–En conmemoración del día global por el aborto seguro libre y gratuito
En la labor actual de las legisladoras que tienen compromiso claro y firme con la agenda feminista en el país, sin duda el tema más ambicioso es la creación de un Sistema Nacional para los Cuidados (SNC). En el terreno federal, la Senadora Malú Mícher presentó en noviembre de 2021 una Iniciativa de Ley para la creación de este sistema, para garantizar los derechos de todas y todos aquellos que necesitan y brindan cuidados. Esta iniciativa está siendo impulsada por diversos colectivos y organizaciones de la sociedad civil, además, de otras iniciativas para reformar los artículos constitucionales 4º. y 73.
El SNC propone: i) aprobar la reforma constitucional y propuestas de leyes, impulsadas por el movimiento feminista, para garantizar el derecho al cuidado y al tiempo propio; ii) proveer de más y mejores servicios de cuidados, accesibles dentro y fuera del hogar; iii) mejorar las condiciones de trabajo de todas las personas cuidadoras, que reciben pago y las que no; iv) distribuir mejor las labores de cuidado entre la sociedad, el mercado laboral y las instituciones de gobierno; y v) reconocer la importancia del sector de cuidados como uno de los motores de la movilidad social, así como impulsar su crecimiento a través del gasto público (Economía del cuidado).
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En las legislaturas estatales también se ha replicado este interés por crear políticas de cuidado: en Tamaulipas el Dip. Gustavo Adolfo Cárdenas Gutiérrez, de MC propuso una reformar al artículo 17 de la Constitución local para reconocer el derecho al cuidado para todas las personas, estableciendo la obligación del estado a proveer los servicios y apoyos correspondientes. En Jalisco, en octubre del año pasado, la diputada de Hagamos, Mara Robles Villaseñor y las legisladoras de MC, Dolores López Jara y Gabriela Cárdenas Rodríguez, unificaron sus propuestas para reformar el artículo 4º de la Constitución de Jalisco, y reconocer que todas las “personas que realizan trabajo doméstico no remunerado o de cuidados a personas en situación de dependencia realizada en el propio hogar, sean reconocidas como generadoras de riqueza, por lo cual, el gobierno del estado se obliga a atender a este grupo de personas”.
Hace unos días la propia Mara Robles dio inició a un debate público en torno a las alternativas para hacer efectivo este reconocimiento, en una sesión de Parlamento Abierto en la que participamos la Dra. Mercedes Pedrero, una de las creadoras de las estadísticas de Uso de tiempo en México que recolecta INEGI, desde 2003 y, la que esto escribe. En esta ocasión se abrieron paso tres alternativas que pueden no ser excluyentes y que iremos analizando en sucesivas presentaciones, y que son las siguientes: 1) Establecer el pago al trabajo doméstico y de cuidado (TDC) con una suerte de salario a todas las amas de casa que lo realicen o lo contraten. 2) Establecer el derecho a la seguridad social y a la pensión por retiro a todas las amas de casa que hayan realizado o realicen TDC. 3) Establecer el derecho universal a los cuidados mediante la socialización del TDC consistente en la provisión de servicios de cuidado diario y desarrollo humano para personas en condición o situación de dependencia, además de lavanderías y cocinas públicas, espacios de esparcimiento y florecimiento personal para adolescentes. Abriendo la concurrencia de iniciativas comunitarias por cooperación, por fundaciones privadas o por financiamiento público.
La importancia de este tema en la agenda feminista no puede ser más importante y estratégica, ya que su origen deviene desde las primeras movilizaciones feministas (entre 1860 y 1920), cuando el llamado feminismo reformista, en países como Alemania, Inglaterra y sobre todo Estados Unidos levantó demandas calificadas hoy como maternalistas (Gisela Bock, 1996; Theda Skocpol,1995) porque se anclaban en el reclamo por el reconocimiento público de la importancia de las labores de cuidado y reproducción social que realizaban las madres y amas de casa. Así a diferencia del feminismo sufragista centrado en la igualdad formal, más propio de capas ilustradas de la sociedad, las feministas reformistas generalmente de mujeres de clases trabajadoras, demandaban reconocimiento público, político y financiero estatal a las contribuciones que las mujeres como amas de casa realizaban en pro del bienestar social y económico de la nación, en una especie de ciudadanía generizada –diríamos hoy– de modo correlativo al reconocimiento de las tareas y al carácter que los varones tenían públicamente, como trabajadores y soldados.
Conseguido el voto y algunos de los derechos civiles de los hombres, el feminismo de la llamada Segunda Ola, reconoció claramente que la igualdad en el ámbito público era imposible sin la modificación de las jerarquías del poder en el ámbito privado. En sus variantes de izquierda influenciadas por marxismo, las feministas materialistas de la Segunda Ola, (Dalla Costa, M, y Selma, J. 1975; Delphy, C.,1985) visualizaron el sexismo binario como fundamento de la sujeción de las mujeres y, la carga social, moral y económica de la reproducción, el cuidado y el trabajo doméstico, echada de modo exclusivo sobre las espaldas de las mujeres; un trabajo no reconocido ni valorado por la sociedad y los estados, como la base material de la desigualdad y la discriminación. Levantaron entonces cuatro demandas fundamentales: 1) reconocimiento y salario al trabajo doméstico; 2) elección libre de la maternidad con la liberalización del aborto y la contracepción; 3) salario igual al trabajo igual. Y 4), vida libre de acoso, hostigamiento y violencia, tanto en la casa como en ámbito laboral, educativo y en el espacio público.
