Para algunos migrantes pasar la Navidad, mientras se está de paso por México, es extrañar a la familia y su país. Hay quienes reciben apoyos: comida, cobertores, juguetes para los menores, lo que les ayuda a tener una Nochebuena más amable.
Desde la mañana del 24 de diciembre, organizaciones altruistas y de motociclistas llegaron a campamentos migrantes en la Ciudad de México para apoyar a las familias que en su camino a los Estados Unidos pasan la Navidad en las calles.
Al saber que hay un gran grupo de personas de origen venezolano en las calles capitalinas, los integrantes de una organización altruista prepararon hallacas, tequeños, arepas y pan, para los migrantes que viven en un camellón del Eje Central Lázaro Cárdenas, en la zona de Vallejo.
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“Es lo mejor ¿Tú sabes cuánto anhelamos comer esto? Demasiado, es como estar en casa y se los agradecemos de corazón y que vuelvan el 31”, dice entre risas Jesús, migrante venezolano.
Además de la gente que repartió comida venezolana y algunos cobertores, otra familia acudió para regalar varias charolas de pan dulce, alimento que se termina en pocos minutos.
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Motociclistas y bancos los apoyan
Al apoyo se suma un grupo de mujeres y hombres motociclistas que reparten pollos rostizados, pan y agua.
Los miembros del club de motociclistas Red Rum regalaron un pollo entero, una bolsa de hogazas de pan y botellas de agua de manera individual a los migrantes sin mirar nacionalidades.
“Compramos y repartimos para apoyar a la comunidad que lo necesita y esta fecha es muy simbólica para todos porque es navidad porque queremos que los que no tiene compartan un día para disfrutar de una buena comida”, dice uno de los miembros del motoclub Red Rum, sobre la labor realizada este 24 de diciembre.
Sobre los gastos para poder regalar cientos de pollos rostizados, los motociclistas se apoyan con una organización que regala cada fin de año mil platillos a los migrantes.
También hubo apoyo de instituciones bancarias que regalaron juguetes a las niñas y niños que viven en las calles mientras retoman su camino a los Estados Unidos.
Lejos de casa
Michelle dejó Guatemala en marzo de este año. Con su pequeña de tan sólo 6 años, alcanzó en Chiapas a su esposo que se había adelantado en la búsqueda del sueño americano.
Tras varios meses de camino, llevan viviendo unas semanas en un campamento al lado de las vías del tren en la calle de Clave, a unos metros de Calzada de los Misterios.
Michelle se dice algo triste por extrañar a su familia, sobre todo a su mamá, y porque las reglas en el lugar prohíben a los migrantes hacer fogatas y no podrá cocinar algo para esta Navidad.
“Lo principal es que no estamos con nuestra familia y yo extrañó mucho a mi mamá porque ya vamos para un año de no vernos y pues porque uno acá no le permiten hacer las comidas que uno hace en su país por la situación de no hacer fogatas porque luego viene la policía”, cuenta la mujer originaria de Guatemala.
En el campamento donde Michelle y otro centenar de migrantes viven, se impuso un reglamento por parte de la Secretaría del Bienestar e Igualdad Social de la Ciudad de México que prohíbe fogatas, consumo de alcohol, tirar basura, música a alto volumen y advierte de la violencia hacia la mujer.
Otras de las personas migrantes al lado de las vías del tren, es Ángel Moreno, colombiano que, a pesar de extrañar a su familia en estas fechas, tiene enfocada su mente en llegar a los Estados Unidos. Además, cuenta que la fiesta por Navidad se organizará entre los demás compañeros migrantes.
“Lo que más anhela uno, en un día como hoy es estar en mi país, en mi casa, con la familia disfrutando, pero estos son los planes de Dios. Al rato la comunidad se integra y venimos de una parte donde el vecino te puede brindar una cerveza y la parranda la haces tú mismo y como hay muchas familias se hace algo acá”, asegura.
Otros de los migrantes confían en que, como otros días, alguna dependencia del gobierno o un grupo de vecinos les ayude regalando algo que cenar esta Navidad.