Tres meses antes de que estallara la masacre estudiantil del 2 de octubre de 1968, la Dirección Federal de Seguridad concentró una pila de documentos, expedientes, nombres y fotografías de estudiantes, profesores y activistas partícipes del movimiento. La agencia de inteligencia encabezada por Fernando Gutiérrez Barrios llevó un minucioso registro de lo que hacían los estudiantes, la hora y lugar donde se reunían, los discursos que pronunciaban y la propaganda que emitían.
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A finales de julio de 1968 en la Ciudad de México la protesta estudiantil se había energizado por la ocupación de espacios académicos por parte del cuerpo de granaderos del Gobierno, quienes intensificaron el uso de la fuerza bajo el pretexto de enfrentamientos estudiantiles, como el suscitado el 26 de julio de 1968 entre estudiantes de la Vocacional 5 y 2 del IPN, y los de la Preparatoria Isaac Ochoterena.
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Un documento de la DFS fechado el 31 de julio de 1968 da cuenta a detalle de una asamblea efectuada en el auditorio de la Vocacional 7 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), a la que asistieron 200 estudiantes entre las 19:30 y las 20:30 horas, “con la finalidad de finiquitar las críticas a las fuerzas federales y al cuerpo de Granaderos que tenían rodeada la escuela, así como en el interior de la misma”.
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El expediente consultado por La Silla Rota precisa que entre los asistentes se encontraba Rosario Cebreros Manjarrez, presidente de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), a quien los alumnos del plantel intentaron rapar y pedir su destitución, así como la baja de su secretario general Roberto Valdivia Ochoa, “por las actitudes tibias de estos en los movimientos estudiantiles suscitados en los últimos días”.
La FNET era rechazada por el cuerpo estudiantil, pues, aunque oficialmente se trataba de un organismo estudiantil politécnico, ésta se encontraba cooptada por la fuerza priista del Estado.
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En el oficio firmado por el agente de la DFS, Apolinar Ruiz Espinosa, también se lee lo siguiente:
“En dicha asamblea se acordó que no entrarán a clases hasta ver la actuación del resto de las escuelas del IPN, a pesar de que la Dirección de la Escuela les hizo un llamado de que era conveniente la inmediata reanudación de clases, pero lo cual los estudiantes no aceptan hasta no ver la actitud de las demás escuelas (...) En la Unidad Profesional de Zacatenco se le avisó al alumnado de dicha Unidad, la participación que debían tener mañana en la manifestación que se trata de realizar a las 12:00 horas para partir rumbo al Zócalo, para hacer la presentación del pliego petitorio y a la vez en apoyo a la UNAM por la violación a la autonomía que sufrió esta por parte de fuerzas federales”.
La DFS tenía bajo la mira cada reunión que se llevaba a cabo, la hora y el lugar. Así se constata en otro documento del 31 de julio de 1968, que señala lo siguiente:
“19:25 horas: Vocacional 2 y 5. Sin novedad. Se notan grupos pequeños de estudiantes en forma aislada”.
“19:28 horas: Academia San Carlos. Se estima que, sobre la Calle Academia, entre Soledad y Corregidora, se aprecian aproximadamente 300 estudiantes, a la expectativa. Se han pegado unos engomados que dicen: ‘Los estudiantes tenemos lo que a Diaz Ordaz le hace falta, unos huevos pintados’. ‘La Policía calla, ignórala’. ‘Granaderos Olímpicos son hechura de Díaz Ordaz’”.
“14:20. Preparatoria 4 Sin Novedad”.
“13:50. Vocacional 7. Se retiraron Ejército y Policía. No hay estudiantes. Todo sin novedad”.
“14:30. Estudiantes de la Voca 2 y 5 en un grupo aproximado de 50 entonaron el Himno Nacional y arrieros la bandera de huelga que se encontraba en el Plantel de la Voca 5, izando de inmediato la Bandera Nacional. Los estudiantes se retiran quedando únicamente un grupo aproximado de 25”.
La agencia de inteligencia tenía perfectamente identificadas a las personas que lideraban los mítines, tenía registro de sus apellidos, apodos y el cargo que desempeñaban al interior del movimiento. En un documento titulado “Problema Estudiantil”, la DFS reportó lo acontecido en una asamblea organizada en la Facultad de Derecho de la UNAM, en la que señaló lo siguiente:
“De las 8:30 a las 9:00 horas se realizó un mitin en la explanada de la Facultad de Derecho, con asistencia aproximada de 300 estudiantes provenientes de la Preparatoria 5 (...) Entre los oradores se reconoció a los estudiantes que responden a los apodos de “El Murciélago” y “El Topo”, integrantes de la Porra de dicha Preparatoria. Jaime Gutiérrez Quiroz, en representación de los alumnos de Derecho, ofreció intervenir en favor de los preparatorianos, a los que invitó a permanecer en la C.U para un mitin de protesta que se celebraría a las 12:00 horas (...) De las 10:00 a las 11:00 horas en el auditorio Jus Semper Loquitur se llevó a cabo una asamblea general con asistencia aproximada de 500 alumnos, presidida por Carlos Sandez”.
Los expedientes de la DFS contienen más de mil páginas con relatos similares. Destacan fotografías, propaganda estudiantil, y listas de demandas contenidas en los pliegos petitorios de cada asamblea.
De acuerdo con los documentos, los estudiantes tenían 5 objetivos principales: 1) Libertad inmediata de todos los estudiantes presos, 2) Indemnización de todos los estudiantes dañados, 3) Derogación del artículo de disolución social, 145, del Código Penal, 4) Abolición del Cuerpo de Granaderos, y 5) Inmediata desocupación militar y policiaca de las escuelas.
Sobresalen en el cumulo de archivos, fichas de estudiantes miembros del Partido Comunista de México, investigados por la DFS. Es el caso de Gustavo Barbosa Núñez, estudiante de Economía Política, quien, según el expediente, fue detenido por haber golpeado a policías y participar en los disturbios estudiantiles.
La DFS también llevaba un registro pulcro de los discursos emitidos por el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra. Uno de los documentos da cuenta que el 31 de julio de 1968, el rector dirigió el siguiente mensaje a la comunidad estudiantil:
“Varios planteles de la Universidad Nacional Autónoma de México han sido ocupados por el ejército. Durante casi 40 años la autonomía de nuestra institución no se había visto tan seriamente amenazada como ahora. Culmina así una serie de hechos en los que la violencia de la fuerza pública coincidió con la acción de los provocadores de dentro y de afuera de la Universidad. La autonomía de la Universidad es esencialmente la libertad de enseñar, investigar y difundir la cultura. Estas funciones deben respetarse. Los problemas académicos, administrativos, políticos internos deben ser resueltos, exclusivamente, por los universitarios. En ningún caso es admisible la intervención de agentes exteriores y, por otra parte, el cabal ejercicio de la autonomía requiere el respeto de los universitarios. La comunidad universitaria debe darse cuenta de la importancia decisiva de mantener el régimen de la legalidad en la Universidad y fuera de ella. Nada favorecerá a los enemigos de la autonomía que acción irreflexiva. Hoy más que nunca es necesario mantener una enérgica prudencia y fortalecer la unidad de los universitarios”.
VGB