americana continuó y el inédito tema de las visas de los congresistas fue ‘aliciente’ suficiente para que todos los tribunales se alinearan y dieran a Arévalo como ganador. Lo del partido y las firmas siguió adelante e inhabilitaron el partido y eso generó el lío en el Congreso.

Finalmente Bernardo Arévalo se posesionó. Un hombre decente, socialdemócrata y que condena las dictaduras de Maduro y Ortega. Sus nombramientos en el gabinete han sido de personas técnicas, aunque algunas sin experiencia, pero la verdad es que la llegada al poder de este personaje simbólico es un respiro para Guatemala y quizás el comienzo de un giro político en un país donde el narcotráfico y la corrupción son sistémicos.

La estupidez de esa clase dirigente que trató de impedir la llegada de Arévalo le hizo un gran favor al populismo de Gustavo Petro, pues sus acciones le dieron legitimidad al falso discurso que despliega en el continente –y obviamente en su país– de que hay una derecha que no quiere el cambio y se aferra al poder. Ni hablar del regalo que le dieron a Iván Velásquez quien salió por la puerta de atrás por utilizar la CISIG para hacer política y reemplazar a la justicia en vez de fortalecerla. Velásquez y la CISIG se reivindicaron. Qué horror.

Estados Unidos ahora saca pecho al intervenir de manera descarada en este proceso electoral tal y como lo hizo hace siete décadas. Quizás el fin es válido, pero la forma genera por lo menos dudas. Además, el personaje que maniobró esta intervención, Juan Gonzalez, desde la Casa Blanca, es el que se sienta a manteles con Maduro, deja libre a uno de los personajes más corruptos del continente Alex Saab, libera a los sobrinos narcotraficantes de la esposa del dictador venezolano y su socio en la política con Venezuela es el mafioso Jorge Rodríguez.

Hoy por hoy el Departamento de Estado es un espectador en la política exterior de Estados Unidos, por lo menos en América Latina. Es el Consejo de Seguridad quien la maneja y es una política ad-hoc. De ahí esa incoherencia que hay entre el manejo de la situación en Guatemala o la de Venezuela. Depende del sentir de un personaje y ante la falta de un proceso o del profesionalismo del Departamento de Estado tiene vaivenes como el antes expuesto.

Claro, esa transferencia de poder en materia de política exterior del Departamento de Estado al Consejo de Seguridad en la Casa Blanca viene de antes desde Condolezza Rice con George Bush. Obama fortaleció esa directriz tanto que la política hacia Cuba y hacia Irán se manejó desde el Consejo de Seguridad. Con Trump se consolidó tanto esa tendencia, que la política hacia América Latina la manejó como Asistente de Seguridad Nacional, Mauricio Claver.

En el actual gobierno se mantuvo absolutamente esa política y en el Consejo de Seguridad Juan Gonzalez pasó a ocupar el cargo de Claver. Ambos actúan de manera idéntica aunque con objetivos distintos. Triste decirlo pero el Departamento de Estado, por lo menos en Washington, no existe para la región.

Guatemala tiene un buen Presidente y por ahora ese es el final de esta historia. Vamos a ver cómo le va. Por lo menos tiene un gran amigo en la Casa Blanca. Como lo tiene Maduro.

Francisco Santos

@PachoSantosC