En un siglo la temperatura ha aumentado en México 3.2 grados, mientras que el resto del mundo lo ha hecho 2 grados en el mismo plazo de tiempo.
Por regiones, los estados del norte del país sufren estrés hídrico por la falta de agua y en las regiones costeras fenómenos meteorológicos como Otis con su cantidad de lluvia y vientos cada vez se hacen más frecuentes y causan más daños.
La propia Ciudad de México acaba de ser azotada por una lluvia con precipitaciones pluviales de 80 milímetros por metro cuadrado, lo que equivale a 80 litros de agua por metro cuadrado. Este tipo de lluvias, que cíclicamente se veían cada 30 o 50 años, ahora se repiten en menos de 10 años y así van a continuar.
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Pero además de los fenómenos meteorológicos acelerados por el calentamiento global, México enfrenta actividades antropogénicas que deterioran el medio ambiente como son la deforestación en distintas regiones como Michoacán, donde la fiebre por el oro verde del aguacate acaba con regiones enteras de bosque, o la zona entre el Estado de México, Morelos y la CDMX se ve azotada por los talamontes que lastiman el llamado Bosque de Agua.
En la reserva de Campeche, la tala ilegal y cambio de uso de suelo ha causado que los monos saraguatos ya no tengan donde columpiarse.
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La urbanización en zonas costeras ha traído como consecuencia arrasar con el ecosistema del manglar, vital para regular el clima.
A ello se suman los incendios forestales, cuya tendencia es a que aumenten, con la variante de que cada vez habrá menos agua para combatirlos, según ha dicho la propia Comisión Nacional Forestal. Ni qué decir de la extracción pétrea que acaba con cerros y ríos y cambia la dirección de los vientos y deja secas a zonas al cambiar el cauce del flujo de agua.
Son parte de los estragos que el calentamiento global y el nacional causan en México, explican los expertos en cambio climático, Francisco Estrada Porrúa; Naxhielli Ruiz Rivera, investigadora del Instituto de Geografía, y Oscar Calderón, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera, los tres de la UNAM.
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México se calienta más
Cada año el Programa de Investigación en Cambio Climático de la UNAM publica un estudio sobre el aumento de la temperatura de México y el planeta, que en 2025 está a punto de rebasar los 1.5 grados que pondrían en un mayor problema climático más grande del que de por sí ese aumento ya significa.
Los efectos del calentamiento global, causado por los gases de efecto invernadero, emitidos por la quema de combustibles fósiles, ya se siente en la cotidianidad. El mosco del dengue sobrevive en regiones que al paso de los años se han vuelto más cálidas.
El aumento del costo de algunos productos agrícolas en México se debe no solo a factores como la intermediación, sino también a que como es más difícil producirlos por los efectos del cambio climático, debe venderse más caro.
Una de las revelaciones del Programa de Investigación en Cambio Climático es precisamente luego de que 2023 fuera el año más caliente del planeta, debido en parte por el fenómeno meteorológico del Niño y la Niña, se esperaba que la tierra tomara un respiro y se enfriará. Pero no fue así.
De hecho a partir de 2023 la temperatura del planeta aumentó 1.5 grados y no ha bajado. México está por arriba de ese rango y ha visto un aumento de 1.8 grados, lo cual, huelga decir, es preocupante.
Francisco Estrada Porrúa, entrevistado por La Silla Rota, explica que todo apunta a que antes del 2030 el mundo rebasará los 1.5 grados de temperatura, algo que significaría el fracaso mundial del Acuerdo de París firmado en 2015 para evitar rebasar ese umbral, que de por sí era un aumento con varios inconvenientes para el planeta.
Para México sería peor y podría alcanzar los 2 grados de aumento de temperatura. Explica que no todo se debe a causas antropogénicas. La ubicación de nuestro país, entre dos océanos hace que también esté más expuesto.
Los impactos
El aumento de temperatura ya ha causado sus primeros impactos en agricultura, refiere el investigador. Se hizo un estudio sobre granos y ya hay estados donde se registra la disminución de entre 5 y 20% de rendimiento de estos cultivos y para finales de siglo pueden llegar a 80% en los cultivos.
Uno de esos granos es el maíz de temporal, del cual dependen para su consumo personas de 23 estados. Pero con el calentamiento, para fines de siglo el maíz de temporal sólo estaría presente en 11 entidades.
Otro impacto es en la inflación de productos agrícolas, que son impactados.
“Los precios van a cambiar, es un impacto en seguridad alimentaria, en estabilidad, con niños mal alimentados, impactos de cambio climático una larga cadena limita las capacidades para el desarrollo”, pronostica Estrada Porrúa.
Ciudades acaloradas y expuestas
La investigadora del Instituto de Geografía de la UNAM, Naxhelli Ruiz Rivera recuerda en su página de internet que desde que en 2017 vivió en carne propia las consecuencias de un siniestro, y desde entonces ha buscado profundizar en una mirada alternativa para profundizar sobre la vulnerabilidad socioambiental.
