En 2019 viajé a Copenhague. Renté una habitación en un departamento cerca de la terminal del tren. Mis anfitriones me dieron la bienvenida, la clave del internet y mi toalla. Al día siguiente, volviendo de cenar, había una persona tirada en el vestíbulo del edificio, con los pantalones abajo, sangrando de las piernas y una jeringa cerca de sus manos. Comenté el incidente con los dueños del apartamento. Horas después, me regalaron una caja de chocolates.
Airbnb es un servicio que principalmente enlaza a propietarios de cuartos, departamentos, casas y similares, con viajeros. El servicio conlleva riesgos para oferentes y demandantes del servicio, así como para sus vecinos y para los barrios más atractivos de las ciudades más visitadas. Airbnb se desentiende, por lo general, al asumirse como una plataforma de vínculo entre unos y otros.
Más allá de Airbnb en específico, hay preocupación mundial por la intensificación del turismo. En 2014, el director de cine Eduardo Chibás sacó el documental "Bye bye Barcelona", sobre los impactos negativos de los visitantes en la capital catalana.
Hace unos meses, fue noticia el desalojo de la cafetería Trevi, que llevaba años en la esquina de Dr. Mora y Cristóbal Colón, donde el edificio sería remodelado para detonar actividades económicas más rentables, entre ellas, Airbnb.
A unos metros de allí, Barrio Alameda, otro edificio con el mismo estilo, pero ya remodelado, nos muestra la cara de la recuperación: tiendas, bar, restaurantes, hotel boutique, Airbnb, entre otras amenidades. Es un gran lugar Barrio Alameda y genera más empleos.
En distintos puntos del centro ha habido este tipo de rescates: edificios viejos, remodelados, y puestos en venta y renta mensual o diaria, según el caso. Sin esas inversiones, el deterioro seguiría; pero hay quienes pueden vivir en un edificio viejo sin remodelación, más económico, aunque algún día se caerá a pedazos.
Es evidente que, tras la pandemia, cientos o miles de extranjeros, sobre todo de países desarrollados, están haciendo trabajo remoto desde buenos lugares de México y están aprovechando las diferencias de ingresos para pagar espacios en colonias costosas como Roma, Condesa o Polanco. Esto encarece las rentas y no hay medidas públicas para contener los impactos negativos, como por ejemplo en Amsterdam, una de las ciudades más avanzadas en la materia.
Dos integrantes del gabinete de Claudia Sheinbaum, por años, han sido opositores a todo el sistema de plataformas de economía colaborativa; han tomado decisiones, en su ámbito de gestión, que impactan a servicios como Didi, Uber, Beat, Mobike, Lime, entre otras. De manera específica, esos dos titulares, Pepe Merino y Andrés Lajous, han hablado en sus redes sociales acerca de los impactos locales negativos de Airbnb, como el encarecimiento de la vivienda en renta y la expulsión de población. Respecto a las plataformas en general, su posición, es que el Estado no debe quedar fuera de procesos privados en áreas de interés público.
No sorprende su silencio cuando la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, firma un acuerdo con Airbnb para colaborar en lo que han criticado. Hace unos días acordó, con dicha plataforma, promover a la capital mexicana como un destino internacional para los nómadas digitales, es decir, personas que hacen trabajo remoto sin tener una residencia fija. Digo que no sorprende, porque al final es la lealtad a una figura política lo que los calla y que a su vez los convierte en nómadas ideológicos, personas cuyos enunciados ya no son creíbles si uno no mira el lugar político en el que están parados.
En la esencia de ambos, uno pensaría que mantienen su posición respecto a las plataformas; la realidad los obliga a mudarse ideológicamente. El problema es que con el nomadismo de Merino y Lajous, cuyos aportes a la deliberación de lo público eran valiosos hasta la campaña de 2018, perdemos mucho en la conversación de estos temas. Las discusiones de fondo no son posibles cuando sólo contienen la verdad emitida por una persona dotada de poder que se cree visionario, pero al mismo tiempo se queda calladito cuando su jefa firma un acuerdo que los contradice.
Todas las plataformas que enlazan demandantes y oferentes son no sólo útiles, sino además pueden contribuir a un uso mucho más eficiente de los recursos (autos, cuartos, departamentos, asientos en el transporte público, lugares de estacionamiento, etc.) pero conllevan riesgos específicos que deben ser regulados. Esa es la conversación necesaria.
El acuerdo que firmó la jefa de gobierno, para promover a la ciudad como “capital del turismo creativo y trabajadores remotos” no es del todo malo, sí hay impactos positivos, pero anula por completo la deliberación sobre los impactos negativos, incluida la de sus colaboradores que han tomado decisiones al perseguir o dificultar las actividades de otras apps que cumplen funciones similares, con beneficios generales y riesgos concretos.
Necesitamos fomentar la deliberación constructiva y dejarnos de nomadismos ideológicos, manipulaciones y tecnócratas preclaros y prepotentes ... pero en este gobierno, ya no ocurrió.