CRISTINA PACHECO

Cristina Pacheco, la bienquerida

Cristina Pacheco, nacida en 1942 en San Felipe, Guanajuato, anuncia su retiro temporal de los medios en los que transmite o publica su obra periodística. | Joel Hernández Santiago

Escrito en OPINIÓN el

A Cristina Pacheco muchos la queremos mucho. Es así. Porque ella es un pan de dulce; porque es una sonrisa permanente; es la inteligencia y agilidad mental juntas; es la solidaridad y el cariño por la gente de a pie, la que no tiene más que su día a día y el sueño de una vida mejor… Es el gran periodismo en ella. 

Es quien, en diferentes medios o impresos, electrónicos o digitales, nos mostró a ese México profundo que guarda a seres humanos cargados de esfuerzo, de trabajo, de necesidades, pero también de dignidad y orgullo. Esos mexicanos que somos todos y que estamos siempre en el día a día para seguir con la frente en alto.

Son todos ellos a los que Cristina Pacheco dedicó y dedica gran parte de su vida, para entenderlos, para sentirse con ellos, mirar a México desde sus ojos y sus pensamientos: ‘Para mirar a lo lejos’ dice ella. Muchos de sus entrevistados salieron del anonimato porque ella los llevó a que nos percibiéramos de su existencia, sus valores y sus esfuerzos. Junto con ella aprendimos de todos ellos. 

Estudió lengua y literaturas hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero ya desde los años sesenta comenzó a publicar crónicas en los diarios “El Popular” y “Novedades”. Formó parte del equipo de redacción de la “Revista de la Universidad de México” en donde conoció a quien sería su esposo de toda la vida: José Emilio Pacheco, nuestro gran escritor

En 1963 comenzó a colaborar en la revista “Sucesos” en donde utilizó el seudónimo de “Juan Ángel Real”. Fue editora de los libros “Contenido” y directora de la revista “La Familia” y “La Mujer de Hoy”.

Colaboró en “El Sol de México”; “El Día” (donde publicó la sección “Cuadrante de la Soledad”; desde 1986, en “La Jornada”, donde escribía su sección dominical “Mar de Historias”… y más. Participó en un gran número de programas de radio y televisión. Es emblemático su programa semanal “Aquí nos tocó vivir”, un nombre que en parte le debe a Carlos Fuentes, en una frase final de Ixca Cienfuegos, el personaje de la novela que dice: “Aquí nos tocó, qué le vamos a hacer”.

Aunque yo había leído sus extraordinarias crónicas, a principios de los ochenta la vi por primera vez en la redacción de “UnomásUno”, a donde llegaba para ver y estar con sus amigos del suplemento cultural “Sábado”, que por entonces dirigía don Fernando Benítez, junto con Huberto Batis. Era un remolino de alegría, de castañuelas, de carcajadas francas y contagiosas… De inteligencia. 

Luego, por esas cosas del destino, la conocí aún más cuando trabé amistad con José Emilio, quien por entonces, junto con un grupo de intelectuales de enorme talante, era parte del Consejo Editorial que don Jesús Reyes Heroles había integrado para conocer y calificar las publicaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP). 

Con José Emilio platicaba mucho, y en momentos de crisis acudí a su refugio en su casa de la calle de Reynosa en la colonia Condesa. Ahí estaba Cristina, siempre solidaria y cariñosa. Siempre con una respuesta optimista a los avatares de la vida… 

Como editor le publiqué dos libros compilatorios: “Sopita de Fideo” (1984) y “Cuarto de azotea” (1985). Y nos reuníamos de tiempo en tiempo para comer y para platicar con amigos, colegas, periodistas, editores… Siempre gustosos. 

Supe de su gran admiración y cariño por Renato Leduc y, sobre todo, de su gran admiración y afecto por don Pedro Ocampo Ramírez, el tabasqueño periodista y escritor que tenía voz de trueno y que era, al mismo tiempo, otro ser humano hecho y derecho, construido para vivir el periodismo crítico junto con los grandes de aquellos años y que no se olvidan. 

Ella lo admiraba mucho y acudió al homenaje que se le brindó a don Pedro en Tabasco, durante el gobierno de Salvador Neme Castillo. 

Aquel día de 1989 improvisó un discurso cargado de amor, de amistad, de respeto, de admiración y de solidaridad por aquel ser humano que merecía ser reconocido. Sus palabras emotivas hicieron que el mismo gobernador se motivara hasta las lágrimas porque era, también, un gran ser humano y había sido un gran amigo de don Pedro. 

Dejamos de vernos poco a poco, como las olas del mar que llegan, irrumpen y regresan a su origen. Ella en la grandeza de su periodismo, yo a las tareas editoriales y periodísticas que también me apasionan. Nos vimos alguna vez en la entrega de los Premios Nacionales de Periodismo y hubo un saludo cordial y emotivo… 

Por estos días Cristina Romo Hernández, nuestra Cristina Pacheco, nacida en 1942 en San Felipe, Guanajuato, anuncia su retiro temporal de los medios en los que transmite o publica su obra periodística. Aduce razones de salud. Tiene 81 años. Esto dicho por ella es una muy mala noticia. 

La hemos visto y leído durante muchos años ¿cincuenta? durante los que ha desgranado su dulzura, su humanismo a prueba de todo, su talento como escritora y, sobre todo, información, como una gran periodista que es. Ya la extrañamos desde ahora. Extrañaremos su “Mar de Historias”, su “Aquí nos tocó vivir”, sus “Conversando con Cristina Pacheco” y tanto más. 

Pero sobre todo la extrañamos a ella, tan entrañable, tan querida, tan necesitada por nosotros, tan llena de atributos y tan llena de los mexicanos; los mexicanos que queremos una voz para ser escuchados y ella lo ha sido y lo será porque es cierto: “Aquí nos tocó, qué le vamos a hacer”. 

Joel Hernández Santiago

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