OCIEL BAENA

Discriminaciones, el caso Ociel Baena

La ancestral negación de las distintas formas de discriminación contra las personas LGBTTIQ+ ha ido dando paso a una sensibilización colectiva: la discriminación sí existe. | María Teresa Priego

Escrito en OPINIÓN el

La muerte violenta del magistrade Ociel Baena detonó una oleada de empatía y solidaridades que se extendió de norte a sur. Las redes sociales estallan en reclamos de justicia, denuncias ante los crímenes de odio, reconocimiento por la formación y el trabajo de le magistrade y por la singularidad de su activismo. Miles de personas acompañan a su familia y a sus amigues en el duelo. Una se llena de esperanza: México estás cambiando. Sin duda. La lucha por los derechos de las personas ha permeado cada vez más conciencias.

La ancestral negación de las distintas formas de discriminación contra las personas LGBTTIQ+ ha ido dando paso a una sensibilización colectiva: la discriminación sí existe. Milenaria y aferrada. Daña. Su daño puede ir desde el bullyng tan naturalizado, hasta el horror extremo: los crímenes de odio. Ha sido indispensable un cambio individual –de una por uno/por une– que fue generando el cambio cultural y social. Sí ha sucedido. Basta con ver que a lo largo y ancho del país decenas de miles de velas simbólicas se encendieron por Ociel y por lo que sus activismos significan. 

Pero como choque de trenes ante esta certidumbre se agudizó –en otros mundos– el rostro de una homofobia, transfobia, binariefobia (todo ello con frecuencia mezclado y confundido) que irrumpe en sus distintas versiones: la siempre presente en su omnipotencia convencida de su verdad absoluta a la cual todes tienen que plegarse, la latente que brota ante el “escándalo”, la negadora que circula tranquila sin siquiera percatarse de sus dimensiones.  Así como en México “no somos racistas”, aunque la cotidianidad de la discriminación “racial” nos golpee todos los días, tampoco somos homofóbicos

No se considera homofóbico decir: “que cada quien haga con su vida privada lo que quiera a condición de que no nos enteremos”, “lo malo no es que sean homosexuales, sino que lo actúen”. Que sean invisibles. Que no existan. “Si nacieron perversos que vayan al psicólogo y se curen”. Por solo mencionar algunas opiniones que tristemente, están lejos de ser las peores. “Los términos “enfermo”, “perverso”, “degenerado”, “invertido”, “puñal”, circulan con dolorosa intensidad. El lenguaje inclusivo se vive como una ofensa abominable. Esa “e” en magistrade que implica una elección distinta de vida y sin duda, una postura política, se convierte casi en un meteorito que cae sobre los techos de sus casas. 

No conozco ninguna circunstancia en que las personas en su mayoría tan indiferentes al uso de la lengua (y aun cuando no lo sean) se sientan tan indignadas. Defienden a la Real Academia con una pasión casi sospechosa. La lengua evoluciona, se transforma. Tan simple como que si no seguiríamos hablando latín. Pero por otro lado y lo más importante: nadie nos obliga a usar la “e” de la inclusión, que no solo se refiere a las personas no binaries, sino que en muchos casos es un recurso para ahorrarnos el “todas y todos”. ¿Qué está detrás de esa defensa excesiva –en este caso de la o– sino el espanto ante la diferencia que se manifiesta y toma su lugar?

También causó ataques airados en su momento (y menos, pero los sigue causando) la feminización de las profesiones: “no se dice presidenta, ni médica, ni ingeniera, eso no existe”. Digamos que no existía hasta que la primera “presidenta”, “médica” o “ingeniera”, encarnó el espacio y el oficio. No existía hasta que las mujeres se ganaron su acceso a la educación superior. Y el paso de la violencia a la violencia simbólica extrema: la exhibición de los cuerpos ensangrentados de Ociel y su pareja. La burla. La omnipotente voz que se vive profética en las abundantes versiones del: “¿qué más podía esperarse entre ese “clase” de personas?”. El “castigo merecido” les llegó. 

Y me pregunto, ¿de qué se sienten –quienes así escriben– tan aliviados ante el horror? ¿Cuál es esa repartición tajante y brutal del mundo entre “buenos” y “malos”, “superiores” e “inferiores” que traen dentro? Si la tragedia llega en la piel de las personas a quienes rechazan, descalifican y temen, ¿ya ellas/ellos tienen garantizado el lado “bueno” y “superior” de la acera? ¿Ya pueden dormir tranquilas/os? ¿por qué sería una amenaza el lenguaje inclusivo? Un abanico. Una manera de vestirse. La reivindicación del derecho a la diferencia. La vivencia de la diferencia como un atentado a la propia identidad puede llevar y lleva a extremos de crueldad inimaginables. Seguro, como escribió Rosario Castellanos existen “otro modo de ser humano y libre/otro modo de ser”. En ese horizonte habita la esperanza.

María Teresa Priego

@Marteresapriego