Por el denuedo que el aparato de comunicación del gobierno estatal puso en bajar de portales y “desaparecer” de medios la respuesta de Gerardo Sánchez Zumaya a la detención de sus escoltas en una carretera huasteca, se entiende que no quedó en una posición muy cómoda el gobernador Ricardo Gallardo Cardona
Ni cómoda ni exenta, por primera ocasión, de una obligada precaución de mantener la boca cerrada y no recurrir, como ya es su sello, a la bravata, la infravaloración, la befa pública ni la acusación sobradita. O sea, se lo topó del tiro.
El gobernador dispuesto a meterse en todas las camisas de once varas que le alcance, entrar a codazos en cuanto debate con algo de relevancia sale a la agenda, chapotear en todos los charcos con una urgencia por acrecentar fama y vista, el político ávido de hacer que se note su augusta y popular presencia, desapareció del escenario. Del dominio público sus modos, es uno de esos casos en los que el silencio en un tema hace más ruido que cantarlo en versión metalera.
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Desde hace ya algo de tiempo que el nombre del huasteco, originario de Tanquián, se hace oír en San Luis, a raíz de la rápida presencia que tomó en Tabasco. Proveedor y contratista de Pemex y a quien se le relaciona con Andrés López Beltrán, el hijo del presidente, la fortuna lo tocó con largura antes de los treinta de vida. Su empresa, Petrogesa, ha sido tema de controversia en medios tabasqueños y de la capital del país. De la bonanza en los negocios, se interesó en la política, primero de Tabasco, ahora también de San Luis. Se anuncia y recalca morenista.
Se supone que su padre, Hilario Sánchez, aspira al Senado por Morena. O al menos ese dato lo filtraron con la detención de sus escoltas, en la carretera estatal Tanquián-San Martín, todos con formación militar. La Guardia Civil del Estado hizo detener la pick up en la que viajaban, los hizo bajar y el motivo para detenerlos y enviarlos a la FGR vino con los permisos de portación de armas de fuego, que ninguno tenía.
Guardia Civil despliega una serie de operativos en la Huasteca, en la intención de atajar un agravamiento de la inseguridad y de casos de extorsión y secuestro. La Huasteca ha tenido que ir a varios procesos electorales con espacios bajo control de la delincuencia organizada y el de este año parece que no será la excepción.
No pasaron ni 24 horas para que Sánchez Zumaya respondiera, en tono inocultablemente furioso. Subió en su perfil de Facebook un video donde reclama la detención de los escoltas de su familia, responsabiliza al gobernador y a su secretario general de Gobierno, aduce que se trata de una acción para intimidarlo porque no se adhiere al partido Verde, se refiere en varias ocasiones al mandatario como “delincuente” y reta a que vayan por él mientras recorre lo que tiene pinta, hasta donde alcanza el encuadre del teléfono, de una soleada finca tropical.
Gerardo Sánchez Zumaya, dueño de Petrogesa, aventó un anunció con líneas rojas: “Voy a exponer todo el tema de obras que traes en el estado”. La transparencia en la aplicación de los recursos para obra pública es uno de los temas más velados por la administración de Gallardo.
Portales que tenían el video puesto desde el mediodía, contando views con entusiasmo, lo bajaron seis horas más tarde. Otros, en libre ejercicio editorial, ni lo pusieron. Otros más no supieron si cortarse las venas o dejárselas largas, que suele ser el peorquedar editorial de todos: suben después de mucho cavilarlo y ver la oleada de los demás, para bajarlo a la primera llamada que les hicieron en tono adusto y hasta piden disculpas por haber cedido a la tentación. En el libérrimo territorio de las redes, desde luego que aquello voló, conocieran o no al joven que le ponía una gritoniza al gobernador, incluso interactuaron con elogios y celebraciones.
El reclutamiento de escoltas con formación castrense, militares retirados con grado, no es un lujo que muchos puedan darse en San Luis Potosí, mucho menos en la Huasteca. Dos son capitanes segundos del Ejército, uno es subteniente y uno más teniente de corbeta de la Marina.
Pero el poder económico del empresario huasteco se deja notar también en el apoyo a su compadre, David Azuara Zúniga, aspirante a la candidatura del PAN a la alcaldía, desde hace meses activo portavoz de una fundación asistencialista denominada “Somos Potosí”. La organización irrumpió en colonias populares con mochilas, zapatos y uniformes escolares, tinacos y colchones. La entrega de bienes es el rasgo más notorio del gallardismo.
El hermano de David, el diputado federal Xavier Azuara Zúñiga, es su apoyo político, con el control estructura de una parte del PAN en San Luis Potosí. Ante la posibilidad de que busque la reelección el actual alcalde capitalino, el priista Enrique Galindo Ceballos, los hermanos Azuara han armado una campaña de “clamor” en el partido por que la candidatura para la presidencia municipal de San Luis Potosí se le entregue a un panista militante. Si finalmente el PAN se encamina por ese purismo de origen, tendrá un panista financiado por un declarado, conspicuo y poderoso morenista como candidato a presidente municipal en la capital potosina.
A la gran batalla por el municipio capitalino del Estado se anota el gobernador, con varios perfiles, ente ellos el de la ex candidata a gobernador por el PAN y hoy diputada verde Sonia Mendoza. Morena, el partido del presidente, lucha por no ir asociado a la elección con el Verde. Por instrucciones de los mandos nacionales, el morenismo potosino tendrá que tragarse la cesión de la fórmula al Senado para los terrenos del gobernador, con siglado Verde-PT. Si van separados a las elecciones municipales, el batidero va a ser mayúsculo.
Por lo que toca al incidente de los escoltas de Sánchez Zumaya, el silencio posterior que de un gobierno estatal que suele imponerse en todo, desfigurar mediáticamente a cualquiera que se salga del corralito, da para generar muchas preguntas sobre tan inusual cautela.
Los días malos de este año electoral apenas comienzan. Los partidos todos asumen sus ignominias, con que no nos arrastren en ella como aquella película palomera de la maldición gitana a una cruel empleada bancaria por dejar sin casa a una anciana, “Arrástrame al infierno”.
A ver a dónde nos arrastran.