NOTA DEL EDITOR: Este reportaje se publicó originalmente en La Silla Rota en 2019.
La UNAM ha sido semillero de políticos y se ha convertido en escenario de pugnas políticas, de protestas e, incluso, exrectores han aceptado que ha habido injerencia de la clase política en su vida interna, a veces en contra, a veces a favor.
Un ejemplo es el exrector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Guillermo Soberón Acevedo, quien en su libro “El médico, el rector”, editado por El Colegio Nacional, recuerda que en 1977 concluyó su periodo de cuatro años por el que fue elegido por la Junta de Gobierno, y tenía la determinación de no buscar la reelección.
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Pero el entonces priista y secretario de Educación del gobierno de José López Portillo, Porfirio Muñoz Ledo, le pidió que se reeligiera, porque el presidente tenía interés que lo hiciera. El rector, suave pero firme, le dijo a su amigo que no aceptaría. Después se presentaron a su casa otros funcionarios, como el entonces subsecretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios y el regente de la Ciudad de México, Carlos Hank González a quienes se sumó el propio Muñoz Ledo para tratar de convencerlo, pero tampoco aceptó.
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Entonces el secretario de Educación se rindió y le dijo que le avisaría al presidente, y previó que este llamaría a Soberón Acevedo para pedírselo personalmente; así ocurrió. El rector acudió a Los Pinos y le explicó que le pedía aceptar porque tenía el beneplácito de la comunidad universitaria y la UNAM era muy importante para su gobierno. Si accedía, se comprometía a darle lo que pidiera para la universidad. Terminó la reunión y cuando llegó a casa su esposa le preguntó si había aceptado. Le contestó que sí y le explicó por qué lo hizo.
“Mira, si a uno le piden algo y al mismo tiempo le tocan el himno nacional, pues ni modo de negarse”.
Por su parte, el exrector José Sarukhán –en una de las pocas entrevistas que ha dado sobre la UNAM– compartió en una publicación de El Universal en septiembre de 2001 que durante su mandato, en 1992, recibió durante la madrugada de un domingo, una llamada de un poderoso miembro del gabinete del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, quien le pidió retirar su propuesta de aumento de cuotas.
“En caso de no hacerlo, sobrevendría un conflicto insospechado”, le advirtió dicho funcionario, basado en los escenarios que dentro del gobierno tenían previstos.
“Yo lo pensé una noche más y llegué a la conclusión de que sería muy peligroso retar a este miembro del gabinete del presidente Salinas”, confió Sarukhán en esa entrevista.
El tema resultó ser tan espinoso, que cuando el entrevistador le pidió abundar en detalles sobre cómo fue eso, el exrector evitó agregar más y evitó decir quién era el personaje en cuestión. Incluso, la idea le gustaba a Ernesto Zedillo, quien también era parte del gabinete salinista y a la postre se convirtió en presidente de México, pero en ese momento se guardó su opinión y sólo le dijo a Sarukhán: “Híjole, mano”.
El propio Francisco Barnes, quien debió renunciar en 1999 luego de la huelga estudiantil que sacudió a la UNAM e hizo perder un año escolar a miles de universitarios a causa de la propuesta de aumento de cuotas, reconoció, también en El Universal, que la intervención del gobierno o funcionarios ha ocurrido es persistente y ha sido un problema.
“En mi experiencia, en algunas ocasiones el Estado ha tratado de influir en algunos aspectos de la Universidad, más allá de las atribuciones que le corresponden. Pero las comunidades se han sabido defender del Estado en el pasado”, dijo Barnes de Castro.
RELACIÓN COMO ACORDÉON
La UNAM y el poder político han tenido relaciones a veces de respeto, en ocasiones tensas, y los presidentes han apoyado a la Universidad Nacional Autónoma de México según su visión de la educación. Es una relación como un acordeón, que a veces se tensa y a veces es de acercamiento, dijo a La Silla Rota el analista político José Fernández Santillán.