Coordinadora del Seminario Universitario de Riesgos Socioambientales, explica que los daños a causa del cambio climático y la modificación al medio ambiente también se reflejan en las grandes ciudades, y México tiene 13 metrópolis que rebasan el millón de personas y otras que crecen a ritmo acelerado y sin orden.
“Una cosa que se ha señalado es la relevancia de atender las ciudades en función de los riesgos socioambientales, ahí se van a concentrar espacialmente los impactos, con mayor demanda de agua o será donde se concentren los daños”.
Existen medidas de riesgo: una relacionada con los daños, el costo de reposición de cosas que se destruyen, como cuando un desastre deja dañado un hotel en la orilla; luego está la pérdida de lo que deja de percibir un negocio dañado, y los impactos que le pasan a la gente, al territorio, a los animales y a los sistemas.
“Si una escuela se daña y los niños dejan de ir no es daño, eso es un impacto”, dice la investigadora.
Además, las ciudades concentran la mayor parte de la infraestructura crítica y a la población y actividades económicas que tienen mayor valor en la economía.
Hay ciudades con estrés hídrico como las ubicadas en el norte del país y ciudades costeras que tienen recurrencia de ciclones tropicales. En esas concentraciones urbanas no se habla que cuando se extrae agua del subsuelo eso hace que el agua del mar entre en los acuíferos de agua dulce que entonces se salinizan.
“Muchas ciudades van a tener que enfrentar ese problema de acceso al agua”.
Por su parte las ciudades del centro sufren estrés hídrico y comienzan a padecer algo que no se asocia al cambio climático y es la isla de calor urbana, causada por las construcciones, los materiales que se emplean y la falta de áreas verdes.
La lluvia del 2 de junio que azotó principalmente la zona oriente de la capital mexicana, que según las autoridades del gobierno capitalino no se veía algo similar desde 2017, fue una precipitación extrema que posiblemente se trate de una manifestación de una isla de calor urbana relacionada con la historia capitalina de entubar los ríos y usar concreto que impermeabiliza la ciudad y no permite que el agua se filtre a los mantos freáticos.
“A la ciudad lo que le hace falta son áreas para hacer infiltración y tener una recarga gestionada de agua. Contar con la inyección de este tipo de agua con procesos de limpieza sirve para mejorar la temperatura y tener servicios ambientales”.
Otro inconveniente en la ciudad relacionado con el agua es que su extracción está causando el hundimiento metropolitano y de las zonas conurbadas. Ese es el problema de Chalco, en el estado de México. La inundación tan difícil de gestionar que se vuelve recurrente se debe a que le han extraído tanta agua que paradójicamente ya es muy difícil controlarla, explica Ruiz Rivera.
¿Qué se puede hacer?
El maestro en Ciencias, Oscar Calderón tiene una perspectiva similar a sus colegas. Refiere que por ejemplo en el caso de la deforestación, hay planes de desarrollo como el programa Sembrando Vida, pero la tala ilegal o el cambio de uso de suelo, por ejemplo en Michoacán, rebasan esas acciones.
Para evitar el aumento de temperatura no sólo en México, sino en todo el mundo se debe trabajar a nivel internacional, sugiere. El calentamiento ya no se revierte, pero debe mitigarse y la sociedad adaptarse, ya que hay suficientes gases de efecto invernadero para los próximos 100 años e incluso si dejan de emitirse ya hay una inercia climática de seguir viviendo cosas parecidas, expresa, resignado.
También sugiere cambios del uso de la energía, hacer reforestaciones y tener en las ciudades un crecimiento controlado.
Enfatiza que México ya no tiene el clima de hace años y los fenómenos extremos se han vuelto más severos y frecuentes, que antes sólo se veían una vez en la vida y ahora pueden verse de nuevo en menos de una década.
En las ciudades se podrían tomar acciones para reducir las islas de calor. Estudios muestran que bastaría con impermeabilizar los techos de edificios y las casas con material blanco en lugar de rojo, como habitualmente se hace.
El color rojo se convierte en un domo caliente y los edificios que lo tienen llegan a alcanzar 60 grados en la azotea, con color verde 45 grados mientras que con blanco la temperatura aumenta tres.
Otra medida sería colocar azoteas verdes, pero es una medida más cara.
Estrada Porrúa por su parte reconoce de parte del actual gobierno federal buena voluntad para asumir compromisos e interés renovado en adaptación.
“La cosa es que estamos tarde en cosas que ya debieron pasar para la reducción de riesgos y adaptación. El destino climático llegó antes”.
Hace 22 años él y otros investigadores publicaron un artículo sobre los impactos del calentamiento en la producción de café en Veracruz, en el que preveían que para 2025 la producción caería debido a ello 24% pero fue el doble, 48%.
“La probabilidad de una temperatura extrema comparado con 1990 se ha vuelto 5 veces mayor y los eventos de precipitación extrema se multiplicaron por tres”.
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En 2023 los daños por desastres fueron 88 mil 910.1 millones de pesos. Pero casi la mayoría fue por el huracán Otis, con 84 mil 207 millones de pesos. El 94%.
VGB