Entre las contribuciones intelectuales y académicas más importantes de esta Segunda Ola está la revisión crítica de los fundamentos epistemológicos y económicos de la desvalorización del trabajo doméstico y los argumentos de la teoría neoclásica en torno a la baja productividad femenina, como base de la desigualdad salarial y de la segmentación laboral según el sexo (Carrazco C., Gardiner, J. Folbre, N. et Al, 1997) Haciendo énfasis en la Doble presencia (L. Balbo) (1), la Doble jornada, como un hándicap en contra de todas las mujeres que quieren y pueden hacer una carrera profesional, además de constituir una dimensión clara de la desigualdad social, que afecta de diversas maneras y grados a la mitad de la población.
En los años recientes, el feminismo liberal institucionalizado por el impulso de los organismos internacionales del Sistema de Naciones Unidas ha recogido la demanda de reconocer el valor del cuidado –no tanto del trabajo doméstico– considerándolo una carga para la igualdad sustantiva y la movilidad social de las mujeres. La propuesta que se inscribe en el objetivo de aprovechar el bono demográfico de género definido como: “el aumento de la producción económica per cápita que se genera conforme se avanza hacia la paridad entre mujeres y hombres en el mercado de trabajo, lo que supone la superación de barreras discriminatorias en contra de ellas existentes tanto dentro como fuera de este mercado” (Martínez Gómez y Paulo Saad, 2013:25) (2). Con lo que se alcanzaría no solo un incremento en el PIB sino también la igualdad de género.
En la perspectiva de cuantificar el valor del TDC el feminismo académico inspirado en las reivindicaciones de la Segunda Ola, logró lo que se creía casi imposible: cuantificar el tiempo de trabajo utilizado por las mujeres para estas labores, creando un sistema paralelo de cuentas económicas, llamado eufemísticamente “cuenta satélite” por cuanto está fuera de la contabilidad económica con la que se valora todo lo producido remuneradamente en cada país. En el espíritu de los sistemas de balance económico general, donde se identifica y distribuye en una matriz de insumo-producto todo lo producido y consumido en cada sector económico, la Cuenta Satélite del Subsector Informal de los Hogares brinda información sobre el conjunto de hogares, considerados como unidades económicas que producen bienes o servicios no pagados para la satisfacción de las necesidades familiares.
La fuente de información principal de esta Cuenta son las estadísticas de Uso de tiempo. El cálculo económico sobre su contribución se realiza a partir de valorizar las horas ocupadas por las mujeres y hombres en estas actividades del hogar. En el caso de México estas estimaciones se realizan desde el año 2003 y el valor adjudicado a las actividades domésticas se calcula según jornadas de Salario Mínimo. La gráfica adjunta tomada de INEGI muestra que la participación de las actividades domésticas de las mujeres en la provisión de bienes y servicios a los hogares ha venido creciendo de un equivalente 16.1 % del PIB en 2003, a representar 19.1% del PIB, en los últimos 18 años. Pero mientras el valor del PIB mexicano ha crecido más de tres veces estos años, pasando de 8.1 billones en 2003 a 26.9 billones, con un PIB per cápita cercano a 150 mil pesos anuales por habitante, las mujeres están aportando todavía con más valor equivalente con sus actividades domésticas cercanas a representar casi 2 billones de pesos. Con lo que lejos de beneficiarse de crecimiento económico han debido trabajar más en favor del bienestar de sus hogares (ver gráfica 2)
Las propuestas que hemos esbozado tienen impactos macroeconómicos y políticos distintos que iremos abordando en sucesivas presentaciones. Porque el tema da para mucho.
1. Presión duplicada de las mujeres al atender simultáneamente a las demandas del trabajo asalariado y las exigencias del ámbito dome´stico-familiar de forma sincrónica. Este concepto no solo enfatiza el exceso de tiempo de trabajo que consigna la doble Jornada, sino la diversidad de presiones psicológica que pesa sobre las amas de casa que también laboran de manera remunerada, así como la diversidad de viajes, tiempos, movimientos y planos de la socialidad con la que deben lidiar cotidianamente: trámites en servicios públicos, negociaciones e intercambio de solidaridad con sus redes comunitarias y/o familiares para resolver el cuidado diario de sus personas dependientes; exigencias y tratos marcados por la utilidad y la eficiencia en sus labores remuneradas, etc. lo que somete diariamente a cada mujer en esta situación a la presión de diversas lógicas sociales.
2. En https://www.cepal.org/sites/default/files/publication/files/35897/S20131095_es.pdf