Entrevistado por La Silla Rota, el académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y egresado de la UNAM, enlistó que quien fuera el impulsor de la construcción de Ciudad Universitaria, Miguel Alemán fue un egresado de la UNAM y mantuvo una buena relación. De ahí, con excepción de Adolfo Ruiz Cortines, que no estudió en la UNAM, hasta Carlos Salinas de Gortari, los presidentes fueron egresados de la máxima casa de estudios.
Por ejemplo, Ruiz Cortines, que no era egresado universitario, respetó a la UNAM; lo mismo hizo Adolfo López Mateos.
Con Gustavo Díaz Ordaz fue diferente e incluso el entonces mandatario mandó a soldados a invadir Ciudad Universitaria y con ello violó su autonomía, luego del papel del rector Javier Barros Sierra en las protestas de los estudiantes por los abusos policíacos que detonaron el movimiento del 68.
Con Luis Echeverría también hubo tensión, que se notó en la visita que el entonces presidente hizo a la UNAM en 1975 y donde tuvo que ser sacado por elementos de su cuerpo de seguridad, luego de ser apedreado.
De acuerdo con el también columnista, fue José López Portillo quien restableció la relación con la UNAM y ayudó a curar las heridas del 68, incorporó a universitarios a su gabinete e incluso el secretario particular del entonces mandatario, Enrique Velasco Ibarra, previamente había sido secretario general auxiliar de la UNAM, en el rectorado de Guillermo Soberón Acevedo.
“Velasco Ibarra fue funcionario de la UNAM y propició el acercamiento”.
El sucesor de López Portillo, Miguel de la Madrid, egresado universitario, también tuvo un trato respetuoso e incluso se le recuerda por haber sido maestro en Ciudad Universitaria. Pero la situación cambió con la llegada del presidente Carlos Salinas de Gortari, quien pese a ser egresado de la Máxima Casa de Estudios, comenzó a tratar a la UNAM como empresa, en términos de eficiencia.
“Salinas agredió a la universidad, más bien al sistema educativo imponiendo un sistema neoliberal de rendimiento y eficiencia y verlo como empresa, no como un centro educativo. El secretario de Hacienda, Pedro Aspe daba recursos a las universidades, pero las transferencias estaban condicionadas a que no mejoraran sus sueldos, podían hacerse construcciones y mejoras en las instalaciones deportivas, pero explícitamente no se podía dar apoyo a salarios, es un sistema que ha dañado al sistema educativo en general estímulos, luego vino el Conacyt con ese criterio tecnocrático”, recuerda Fernández Santillán.
Los siguientes presidentes no fueron muy distintos a la política de Salinas con la UNAM. El siguiente mandatario fue Ernesto Zedillo, egresado del Instituto Politécnico Nacional y en cuyo sexenio se registró la huelga estudiantil más larga, luego de un intento de aumento de cuotas, durante el rectorado de Francisco Barnés, quien presentó su renuncia.
Después Vicente Fox, egresado de la Iberoamericana, incluso relegó a universitarios del gabinete y con Felipe Calderón, egresado de la Escuela Libre de Derecho, fue el clímax de dar preferencia a los egresados de escuelas privadas.
“Con Enrique Peña Nieto fueron los tecnócratas del Instituto Tecnológico Autónomo de México los que dominaron el gabinete, una forma de agredir a las universidades públicas es discriminarlas y darles prioridad a las privadas especialmente al ITAM. Hoy por el contrario con Andrés Manuel López Obrador, quien es egresado de la Facultad de Ciencias Políticas, abiertamente ha dicho que va contra los tecnócratas y su animadversión contra el ITAM, pero ha recortado presupuesto en ciencia y tecnología, lo que es un contrasentido. Debería apoyar a la educación científica y tecnológica”.
Incluso, las tensiones también se han visto en el tema presupuestal y aunque no ha habido confrontaciones directas con la Secretaría de Hacienda, le ha correspondido a la UNAM liderar a las demás universidades públicas en las demandas de mayores recursos.
