TRATAMIENTOS MEDICINALES

Ibogaína en México: ¿por qué celebridades y veteranos estadounidenses recurren a esta terapia prohibida?

El creciente flujo de estadounidenses, famosos o veteranos, hacia clínicas en México revela tanto la desesperación ante crisis de adicción y trauma como la carencia de tratamientos más eficaces o satisfactorios en su país

Algunas clínicas particulares en Tijuana suelen ofrecer este tipo de tratamiento.Créditos: Pixabay
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La ibogaína, un alcaloide alucinógeno extraído de la raíz del arbusto africano Tabernanthe iboga, se ha convertido en una “tabla de salvación” para algunas celebridades, ex militares y adictos estadounidenses que viajan a México en busca de tratamientos para adicciones graves o trastornos de estrés postraumático (TEPT).

Aunque su uso está prohibido en Estados Unidos, clínicas en ciudades como Tijuana ofrecen terapias con esta sustancia, en un contexto donde sus defensores aseguran mejoras, mientras los expertos advierten sobre riesgos significativos para la salud.

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¿Qué es la ibogaína y por qué genera interés terapéutico o espiritual?

La ibogaína es un alcaloide de origen vegetal con efectos psicoactivos potentes. Se obtiene de la corteza de la raíz de la Tabernanthe iboga, un arbusto nativo de regiones boscosas de África Central, como Gabón o la República del Congo. Tradicionalmente, su consumo se vinculaba a rituales espirituales.

En las últimas décadas, la ibogaína ha atraído la atención de algunos médicos, investigadores y clínicas privadas por su potencial para interrumpir patrones de dependencia a opiáceos, reducir síntomas de abstinencia y, en ciertos casos, aliviar secuelas psiquiátricas como ansiedad, depresión o TEPT.

Además, trabajos recientes, como los realizados por investigadores de Stanford Medicine, sugieren que, bajo monitoreo médico estricto (incluyendo administración de magnesio para proteger el corazón), la ibogaína podría reducir síntomas de TEPT, depresión y ansiedad en veteranos con lesiones cerebrales traumáticas.

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Uso en México por parte de celebridades y veteranos: un fenómeno en crecimiento

Cada vez más personas, entre ellas exmilitares, artistas o deportistas, cruzan la frontera hacia México para someterse a terapias con ibogaína. Se ha reportado que destinos turísticos como Tijuana, Rosarito, Tulum, Cozumel o Los Cabos albergan clínicas que ofrecen estos tratamientos.

Un caso paradigmático incluye a un veterano estadounidense, que, se dice, perteneció a los cuerpos de élite conocidos como Navy SEALs hasta 2013. Este excombatiente, que sufrió múltiples misiones en Afganistán tras enlistarse tras los atentados del 11-S, desarrolló un cuadro de TEPT, depresión, ansiedad, pesadillas y adicción al alcohol y drogas. Tras tocar fondo, acudió a una clínica en Tijuana para recibir ibogaína… y afirma que su vida dio un giro.

Asimismo, celebridades internacionales han contribuido al interés público: por ejemplo, el exjugador de la NBA Lamar Odom y el exbroker financiero Jordan Belfort han declarado que la ibogaína les ayudó a superar adicciones a opiáceos.

Más recientemente, el peleador de artes marciales mixtas Conor McGregor, quien sufrió acusaciones penales en Estados Unidos y reportó un estilo de vida marcado por fiestas, alcohol y drogas, aseguró en redes que un “tratamiento alucinógeno” en México le permitió “ver la luz” y reinventarse. Según su relato, recibió tratamiento en una clínica en Tijuana.

Este tipo de terapias suele tener un costo elevado y prolongarse de siete a diez días, lo que ha convertido a ciertos destinos turísticos mexicanos en centros de un comercio gris y poco regulado. 

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Evidencia científica: promesas y alertas sobre ibogaína

Un estudio con 88 personas que recibieron tratamiento con ibogaína en México entre 2012 y 2015 reportó que el 80 % experimentó alivio o eliminación de síntomas de abstinencia de opiáceos.

Dentro de ese grupo, alrededor del 30 % afirmó no haber vuelto a consumir opiáceos tras la terapia; más de la mitad de estos se mantuvieron abstinentes al menos un año.

Además, los veteranos con trauma cerebral tratados en una clínica en México bajo protocolo médico de Stanford mostraron reducciones dramáticas en síntomas de TEPT, depresión y ansiedad en el mes posterior al tratamiento, así como mejoras cognitivas (memoria, concentración, procesamiento) y funcionales.

Estos datos han sido presentados por sus defensores como indicios del enorme potencial terapéutico de la ibogaína para casos de adicción resistente, trastornos psiquiátricos graves o traumas de guerra.

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Riesgos y advertencias sobre su uso

No obstante, la ibogaína también presenta riesgos reales y documentados. Uno de los principales es su impacto sobre el corazón: estudios muestran que tanto la ibogaína como su metabolito activo, la noribogaína, interfieren con la repolarización de las células cardíacas, lo que puede prolongar el intervalo QT del electrocardiograma y desencadenar arritmias potencialmente fatales.

Una revisión reciente advierte que la ibogaína, usada sin supervisión adecuada, ha sido asociada a muertes súbitas y eventos adversos graves, especialmente en personas con condiciones cardíacas previas, desbalances electrolíticos o consumo concurrente de otras sustancias.

Un estudio observacional en pacientes con dependencia a opiáceos que recibieron ibogaína reportó que la mitad de ellos alcanzó un QTc superior a 500 ms, un umbral de alto riesgo, y muchos mostraron prolongación del QT incluso 24 horas tras la dosis. Además, todos presentaron ataxia severa (pérdida de coordinación motora).

En consecuencia, aunque algunos defensores plantean que la ibogaína podría convertirse en una opción terapéutica revolucionaria, expertos coinciden en que su perfil de seguridad exige un “entorno clínico controlado, monitoreo estricto y selección cuidadosa de pacientes”.

¿Por qué algunos optan por México? 

En Estados Unidos, la ibogaína está clasificada desde 1970 como una droga de la lista más estricta, sin uso médico reconocido y con alto potencial de abuso.

En cambio, en México y otros países, su regulación es mucho más laxa o inexistente: no está prohibida explícitamente, pero tampoco regulada mediante normativas sanitarias rigurosas. Esto ha dado lugar a un mercado gris en el que clínicas privadas ofrecen tratamientos psicodélicos sin supervisión oficial.

Esa ambigüedad legal, unida al desespero de personas que no encuentran alivio con terapias tradicionales, explica por qué atletas, artistas y veteranos recurren a México con la esperanza de “reiniciar” sus cerebros y abandonar adicciones o traumas. Sin embargo, médicos y especialistas advierten que sin regulación, esos tratamientos pueden convertirse en una apuesta peligrosa.

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