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Los instrumentos de la noche • Ernesto Priani Saisó

Episodios para una historia de lo soñado.

Escrito en OPINIÓN el

Nuestros sueños están habitados por historias, pero, si miramos bien, dentro de estas podemos identificar siempre una multitud de artefactos y objetos tecnológicos. Estos parecen estar ahí por casualidad, pero en ocasiones llegan a ser el objeto central de todo el evento, como la jeringa en el famoso sueño de Freud.

Los instrumentos de la noche estudia la presencia inquietante de estos objetos en nuestra vida onírica y como se les ha ido dando significado a lo largo del tiempo. A través de la lectura de textos clásicos sobre teoría e interpretación de los sueños y la revisión de los registros personales de distintas personas entre las que destacan Cardano, Swedenborg, Lichtenberg, Hervey de San Denis o Benjamin, se va hilando la historia de estos objetos oníricos, lo que nos cuentan del soñante y de su presente, y lo que nos dicen de ellos mismos, artificios para la vida diurna que nos habitan de noche.

Una historia a partir de lo que ha sido soñado, que muestra cómo la imagen onírica de esos objetos, está dotada de vida.

Fragmento del libro de Ernesto Priani Saisó Los instrumentos de la noche: Episodios para una historia de lo soñado”. Publicado por Bonilla Artigas Editores. Cortesía de publicación Bonilla Artigas Editores.

Los instrumentos de la noche | Ernesto Priani Saisó

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Interpretación

La gramática de los sueños

No hay un principio, algún momento que se pueda identificar como el origen de la interpretación de los sueños. El libro en el que hoy descansa toda la tradición onirocrítica en Occidente fue escrito en un momento ya tardío de la cultura antigua, durante el siglo ii de nuestra era, cuando ya el cristianismo con su revolución de la fe y de la conciencia comenzaba a extenderse, atacando muchas prácticas paganas.

Sin embargo, no hay mejor lugar donde comenzar este recuento de episodios sobre el sueño y la tecnología que la sobrevivencia de un libro al azar, un evento que ejemplifica la idea de emergencia de Agamben. Como no tenemos acceso a

la práctica de la interpretación de los sueños ni a textos que la expliquen, salvo algunos testimonios sueltos, La interpretación de los sueños de Artemidoro de Daldis constituye el momento en que la onirocrítica emerge a la conciencia y a la historia de Occidente como práctica organizada y descrita, para convertirse en una suerte de motivo que, como en toda pieza orquestal, vuelve una y otra vez por la vía de migraciones, descubrimientos y traducciones, a lo largo de la historia.

Pese a la enorme influencia que ha tenido en Occidente, Artemidoro es un autor del que se sabe muy poco, en buena medida porque no fue especialmente conocido entre sus contemporáneos. Vivió durante el siglo II de nuestra era. De acuerdo con la Sauda, enciclopedia bizantina, fue autor de otros libros sobre adivinación en el vuelo de las aves y en la lectura de manos, pero ninguna de estas obras le sobrevivió. Su Interpretación de los sueños es una amplia síntesis de cómo llevar a cabo la traducción de las imágenes en los sueños, como mensajes de lo que nos depara el futuro. Tiene como base obras que Artemidoro declara haber consultado y que no han llegado a nosotros, salvo pequeños fragmentos conservados por él o por otros autores.

De manera muy sintética, para Artemidoro los sueños son “un movimiento o una invención multiforme del alma que señala los bienes y los males venideros”. Entendidos así, los sueños hablan de la conexión del alma con una entidad mayor en la que se anticipa el destino de cada uno de los individuos. Un contemporáneo suyo, Sinesio de Cirene, alumno de la filósofa neoplatónica Hipatia, de quien sobrevive entre sus obras un breve tratado teórico Sobre los sueños que será también muy influyente, escribirá: “Y es que el intelecto posee las imágenes de los seres, lo afirma la filosofía más antigua. Nosotros añadimos que el alma posee las del devenir, puesto que la relación del intelecto con el alma es la misma que la del ser con el devenir”. De modo que el fundamento de la interpretación de los sueños es este acceso del alma a las imágenes del porvenir, de la misma manera en que el intelecto tiene acceso a las ideas, en la tradición platónica.

Ésta es también la razón por la que los sueños no eran propios ni personales, como los entendemos hoy. Provenían del ser al que accedía el alma y desde el cual se obtenían imágenes que se tornaban mensajes –la mayor parte de ellos, genéricos, a través de objetos o personas presentes en los sueños– sobre lo que podría suceder de inmediato o al cabo de cierto tiempo al soñante.

Como se verá con detalle más adelante, La interpretación de los sueños es por un lado una gran colección de las imágenes oníricas a las que tiene acceso el alma y, por otro, un conjunto de reglas y ejemplos para comprender su significado, pues no todos los sueños son adivinatorios o tienen sentido. En suma, constituyen una gramática destinada a guiar la práctica diaria del intérprete.

Frente a la tradición recogida por Artemidoro, el cristianismo naciente mostraría enorme hostilidad. Con su ambigüedad habitual, los primeros cristianos aceptarían la existencia de sueños proféticos que se originan en Dios y que se vinculan con procesos de conversión y martirio, como el del sufriente Policarpio quien, vencido por el cansancio, soñó que su almohada se encendía de repente y se consumía, y gracias a ello supo que moriría quemado por no renunciar a su fe.

