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Los cuervos del obradorato

López Obrador llegó al poder contándole un cuento a los mexicanos; resultó bueno para inventar una historia fantástica de realismo mágico que logró cautivar a millones de personas. | Leonardo Martínez

Escrito en OPINIÓN el

Observando el acontecer cotidiano desde una lejana butaca, me viene a la mente aquel antiguo refrán español que usamos frecuentemente en México para representar a la ingratitud con una terrorífica imagen: Cría cuervos y te sacarán los ojos

Aunque generalmente se aplica a las personas, permítanme introducir un spoiler: no pienso hablar en esta columna de nadie a quien le puede quedar bien el saco pues quiero hablar de otros cuervos, más bien inmateriales, que siguiendo con las parábolas visuales empiezan a picotearle los ojos al obradorato.

López Obrador llegó al poder contándole un cuento a los mexicanos. Resultó bueno para inventar una historia fantástica de realismo mágico que logró cautivar a millones de personas. Hay que reconocer sin embargo que el cuento se basa en hechos reales e inobjetables, aquellos que evidencian una acumulación histórica de desigualdades, abusos, injusticias y discriminaciones sociales. 

Si bien han sido dolosamente tergiversados por el cuento, los hechos son reales. Constituyen el día a día de una historia de privilegios para unos cuantos y de oportunidades negadas para la mayoría de la población. Es una historia de muchos colores cuya trama se va tejiendo con hilos de distinta textura a lo largo de generaciones que acumulan desconfianzas, rencores y frustraciones. Y es también una historia que cuenta cómo un cuentacuentos sagaz y oportunista aprovecha el caldo de cultivo de los resentimientos acumulados para hacerse del poder, engolosinarse con él y no querer soltarlo jamás.

Pero la historia no tiene nada de original. Se ha repetido muchas veces con diferentes matices en todas las civilizaciones, por eso tenemos algunas pistas sobre las escenas que siguen y, aunque sin tiempos precisos ni intrigas detalladas, sabemos cómo terminará. 

Para ahorrarnos el suspenso me adelanto contándoles el final: el cuento termina cuando el cuentacuentos ve con rabia y dolor cómo pierde poder y cómo se derrumba el paraíso imaginario que había construido en su otra realidad, la de los otros datos.

Viéndolo en perspectiva y rescatando la alegoría mencionada al principio de este texto, los cuervos engendrados no traicionan al dicho y se ponen a trabajar. Pero en esta parvada hay cuervos engendrados por el mismo cuentacuentos y hay otros que surgen de la trama de la historia.

Veamos. Entre los primeros están los que suelen atacar a los que se engolosinan con el poder, por ejemplo, la seguridad que los asalta y les hace creer que cada vez tienen más control sobre todos los asuntos de la vida del país; segundo, el crecimiento de una falta de empatía con propios y extraños, aún con aquellos que logró cautivar a lo largo de los años; y tercero, la falsa creencia de que las todas las acciones propias son legítimas y que están justificadas por un bien superior. La historia de las civilizaciones nos enseña que estos son el tipo de elementos endógenos que hacen que el poderoso empiece a cavar, inadvertidamente, su propia tumba.  

Entre los cuervos engendrados por la trama hay muchos que responden a la redistribución de los sentimientos de la gente, porque el desencanto, la desilusión y el recuento de los daños en carne propia hacen que los sentimientos se muevan como olas y que la gente cambie de opinión. Personas que al principio del cuento sentían frustración, que aceptaron el rencor y que disfrutaron pequeñas mieles de venganza, han empezado a descubrir las mil caras del engaño. 

Han visto cómo morían impunemente familiares y amigos en la pandemia, perdieron acceso a la salud, vieron el sufrimiento de quienes no encontraron medicamentos y constataron que las mujeres se vieron abandonadas a su suerte al perder lo pocos apoyos que tenían porque se quedaron sin guarderías, sin centros de atención para las mujeres violentadas, sin escuelas de tiempo completo que las obligaron a dejar sus trabajos y regresar a las vidas que tanto habían luchado por dejar. Y también, aunque tratan de voltear para otro lado, han tenido que atestiguar el crecimiento inexorable de los feminicidios, del poder de los narcos y de la corrupción. Los hechos son abrumadores y mueven conciencias entre muchos de sus seguidores.

A toda esa gente, que es mucha y que aceptó como un acto de fe la palabra del cuentacuentos cuando les repitió hasta el cansancio que él y sus cuatreros no eran iguales a los de antes, muy en el fondo se debate entre las incongruencias y le cuesta trabajo aceptar la idea de que efectivamente no son iguales, sino peores.

Son muchos los cuervos que con su picoteo develan el gran engaño y hacen que la trama del cuento precipite su propio final. Tiempos no sabemos porque éstos dependen de muchas otras cosas que no he incluido, pero ya observamos síntomas que indican que la probabilidad de que este pasaje dure menos de lo que muchos se imaginaban no es tan baja. Dejemos que los cuervos hagan lo que tienen que hacer.