Hace año y medio falleció el artista colombiano Antonio Caro, un genio del arte conceptual. Una de sus obras más relevantes es una impresión austera con la frase “Todo está muy Caro”.
Hace unos días, mientras impartía la clase de Políticas Públicas, para una especialidad de la UNAM en Espacio Público y Movilidad Urbana, hablaba de la importancia de planear la infraestructura no sólo desde el punto de vista ingenieril o urbanístico, sino también financiero. Durante esa sesión hice énfasis en los posibles impactos, positivos y negativos, de un eventual impuesto a los combustibles. Entonces llegó una pregunta inesperada pero pertinente: ¿De verdad no alcanza con el presupuesto actual?
La respuesta es, sin duda, negativa. Independientemente de los sesgos relacionados con la corrupción, el presupuesto público no es una coladera que se va a las cuentas personales de los funcionarios, ni siquiera en la administración más deshonesta. Lo que ocurre es que ciertos gastos, como obra pública y adquisiciones, cargan un sobreprecio que debería traducirse en un mayor beneficio público, sea por la vía de la calidad, la cantidad o un menor precio. No obstante, la apreciación generalizada, con los niveles de corrupción prevalecientes, es que hay un desvío total y por eso el electorado llega a deslumbrarse con obras mal planeadas pero faraónicas.
Parte de la irresponsabilidad política es no hablar con la verdad: los presupuestos no alcanzan. Quien diga que "sin corrupción, alcanza", miente. Con planeación sí alcanza, pero en el largo plazo.
Se puede mejorar mucho la eficiencia. Obras mejor planeadas deberían dar lugar a ahorros, por la reducción misma de los montos de los contratos pero también por obras de mejor calidad. De eso no hay duda.
Sin embargo, esto incluye la exigencia de reflexionar dónde ponemos de mejor manera el recurso: si el gobierno invertirá mil millones en un proyecto, debe existir la reflexión y el análisis acerca de si no hay un mejor destino para ejercer el recurso ... o si hay alguien más que pueda hacer el proyecto, reduciendo o evitando el gasto público. Esto no siempre sucede.
La Jefa de Gobierno presume que en vez de un Museo del Niño, privado y de cuota, habrá un museo público y gratuito en la terminal de Constitución de 1917; en vez de un centro comercial habrá una prepa pública. ¿Alguna vez analizaron la alternativa de que el Museo Papalote y el centro comercial financiaran la preparatoria en otro sitio cercano al metro? Este tipo de decisiones, más allá de la arenga política, pueden significar un gasto más eficaz. Tiros de precisión.
Aún así, puedo anticiparlo, como la obra de Antonio Caro, todo está muy caro. Construir un kilómetro de Metrobús cuesta alrededor de 10 millones de dólares, 4 mil millones de pesos por una línea de 20 kilómetros; construir un kilómetro de Cablebús, 20 millones de dólares, o 3,200 millones de pesos en un proyecto de 8 kilómetros. Construir un kilómetro de metro en viaducto elevado puede rondar los 75 millones de dólares, 100 millones para un cajón construido a cielo abierto, y quizá cerca de 150 millones para un túnel profundo, con todo y trenes.
La ampliación de la Línea 8 del metro habría costado 12 mil millones en viaducto elevado y 16 mil millones subterráneo con "Muro Milán''. Entre el Cablebús (4 mil millones), el trolebús elevado (4 mil millones) y la terminal de Constitución de 1917, el Gobierno de la Ciudad de México ha invertido por lo menos 9 mil millones de pesos en la zona: ¿Hicieron el análisis comparativo de costos y beneficios entre ampliar la línea 8 de Constitución de 1917 a Santa Martha y las obras que están llevando a cabo? Es obvio que las tres acciones se decidieron a capricho.
Suponiendo que la Ciudad de México necesita duplicar (por lo menos requiere triplicar) la infraestructura de metro, nos hacen falta 100 millones de dólares en promedio, por lo menos 400 mil millones de pesos. Nadie está planeando cómo conseguirlos para que estas obras se lleven a cabo en las próximas cuatro o cinco administraciones.
Del agua, el drenaje y la infraestructura de infiltración de lluvias, no conozco los parámetros, sin embargo, los montos necesarios para los próximos sexenios son igualmente elevados. Todo está muy caro. ¿Alguien hablará con la verdad en la elección de 2024? Me encantaría encontrar, por lo menos, un artista conceptual como Antonio Caro que lleve a cabo una provocación a la reflexión, pero sería mejor un candidato o candidata que pusiera los puntos sobre las íes: todo está muy caro.