Pero fuera de estos casos excepcionales, el cristiano sospecha de los sueños porque pueden ser instrumento de Satán y otros demonios, para inducir tentaciones y atormentar a los cristianos. Tertuliano, por ejemplo, padre de la iglesia y contemporáneo de Artemidoro, pone a las vírgenes sobre aviso de estos sueños, porque pueden llevarlas a perder su pureza mientras duermen, aunque la idea de que el demonio fuera causa de los sueños no prosperaría en el cristianismo.

La sobrevivencia de la obra de Artemidoro en un entorno que se iría volviendo cada vez más hostil a la interpretación de los sueños hubiera sido imposible si no fuera por la conservación de la lengua griega, las prácticas y las obras paganas en Bizancio y sus territorios, y sus intercambios culturales con los califatos árabes.

De hecho, el primer retorno del motivo de la interpretación de los sueños aparecerá, no en Bizancio, sino en el mundo árabe. A diferencia del cristianismo, la cultura árabe tiene una aproximación por completo diferente a los sueños. Para identificar el lugar dado al sueño en ella, se suele citar el Corán, capítulo 30, versículo 24, que dice:

Y parte de sus signos es vuestro sueño de noche y de día, y vuestra búsqueda de su favor; realmente en esto hay signos para la gente que escucha.

El sentido que se da al versículo pone de realce que para el pensamiento islámico el sueño, como la vigilia, tienen un valor semejante. Ambos son estados en los que se debe estar atentos a las señales divinas, debido a que las visiones y las profecías pueden darse en cualquiera de los dos estados. En este sentido, el sueño pertenece a una esfera distinta a la de los procesos de dormir y estar despiertos, porque es algo que puede ocurrir tanto en uno como en otro estado. Es decir, el sueño es una realidad adicional a la que se puede acceder en cualquier momento del día.

Esta idea sobre el sueño, como puede anticiparse, es completamente afín a la práctica de la interpretación de los sueños, y por ello no sólo se preservará, sino también el texto de Artemidoro que servirá de modelo y guía para sus futuros estudiosos.

Por su parte, El libro de la interpretación de los sueños de Abû Bakr Muhammad ibn Sîrîn es uno de los libros más importantes escritos en árabe sobre la práctica de la interpretación de los sueños. Aunque mucho más breve, el de Ibn Sîrîn, redactado en algún momento del siglo vii, tiene forma semejante a la Artemidoro: una gramática construida a partir de un catálogo de imágenes. Pero la semejanza es sólo formal: más adelante se podrán identificar con precisión las diferencias culturales que matizan la forma de interpretar los signos en los sueños, y cómo aparecen nuevos objetos técnicos en el campo onírico, al pasar de una cultura a otra.

El segundo retorno del motivo de la interpretación de los sueños ocurrirá en Bizancio, dos siglos más adelante. A diferencia de los árabes y a pesar de haber servido de vehículo para transmitir la obra de Artemidoro, la cultura bizantina no fue, al menos al principio, favorable a la interpretación de los sueños. Inicialmente oscilará dentro de la misma ambigüedad que el cristianismo occidental respecto a ellos: comparte la prohibición a la práctica de la interpretación onírica por considerarla pagana, pero acepta la existencia de sueños como mensajes divinos y también como medio de curación a través de la incubatio. Esta consiste en un procedimiento por el cual una persona es enviada a dormir a un lugar específico –una tumba, una iglesia, una caverna– para recibir la cura a sus males que, mediante el sueño, opera algún intermediario divino. Así se dice que ocurrió, por ejemplo, con el emperador Justiniano –tan importante para la consolidación del imperio Bizantino– quien recuperó una pierna gangrenada gracias a la intervención, durante el sueño, de san Dimas y san Cosme, en cuya iglesia dormía. Sin ella, Justiniano no hubiera expandido el imperio como lo hizo, ni estos santos tendrían hoy tantas iglesias en lo que fue su territorio.

A pesar de esta aceptación parcial de los sueños, el movimiento iconoclasta en el siglo viii impuso en Bizancio una visión negativa de las imágenes, extendiéndose incluso a las que aparecían en los sueños. En el siglo siguiente esta actitud cambia: finaliza el movimiento iconoclasta y cesa la hostilidad hacia los intérpretes de los sueños, porque vuelven a valorarse positivamente por razones religiosas los íconos y, en general, las imágenes. También por razones político-culturales dentro de Bizancio hay una reapropiación de la cultura helénica y, a través de ella, de la práctica de la interpretación de los sueños, a la que contribuye, de nuevo, el intercambio cultural con los califatos. En este proceso regresa Artemidoro, esta vez recogido junto con los teóricos árabes sobre los sueños, que serán la base teórica de su interpretación en el Bizancio de la Baja Edad Media.

Los Oneirocritica bizantinos suelen ser largas relaciones de imágenes oníricas y su significado. Un simple listado, ordenado alfabéticamente, para ser utilizado por los intérpretes de sueños en su práctica cotidiana, dejando de lado las especulaciones teóricas sobre la naturaleza de los sueños y las formas para interpretarlos.

A pesar de las diferencias históricas y culturales, todos estos documentos coinciden en un mismo punto: los sueños son un vehículo para conocer el porvenir y existe una técnica apropiada para extraer su significado y advertir al soñante.

 

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