EL ESPACIO DIGITAL

Archipiélago juvenil

El archipiélago juvenil es una metáfora que articula los microespacios fronterizos con las plataformas sociodigitales a través de múltiples experiencias juveniles: la escuela, la casa, el trabajo. | Jorge Meneses*

Escrito en OPINIÓN el

Según Alessandro Baricco los jóvenes del siglo XXI son como pececillos que navegan en la superficie del internet pero que no profundizan. A pesar de que les han salido branquias para sumergirse en lo digital, no bucean, surfean, alertas de lo que pase a su alrededor. Para ubicarlos en su mediación sociodigital propongo contextualizarlos desde un Archipiélago juvenil. 

Este archipiélago es una metáfora que articula los microespacios fronterizos con las plataformas sociodigitales a través de múltiples experiencias juveniles. La escuela, la casa, el trabajo, así como múltiples espacios de tránsito no son espacios aislados ni entre sí, ni del internet, son esferas socioculturales interconectadas. Las islas de socialidad no son homogéneas ni aparecen aisladas, constituyen arenas sociales juveniles que se sedimentan con las interacciones cotidianas en situaciones transculturales concretas. 

Fuente: Jorge Meneses

La casa es la isla de socialidad donde los afectos se construyen destendiendo las camas, primero, con los brincos en la niñez, luego, en la juventud, aplicando lo aprendido en el kamasutra. Pero ¿cómo aspirar a una casa o a un cuarto propio en el siglo XXI con sueldos que parecen más abonos chiquitos que compensaciones justas por lo trabajado? Cuando Marshall Berman escribió “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, no imaginaba que la gentrificación desmontaría barrios y pueblos para crear lugares VIP donde no caben ni los sueños ni la vida de la mayoría de los jóvenes latinoamericanos. Por eso no pueden mudarse de casa de sus padres o si lo hacen tienen que vivir cuatro, cinco o seis en un mismo departamento. Propongo llamar wifitecas a quienes se quedan los viernes en casa a navegar y consumir por internet, pero no por autoaislamiento, como imitación de la moda juvenil japonesa, sino por la violencia en la calle y lo costoso que es ir a espacios privados a divertirse. 

La escuela es la isla donde sería el lugar ideal para construir ciudadanos al servicio del bien común, no soldados de la patria y del mercado. Cuando Pink Floyd redactaba “We don't need no education, We dont need no thought control, No dark sarcasm in the classroom”, las universidades del siglo XXI tuvieron en ellos una pedagogía de liberación no escolarizada. Privilegiar el pensamiento reflexivo, estimular la creación por encima de la memorización, reconocer la diversidad no la uniformidad y generar tolerancia e inclusión con pleno respeto a los derechos humanos, sigue siendo una materia pendiente en los centros de enseñanza. 

El trabajo es la isla donde se construye la riqueza. Cuando el personaje de Don Ramón –en El Chavo del Ocho– señalaba que “el problema no era el trabajo, sino tener que trabajar”, aunque no tenía idea del autor de “El capital”, quiero imaginar que hizo una interpretación densa de que en el proceso de producción se genera la explotación del hombre por el hambre, y con ello, la multimillonaria riqueza del uno por ciento de la clase ociosa, los dueños del mundo. Por eso, en el capitalismo de plataforma el trabajo digno, bien retribuido y los derechos laborales son demandas vigentes que podrían identificar a los ludistas del siglo XIX y a los mineros de Cananea y río Blanco, con los hijos de los mineros de Pasta de Conchos, los jóvenes sin sueldo que reparten comida en motos –en la llamada uberización del empleo– y con las nenis del siglo XXI.

Los lugares de tránsito son espacios donde suceden múltiples violencias. Los grupos del crimen organizado, un Estado policial rebasado o cómplice (que no tiene el monopolio de la violencia) y las incontables microviolencias hacen del espacio público una isla poco atractiva para habitar en la cotidianidad. Sin embargo, para ellos son los espacios de la resistencia, de la construcción de redes de ayuda, del encuentro con l@s otr@s.    

El internet es una isla fronteriza porque conecta con múltiples experiencias juveniles presenciales y digitales. Gracias a la ubicuidad digital las juventudes pueden estar en muchos lugares al mismo tiempo a diferentes ritmos y con diferentes maneras de comunicar. Al navegar están en una especie de Aleph borgiano en donde lo mismo encuentran “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, “Rosal Pastel”, o “Ella baila sola”, de Neruda, Belanova y Peso Pluma, respectivamente. Esa isla digital está conectada con múltiples plataformas que en su conjunto forman un ecosistema digital. 

Allí, los jóvenes lo mismo interactúan como un cardumen que viraliza al Niño Dios bailando el Pasito Perrón, que generan protestas desde el llamado activismo de sillón, como sucedió por la revictimización que hicieron los medios ante el feminicidio de la joven Debanhi Escobar. Sin embargo, en su posición de consumidores omnívoros también devoran y comparten basura en las cascadas de información que llega a sus perfiles en las redes sociales. En el fondo, ni Jack Sparrow imaginó que en ese océano digital el oro más codiciado fueran sus datos y la bitácora de navegación de esos jóvenes, que a diario son asediados por los algoritmos extractivistas. 

En suma, las islas del archipiélago son sedimentadas por generaciones de jóvenes que transitan sin certeza laboral, sin techo seguro, sin seguridad en las calles y que fluyen en la inmediatez hedonista de las plataformas. A veces son el cardumen preferido de los tiburones del ecosistema digital, pero a veces, como personajes de Kafka, una mañana despiertan, y son otros, son los rostros de la resistencia.  

*Jorge Meneses.

Profesor-Investigador del Instituto de la Comunicación de la Universidad del Mar, campus Huatulco. Licenciado en Antropología Social (ENAH), maestro en Sociología Política (Instituto Mora) y doctor en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Intereses de investigación: métodos y culturas digitales; juventudes en América Latina; antropología del deporte. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SIN I). Tiene un podcast llamado “Jorge Meneses Antropólogo digital”. Entre sus últimas publicaciones está el libro “Antifubol. Narrativas híbridas en fuera de lugar”. 

Jorge Meneses

@institutomora