La jueza federal en retiro Martha Magaña, quien recientemente dejó el cargo, alzó la voz ante magistradas, juezas y ministras de Iberoamérica para denunciar el "cese masivo de jueces y juezas profesionales" en México, un proceso que, según ella, marca un momento crucial en la historia judicial del país.
Desde Mendoza, Argentina, Magaña, quien comenzó su discurso señalando que el día que se inscribió al evento era jueza federal en activo y hoy habla "desde el retiro", afirmó que este proceso tiene su origen en "el resentimiento de una sola persona" y busca la "conquista de los tres poderes de la unión".
El resentimiento como motor de destrucción
Según la jueza Martha Magaña, la destrucción del poder judicial no fue súbita, sino que se gestó durante un sexenio, alimentada por el "enojo, el resentimiento que produjo cada sentencia que detuvo abusos de poder".
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Recordó cómo las resoluciones judiciales que protegían derechos humanos en casos como la refinería Dos Bocas, el Tren Maya, la reforma eléctrica, o la distribución ideologizada de los libros de texto, se convertían en una afrenta.
"Cada jueza que cumplía con la Constitución era señalada como enemiga del pueblo", declaró Magaña, añadiendo que sus fotografías eran expuestas en todos los medios posibles para que pudieran ser atacadas. Esta "ira institucional" se transformó en un proyecto político que culminó con el decreto de la "aniquilación del poder judicial profesional en México".
La tómbola y la burla institucional
La exjueza lamentó que, a pesar de la llegada de la primera mujer presidenta, se decretó la destitución y la frialdad en lugar de diálogo y sororidad. En un proceso que redujo la carrera judicial a un "juego de azar", se destruyeron 18 carreras judiciales con la intención de "controlar todas sus decisiones".
Magaña enfatizó que México incluso reconoció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que "no existió diagnóstico alguno para afirmar que las juezas y jueces cesados fueran corruptos". No obstante, una "tómbola" —un sorteo con pelotas numeradas— decidió la extinción de carreras en 2025 o 2027. En este proceso, el mérito se convirtió en el azar y "la legalidad en ruina".
Además, se evidenció la "burla institucional hacia la perspectiva de género". Los "lentes de género" fueron usados como una "mala réplica de circo", demostrando que el objetivo de la reforma no era humanista, sino "aniquilar a los jueces y juezas, exhibir el poder y sembrar miedo".
La violencia de reemplazo
La jueza Magaña introdujo un concepto: la "violencia de reemplazo". Esta violencia "no se ejerce con gritos ni con golpes", sino con "mentiras repetidas desde un micrófono público" y con "silencios que permiten violaciones".
La violencia de reemplazo, explicó, "expulsa a una mujer legítima de su cargo para poner en su lugar a otra, no como continuidad, sino como un instrumento de borrado".
Este fenómeno se presume como paridad, pero en realidad "sustituye la justicia por obediencia". Magaña lo calificó como una de las versiones "más sofisticadas del patriarcado institucional", pues usa rostros de mujer para legitimar el poder mientras desmantela los logros de quienes abrieron el camino.
La jueza citó el caso de Miriam Núñez Corona, una jueza de mérito con una trayectoria intachable, quien, mientras enfrentaba quimioterapias por cáncer de mama, fue obligada a hacer campaña y fue objeto de burla, grabando y compartiendo el momento en que se desmayó en una audiencia. Su lugar, como el de cientos, fue reemplazado por otra mujer que optó por participar, convirtiéndose en una "herramienta del poder autoritario".
"No callaremos"
La jueza concluyó su intervención con un llamado a la acción, recordando que las destituciones no solo hieren a las juezas, sino también a sus hijos, como Mariano Jiménez Torres, de 10 años, quien entendió que México había perdido su independencia judicial. "Cuando el poder destruye a sus juezas, también le roba la fe en la justicia a sus hijos".
Ante el cese masivo, Magaña fue enfática: "No, no callaremos, porque callar es renunciar a la memoria. Y la memoria, compañeras, es el primer acto de justicia".
Hizo un llamado a la sororidad verdadera, instando a que ninguna mujer construya su carrera sobre la destrucción ilegal de otra. Finalizó con una advertencia dirigida a Iberoamérica y el mundo: "Cuando una jueza es ilegalmente desplazada, nadie acepta el reemplazo". El derecho, concluyó, "cuando se defiende con dignidad sobrevive incluso al poder que lo quiere silenciar".
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