Aunque México suele presumir que “aquí nada se desperdicia”, la realidad es distinta: seis de cada diez personas reconocen tirar alimentos cocidos, frutas o pan al menos una vez al mes, y algunos lo hacen cada semana. De acuerdo con el Country Manager de Cheaf en México, Braulio Valenzuela, detrás de esta práctica se encuentran tres razones principales: la descomposición de los productos (65%), cocinar más de lo necesario (35%) y el vencimiento de las fechas de caducidad (30%).
Valenzuela advierte que el desperdicio de alimentos debe considerarse un desafío urgente: “En un planeta donde más de mil millones de toneladas de comida se pierden cada año y más de 800 millones de personas padecen hambre, la correcta gestión alimentaria es clave para el futuro”.
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El hogar, epicentro del desperdicio global de alimentos
De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el 60% del desperdicio mundial ocurre en casa. Por eso, Valenzuela subraya que “combatir el desperdicio de alimentos no es tarea exclusiva de gobiernos o empresas; comienza en nuestras cocinas”.
La app Cheaf, dedicada a rescatar excedentes de restaurantes y panaderías, destaca que pequeños cambios —como planificar las compras, congelar los sobrantes o reutilizar ingredientes— pueden reducir significativamente las pérdidas.
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Desperdiciar depende tanto de la cultura como del acceso
El informe regional de Cheaf muestra diferencias entre países. En México, la causa más común del desperdicio es la descomposición por falta de refrigeración adecuada. En Argentina, en cambio, muchos tiran la comida simplemente porque “no les gustó el platillo”. Esto demuestra que el desperdicio no solo se relaciona con la disponibilidad de alimentos, sino también con hábitos y valores culturales.
Hacia una nueva cultura del aprovechamiento
En México, 62.5% de los consumidores ya intenta cambiar sus hábitos mediante la planificación o la reutilización de sobras. Sin embargo, el reto es consolidar esa conciencia. “El Día Mundial de la Alimentación no solo invita a reflexionar sobre el acceso a la comida, sino también sobre cómo conservamos y aprovechamos lo que ya tenemos”, concluye Valenzuela.
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