“Salí del hospital hecha un monstruo, porque así es como me dejó el ácido y la violencia machista”. Para Carmen Sánchez, sobreviviente de feminicidio, la justicia tardó en llegar 9 años. En 2014, fue atacada con ácido por Efrén García Ramírez, su pareja sentimental y, durante casi una década, bajo amenazas, heridas físicas y psicológicas, tuvo que rogarle a las instituciones de justicia que la voltearan a ver. En el marco del 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, nos cuenta su historia de lucha.
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“Mi lucha comenzó hace casi una década, cuando Efrén García Ramírez, un hombre con el que yo mantuve una relación de cerca de 10 años, con el que procreamos a una hija y pues con el que me imaginé tener una familia, intentó asesinarme con ácido. En todos estos años, en esta lucha, no sólo me he enfrentado a Efrén, sino también a un sistema de justicia penal que ha minimizado el daño y el riesgo de muerte. No solo en el momento del ataque con ácido, sino a lo largo de estos 10 años”.
La primera traba que Carmen encontró en el camino fue al interior del sistema de salud, en una institución con especialidad dermatológica, cuyo personal no tuvo la capacidad para atenderla adecuadamente y que, incluso, la violentó más al agravar los daños en su piel.
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“Dañaron más mi piel al meterme a un cuarto y arrojarme muchísima agua con una manguera a toda presión y que era agua helada. Al no existir un protocolo, la manera y el conocimiento para que pudieran atenderme, eso afectó muchísimo mi piel. Lo único que hicieron fue ponerme una pomada, me vendaron y estuve así cerca de 14 horas. Desde ahí le dijeron a mi familia que mi vida estaba en riesgo y que ellos no sabían la manera de atenderme y que tenía que buscar otro hospital para que me sacaran de ahí”.
A pesar de la magnitud de las heridas, el médico asentó en la carpeta de investigación que no se trataba de un asunto grave.
“El médico legista asentó en la carpeta: 'lesiones que no ponen en riesgo la vida, que tardan en sanar menos de 15 días y que no necesitan hospitalización'”.
Tras egresar de la institución dermatológica donde desestimaron su caso, fue trasladada al Hospital Magdalena de las Salinas, un lugar que se convirtió en un infierno debido a las innumerables cirugías a las que fue sometida.
“Este intento de feminicidio me mandó ocho meses al hospital. Ahí me hicieron 52 cirugías, mi vida estuvo en riesgo y los médicos le llegaron a decir a mi familia que se despidieran de mí en varias ocasiones, porque mi salud estaba muy grave (...) En ese hospital nos dijeron por primera vez que se había hecho un procedimiento erróneo y que el ácido seguía en mi cuerpo. Me hicieron el primer lavado quirúrgico. Me mantuvieron aislada por el tipo de quemaduras, me mantuvieron expuesta la piel totalmente y ahí estuve los ocho meses, me realizaron 52 cirugías para evitar alguna infección y para salvar mi vida”.
“Los cirujanos fueron muy claros conmigo y me dijeron que lo que ya se requería eran cirugías estéticas, que ellos habían hecho todo lo posible, pero que, dentro de su marco médico, no estaba lo que yo requería. Yo salí del hospital, hecha un monstruo, porque así es como me dejó el ácido y la violencia machista, y pues me tocó andar así”.
El caso de Carmen fue minimizado por las instituciones a las que ella se acercó. En el Ministerio Público su caso fue clasificado como violencia familiar.
“No solo el sector de salud público estaba minimizando mis lesiones, sino que, también, en la parte legal. Mientras en la parte médica manejaban mis heridas como lesiones o cirugías estéticas, el médico legista y el Ministerio Público la estaban manejando como violencia familiar".
