Los estragos de la pandemia, la crisis energética y económica, comienzan a pasar factura a todos los países. Durante la primera mitad de este 2023 la deuda mundial alcanzó un récord de 307 billones (millones de millones) de dólares, de acuerdo con cifras del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés).
El informe del IIF señala que el incremento se debe principalmente al aumento de la deuda pública de los países avanzados, entre ellos por supuesto los Estados Unidos que apenas hace unos meses, tuvo que recurrir al congreso para elevar el techo de su deuda y así evitar el trauma de la banca rota.
De acuerdo con el reporte del IIF, la deuda global equivale al 336% del PIB mundial, en 2022 representó el 238% y los pronósticos señalan que no se vislumbra un tope en el horizonte cercano.
¿Qué significa esto? Por un lado, que los gobiernos especialmente las economías más pobres y en desarrollo, no cuentan con los recursos suficientes para hacer frente a los requerimientos de la población en materia de salud, educación y desarrollo. Esta situación se repite en cada una de las 59 naciones que están en condición de pobreza o vías de desarrollo.
¿Cómo se llegó a esto? Las razones son multifactoriales, pero vale la pena señalar que la crisis de deuda global ya se vislumbraba desde antes de la pandemia. En el 2019, la deuda global fue de 219 billones de dólares, alderedor del 15% más que la registrada en 2008 cuando estalló la burbúja inmobiliaria.
A partir de ese momento, la deuda mundial inicia su ascenso que se acelera con la guerra comercial de Donal Trump contra China y sienta las bases de una crisis que poco a poco fue permeando en todas las economías del planeta. La pandemia tomó por sorpresa a la mayoría de los países que lidiaban con el escenario de crisis comercial obligándolos a tomar la deuda que ofreció el Fondo Monetario Internacional para paliar los efectos del confinamiento y que hoy, se ha incrementado debido a las altas tasas de interés de los bancos centrales.
La crisis energética provocada por la guerra en Ucrania y las sanciones contra Rusia, así como la carrera para transitar hacia una econmía sin petróleo, propicio un desajuste en los mercados cambiarios que han llevado a la especulación del fin del dólar como modena única de intercambio comercial en el mundo. Sólo de consumarse este hecho, significaría prolongar por tiempo indefinido la política de altas tasas de interés, lo que llevaría a un menor acceso al crédito productivo que es lo que se requiere para recuperar el crecimiento de la economía global, contener la inflación y comenzar a revertir las altas tasas de interés.
En este espacio, habíamos hablado sobre la posibilidad de un escenario de esta magnitud en donde los países en desarrollo, podrían incurrir en impagos de deuda, y aunque todavía no se presenta una cadena de países en banca rota, desde las Naciones Unidades, su titular António Guterres, ha venido abogando por la condonación de la deuda a los países más pobres y facilitar el acceso al crédito en condiciones más flexible a muy largo plazo.
En el caso de México, la administración de López Obrador, finalmente recurrió al Banco Mundial para solicitar un préstamo por 1,000 millones de dólares y que, aunque en el balance de su cuenta aparecen dos préstamos más por 900 millones de dólares, los montos adquiridos por esta administración están lejos de los solicitados en sexenios anteriores aún cuando las condiciones macroeconómicas del mundo eran mucho más favorables que las del contexto actual.
Finalmente, la economía mundial seguirá bajo mucha incertidumbre, pues si hasta el día de hoy, ninguna nación importante en vías de desarrollo se ha declarado en impagos, mucho ha tenido que ver la actuación de China y el bloque de los BRICS que han facilitado préstamos a los países con déficits en cuenta pública y a la fuerte de demanda en la producción de alimentos, de petróleo y de minerales críticos para la transición a la electromovilidad.
Aún así, la posibilidad de que la economía global entre en una crisis más aguda no ha desaparecido y para evitarlo, los países ricos deberán tender lazos de cooperación y desarrollo con los países pobres; no hacerlo, nos acercará sin remedio tarde que temprano a una crisis aún mayor y quizás a un conflicto bélico sin precedentes.