TREN MAYA

Una obra sobre el Tren Maya

Aunque pretende ser una obra abierta a todas las posturas ideológicas, el libro Territorios mayas en el paso del tren, carece del análisis de los efectos de su administración en manos militares. | Adolfo Gómez Vives

Escrito en OPINIÓN el

A los puristas del idioma, a quienes no aceptan la binariedad de los géneros, seguramente les resultará chocante que una editorial reciba a las personas visitantes de su página en internet con la palabra “Bienvenides”, término con el cual Bajo Tierra Ediciones pretende remarcar su carácter de “proyecto colectivo autónomo, autogestivo y antipatriarcal”, que tiene como objetivo el “producir materiales críticos para fortalecer procesos de dislocación y transformación de las realidades que habitamos”, a través del “acceso libre de nuestros materiales”.

Bajo Tierra Ediciones ha publicado casi una veintena de libros sobre cuyo contenido se puede disentir o no, pero que constituyen puntos de reflexión importantes para el análisis y la discusión de temas como el feminismo, el indigenismo y la izquierda.

Apenas la semana pasada, en redes sociales comenzó a distribuirse gratuitamente el texto intitulado: Territorios mayas en el paso del tren. Riesgos previsibles y posturas independientes sobre el Tren Maya; investigación coordinada por el doctor Eduardo Martínez Romero, presidente de Investigación y Soluciones Socioambietales A.C. (SURverde), la doctora Giovanna Gasparello, Profesora-Investigadora Titular B, en la Dirección de Etnología y Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia y el doctor Miguel Ángel Díaz Perera, Investigador especialista en Historia.

La obra tiene la bondad de abordar la polémica construcción del Tren Maya, desde la multidisciplinariedad. Destacan las intervenciones relativas al cambio climático, los conflictos socioambientales; el análisis de las muertes violentas registradas entre 2005 y 2018 en los municipios que recorrerá el Tren Maya, entre otros temas relevantes.

Sin embargo, también presenta el grave problema de no abordar los efectos de la inconstitucionalidad relativa a que el Ejército Mexicano sea el propietario del Tren Maya, según la Resolución por la que se autoriza la constitución de una Empresa de Participación Estatal Mayoritaria denominada Grupo Aeroportuario, Ferroviario y de Servicios Auxiliares Olmeca-Maya-Mexica, S.A. de C.V., misma que estará agrupada en el sector coordinado por la Secretaría de la Defensa Nacional, publicada en el Diario Oficial de la Federación, el 13 de abril del 2022.

El libro también carece del análisis relativo a las consecuencias de la participación de las empresas que intervienen en su construcción, como es el caso de Grupo México, Acciona, la española FCC —de la que Carlos Slim es socio mayoritario— y Operadora CICSA, de la que es dueño.

Más allá de las evidentes posturas ideológicas de quienes intervinieron en las investigaciones que conforman esta obra, los datos duros aportados dan una idea del efecto positivo que pudo tener el Tren Maya, si no fuera por el daño ecológico que ha provocado durante su construcción, por el nulo respeto hacia las comunidades indígenas en cuanto a su derecho a elegir lo que más les conviene, lo que ha impulsado la promoción de una cuarentena de amparos para evitar su construcción o la continuidad de las obras ya iniciadas, amén de que el titular del Ejecutivo federal ha pretendido que la obra sea considerada de “seguridad nacional”, para evitar el acceso público a la información relativa a ésta, en un contexto en el que el sujeto que cobra como presidente de la República se ha pronunciado por la desaparición del Instituto Nacional de Transparencia.

Soslayar el hecho de que la intervención del Ejército Mexicano en la construcción y administración del Tren Maya vulnera el precepto constitucional del artículo 129, que, textualmente dice: “En tiempo de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”, es pretender que la militarización de la vida pública es adecuada, bajo los supuestos —no comprobados— de que ello traerá algún tipo de beneficio para las comunidades indígenas del sureste del país, históricamente abandonadas y hoy expoliadas bajo la misma lógica mercantilista.

Muchas gracias: al equipo de La Silla Rota, por el espacio que me brindaron durante casi seis años; en especial a Roberto Rock, a quien tengo en alta estima. Gracias a las y los lectores, a quienes me debo. Cierro un ciclo importante de mi vida, con gratitud y humildad. Hasta pronto.