Hace un par de meses tuve el privilegio de presentar el libro No Estudies Derecho de Juan Jesús “Tito” Garza Onofre. Se trata de una obra que hace una revisión seria y crítica, pero no sin humor, sobre la abogacía, sus vicios y su función social.
Este trabajo descriptivo, crítico y, al mismo tiempo, propositivo, me ha provocado reflexionar en lo que ha sido la especialidad a la que he dedicado buena parte de mi vida: el derecho electoral. Así que, quiero compartirles también mi crítica y reflexión sobre una de las ramas del derecho en la que pesan falsas creencias y muchas fantasías, como dice el autor.
Primero quiero hablar de algunas confusiones alrededor de la materia. La primera, creer que leer noticias de política o tener una carrera política en automático te hace un conocedor del derecho electoral. Aquí se confunde con mucha facilidad ser usuario con ser experto. Candidatos, partidos, legisladores y funcionarios electos consideran que son “expertos” en derecho electoral al haber estado involucrados en uno o más procesos electorales. Por eso, si quieres ser considerado un experto en tu profesión, no estudies derecho electoral.
Otra confusión común es pensar que la senda del derecho electoral es la vía corta para hacer carrera política o, también, para llegar a ser ministro de la SCJN. La carrera electoral debe ser eso. Una trayectoria profesional enfocada a la especialización y el conocimiento del derecho electoral, no un trampolín para saltar “fast track” de la ruta electoral a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. De igual forma, el derecho electoral tampoco es un camino más corto para entrar a la política profesional. Los abogados electorales tienen a los políticos profesionales como clientes, o como partes actoras en los juicios que deben resolver, no como amigos cercanos o peor, como jefes. Por estas razones, si quieres aspirar a ser un político profesional o ser ministro, no estudies derecho electoral.
Aunado a estas confusiones, también hay otras razones de peso para repensar estudiar derecho electoral relacionadas con su impacto en la vida de los electoralistas. La primera, que las cargas de trabajo y los horarios son leoninos. “En proceso electoral todos los días y todas las horas son hábiles” es un mantra legal conocido por todos los electoralistas, pero lo que implica para las personas que nos dedicamos al derecho electoral es, por decirlo suavemente, una brutalidad. Jornadas laborales casi eternas, cantidades de trabajo irreales que me recuerdan a la frase de Bukowski “Encuentra lo que ames y deja que te mate”. Los abogados electorales no tenemos casi vida personal y estamos tanto tiempo en nuestros lugares de trabajo que, con frecuencia, nuestra vida personal también termina siendo nuestra vida electoral. Esto también tiene otras implicaciones, sin mucho tiempo para cultivar otros intereses, para aprender a cocinar, a bailar, para leer de algo que no sea derecho electoral, constitucional o democracia, solemos volvernos monotemáticos. Si quieres tener una vida social rica y balance entre tu vida personal y profesional, no estudies derecho electoral.
Además de entrar al apostolado electoral también hay un requisito adicional; el derecho electoral, especialmente en el ámbito de la justicia, precisa tres cuestiones de carácter: valentía, poca necesidad de agradar y, para decirlo en el lenguaje de Star Wars, “que La Fuerza sea intensa en ti”. La relevancia de las decisiones jurisdiccionales electorales en la política nos convierte en árbitros que, aunque no lo quieran, terminan también arrastrados por la misma. En un contexto de alta irresponsabilidad política, las decisiones jurisdiccionales son, además de ley, balas en contra del oponente. Una decisión que no beneficia a unos, será condenada como injusta por éstos, quienes te acusarán de parcial, vendido y corrupto. Y lo mismo del otro lado, al otro día. Esto, sobra decirlo, no es el mejor ambiente para hacer amigos y sí es un terreno fértil para recibir ofertas “difíciles de rechazar”. Habrá quien, por una decisión que no les pareció, te ponga para siempre en su libreta de los enemigos y cultive para siempre un odio hacia ti y, en casos extremos, pueden incluso poner en riesgo tu seguridad y tu tranquilidad y, de igual forma, serás tentado en más de una ocasión para dejar de lado tu ética, tu independencia y tus principios para unirte “al lado obscuro de la fuerza”. Por eso, si quieres vivir tranquilo, no tener que enfrentarte al poder, caerle bien a todos y no tenerlas que ver con el emperador Palpatine, no estudies derecho electoral.