“Hay roces, pero lo que han hecho como estrategia rectores de la UNAM siendo que son líderes naturales de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) es convocar a los rectores o por lo menos que los dejen liderar. Hay cierto enfrentamiento, roces con los secretarios de Hacienda, lo que sí se complicó mucho porque los tecnócratas siempre hostigaron a la educación pública. El deterioro de la educación pública es por culpa de los tecnócratas y desde Salinas hasta Peña Nieto los han solapado”, criticó Fernández Santillán
REGRESO UNIVERSITARIO
El académico aseguró que con López Obrador han regresado los egresados de la UNAM a los puestos públicos, incluso uno de ellos, Javier Jiménez Espriú, fue el secretario general de la UNAM, precisamente con Soberón. La coordinadora de Universidades para el Bienestar, Raquel Sosa, estudió en la Facultad de Ciencias Políticas.
Además, está la jefa de gobierno de la ciudad, Claudia Sheinbaum, egresada de la Facultad de Ciencias.
“Hay un periodo de recuperación de la UNAM a nivel político y del suministro de cuadros de la administración política, pero aún no se ve un cambio de ruta en la política económica, continúan los recortes, no un sistema de justicia social sino más bien se ha aplicado un sistema clientelar. Son dos cosas distintas, uno es la justicia social que abanderó el régimen de la Revolución que creó instituciones el IMSS, ISSSTE, el Politécnico, Pemex y la CFE y lo que está López Obrador haciendo es un neoliberalismo reforzado, clientelar”.
Descartó que, aunque haya universitarios dentro del gabinete, el presidente le dé una atención prioritaria a la UNAM
“Sí tiene cuadros de la UNAM, pero no continua con el espíritu de justicia social institucionalizada que sí tuvo la universidad. La justicia social no consiste en dar subsidios como becas a los jóvenes que no trabajan o estudian o a viejitos que son transferencias y no son sueldos. La cuestión está en crear trabajo como los creó el viejo régimen revolucionario y acortar distancias de desigualdad entre ricos y pobres. Eso es una vocación universitaria fundamental”.
También descartó que la universidad se convierta en un botín para la Cuarta Transformación.
“No creo le interese apoderarse de la UNAM. Diría que la UNAM necesita un cambio generacional y de género. La UNAM puede ayudar a la transformación del país para salir del desastre que causó el neoliberalismo y actuar con otras instituciones como la UAM, el Poli, las universidades de provincia y crear un plan de trabajo en el sector”, propuso.
LA RECTORÍA, UNA PLATAFORMA POLÍTICA
La Rectoría de la UNAM representa una plataforma política para quienes la ocupan, y 26 de los 33 rectores que la han ocupado han dado el brinco a secretarías de Estado. Los más recientes casos son José Narro, quien fue rector de 2007 a 2015 y quien al dejar el cargo se convirtió en secretario de Salud del gobierno de Enrique Peña Nieto y quien además aspiró a convertirse en candidato a la presidencia por parte del Partido Revolucionario Institucional, al cual también buscó presidir y cuyo proceso de elección cuestionó, lo que lo llevó a renunciar al PRI. Otro caso es el del doctor Juan Ramón de la Fuente, quien antes de llegar a ser rector ocupaba la secretaría de Salud bajo la administración de Ernesto Zedillo. Actualmente es embajador de México ante la Organización de las Naciones Unidas.
Otros rectores que han formado parte del gobierno federal son: Jorge Carpizo, quien encabezó la Secretaría de Gobernación durante la última etapa del gobierno de Salinas de Gortari; en el mismo gobierno fue presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y procurador general de la república.
José Sarukhán fue durante los primeros dos años del gobierno de Vicente Fox comisionado para el Desarrollo Social y Humano y es coordinador de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio). Guillermo Soberón fue secretario de Salud durante el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado.
Destaca también que el autor del lema “Por mi raza hablará el espíritu”, el exrector José Vasconcelos, fue nombrado secretario de Educación por Adolfo de la Huerta y también candidato a la presidencia en 1929. El fundador del Partido Acción Nacional, Manuel Gómez Morín, fue previamente rector de la UNAM.
DJC