"Yo decía dentro de mí: 'esto no es una lesión, a mí no me dieron una golpiza y me voy a reponer en un mes... yo ya llevo ocho meses con esta cara, con estas cicatrices'. Recuerdo que salí del hospital y todavía estuve dos años más con una tarsorrafia en el ojo, me salía pus, me sangraba. Yo decía, algo aquí está pasando y no es posible que ellos me digan que estoy equivocada, no es posible que me digan que ya no requiero más cirugías, que ya hasta ahí me voy a quedar".
El coraje y la sed de justicia la hicieron levantar la voz
Con las huellas de un intento de feminicidio marcadas en su rostro y, ante el desamparo de las autoridades, Carmen se armó de valor para buscar justicia por su propia cuenta.
“La rabia y la sed de justicia no me dieron otra opción, el Estado no me dio otra opción más que salir y empezar a buscar quién podía ayudarme, a visibilizar mi violencia. Tuve que empezar a buscar quién me iba a apoyar. Comencé a hacer reuniones y me empezaron a invitar a reuniones de Asociaciones Civiles. Yo me empecé a involucrar, a buscar, porque yo sabía que algo se tenía que hacer, que yo no podía quedarme así. Tenía miedo de la cara que miraba y tenía miedo a que él regresara y que me volviera a hacer algo y que cumpliera las amenazas que él hacía”.
Aunque pidió en el Senado de la República ser escuchada y, ante una aparente luz al final del túnel, se encontró con más trabas institucionales.
“Llegué un día al Senado de la República Mexicana y ahí conocí al licenciado Raúl González, él estaba de presidente en la CNDH y fue justo un 8 de marzo, el Día de la Mujer, cuando ellos estaban hablando de violencia contra las mujeres. Ahí cobré conciencia y pensé que yo no solo estaba viviendo violencia, que no solo me estaba enfrentando a esa violencia machista, sino que también me estaba enfrentando a la violencia institucional porque todos esos personajes me estaban ignorando. Recuerdo que las diputadas que estaban con él no me quisieron escuchar”.
Las huellas del crimen están en mi rostro y ahí se quedarán toda la vida
Carmen tuvo que mostrar sus heridas para acaparar la atención de los legisladores.
“Yo pensé -¿Cómo es posible que nadie me escuche?- En ese momento me armé de valor, me quité los lentes, la máscara y frente a los medios de comunicación les mostré mi cara y les dije -las huella del crimen están aquí, aquí están las pruebas principales del crimen que cometió Efrén en contra de mí, las tengo en mi rostro y se van a quedar aquí el resto de mi vida”.
Aunque la Comisión Nacional de Derechos Humanos se comprometió a ayudar a Carmen, también le dio la espalda.
“El licenciado Raúl Gónzalez se comprometió que me iba a ayudar y fue así que entró la CNDH. Solicitaron mi carpeta de investigación, que después de 4 años apareció. La Comisión emitió una recomendación al fiscal Alejandro Gómez Sanchez, quien estaba en ese momento. El fiscal aceptó la recomendación en una rueda de prensa, en la que mencionó que, efectivamente, reconocían, todas las omisiones que estaban existiendo dentro de mi carpeta y se comprometió él a detener a Efrén en los siguientes dos meses y a darle celeridad, pero no fue así”.
Sentencia histórica en América Latina
Fue hasta este 2023 cuando Carmen pudo ver materializada la justicia que buscó durante casi una década. El 11 de mayo una jueza del Tribunal Superior Justicia del Estado de México sentenció a 46 años y 8 meses de prisión a su agresor. Se trató de la primera sentencia por este tipo de ataques contra mujeres en México y Latinoamérica.
“Pasaron años para que a Efrén lo detuvieran las autoridades. Pero, no lo detuvieron por ellos, sino gracias a todas estas redes de mujeres que han acompañado mi proceso, a las mujeres defensoras de derechos humanos que me han asesorado de alguna manera, por mi familia, por la valentía de mis hijas. Fue mucha rabia de saber que tuvieron que pasar años, que tuve que descuidar a mis hijas, de hacerles su trabajo a las autoridades- Fue un momento en que me sentí muy liberada”.