En cuanto al trabajo de los abogados electoralistas, hay varios puntos a considerar sobre la praxis y las afinidades jurídicas. Si tienes una visión formalista o positivista, si crees que la ley debe ser interpretada siempre a la letra, no estudies derecho electoral. La arena electoral es todavía un terreno donde es necesaria la innovación, la creatividad y la interpretación para cumplir con su función primordial: proteger los derechos político-electorales de las personas. También, es un trabajo que requiere discreción y en el que muchas personas te buscarán para que seas su fuente de información. Por eso, si te gusta el chismecito y te gusta la interpretación textual de la ley, no estudies derecho electoral.
Finalmente, el derecho electoral es un pésimo camino para transitar solo y para ser rico. Aquí hay grupos, camarillas y hasta corifeos y triunfar sin formar parte de uno de esos clanes es mil veces más complicado. Lo mismo con hacerse rico; esta es una especialidad donde entregas más de lo que recibes; dejas tu tiempo, salud, vida social que no hay dinero que lo reponga. Por eso, si quieres ser Batman, un millonario solitario que lucha por la justicia, no estudies derecho electoral.
Sin embargo, estos puntos no implican que no quiero invitar a los jóvenes a estudiar derecho electoral que, al menos en mi experiencia, está lleno de puntos positivos que superan con creces los aspectos negativos de la profesión.
En el derecho electoral puedes cambiar al mundo. Lo que más vale la pena de estudiar derecho electoral es que tienes la posibilidad de generar cambios que transformen la realidad de las personas en particular y la forma en la que la sociedad opera en general. Hoy el derecho electoral tiene una vocación transformadora, ejemplo de esto es: la paridad efectiva, las acciones afirmativas, la protección a grupos en situación de vulnerabilidad, el combate al discurso de odio, la lucha contra la violencia política de género y la discriminación. Asimismo, el derecho electoral ha comprendido, como no lo han hecho otras ramas, la complejidad política, económica, racial y cultural de nuestro país y la importancia de deconstruir lo que conocemos, reaprender y crear nuevas formas de aproximarnos al derecho y a la justicia. Por eso, si eres una persona que quiere mejorar la vida y las circunstancias de las personas, si reconoces las complejidades de nuestro país y tienes hambre y sed de justicia, el derecho electoral es para ti.
También el derecho electoral puede cambiar tu propia vida. Trabajando duro sin descanso, puedes crecer y vivir dignamente. La materia electoral todavía ofrece posibilidades de dignificación social y de un crecimiento que dependa del “know how” y no del “know who”. La existencia de Servicios Profesionales de Carrera especializados permiten que comiences siendo el último de la fila y termines siendo magistrado de Sala Superior. Sé de lo que hablo.
El derecho electoral también es un espacio para “los locos, los desadaptados, los rebeldes”, si piensas fuera de la caja y no quieres preservar el status quo, eres creativo, innovador y no quiere simplemente seguir con la inercia de las cosas, si quieres ser pionero en una materia que tiene pocos años de vida, el mundo electoral es para ti.
Finalmente, el derecho electoral es un área que tiene una amplísima retribución al espíritu. Esta materia no sólo transforma a la sociedad: te transforma a ti íntimamente; imposible no generar empatía ante el dolor, injusticias, discriminaciones estructurales de las que conocemos. También está llena de personas con una genuina vocación de servir a la sociedad y de formar nuevos cuadros, en ese sentido, el derecho electoral es una carrera generacional de relevos donde todos los que hemos sido beneficiados por la mentoría de alguien y, llegado el momento, hemos tratado de retribuir a la formación de más jóvenes electoralistas. En este ambiente, tan endogámico y -para bien y para mal- tan familiar, uno tiene la oportunidad de obtener y mantener amistades valiosas y de toda la vida. Y con eso me quedo.