A sus 48 años, Bryan Johnson, multimillonario tecnológico, se ha convertido en el rostro más extremo del biohacking. Su proyecto Blueprint, al que destina más de 2 millones de dólares anuales, busca revertir su envejecimiento con ayuda de inteligencia artificial, medicina de precisión y una estricta rutina de más de seis horas diarias. Su meta: ser parte de la primera generación que elija no morir.
En una residencia futurista en Venice, California, Bryan Johnson comienza cada día con una rutina más parecida a la de un astronauta que a la de un empresario. Monitoreado por un equipo de 30 médicos y científicos, su objetivo no es solo vivir mejor, sino no morir. Literalmente.
Desde 2021, su experimento personal Blueprint intenta revertir el proceso de envejecimiento en todos sus órganos, una cruzada que combina ciencia médica, tecnología de vanguardia y una filosofía de vida que él ha bautizado como “Don't Die”.
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6,5 horas al día para vencer el tiempo
Cada día, Johnson dedica más de seis horas a una rutina que incluye:
• Terapias de luz roja e hipoxia intermitente
• Ingesta de más de 100 suplementos
• Medición continua de biomarcadores
• Ejercicio físico y entrenamiento de fuerza
• Ayuno prolongado con una sola comida antes del mediodía
“No quiero usar mi capacidad cerebral para decidir qué desayunar”, explica. Cada paso está diseñado para eliminar el costo metabólico de decisiones cotidianas, y maximizar su longevidad.
Según reportes, su perfil de sueño es “el de un joven de poco más de 20 años” y su edad biológica ronda los 31 años, con métricas que lo colocan en el 0.2% superior de la población en densidad ósea, fertilidad y salud cardiovascular.
IA y conciencia digital: el Bryan eterno
Su proyecto va más allá del cuerpo. Bryan Johnson ha desarrollado una IA entrenada con sus pensamientos, con el objetivo de crear una versión computacional de su conciencia. Según dice, esta IA ya ha digerido todo lo que ha dicho y publicado.
“El activo más preciado será la existencia”, afirma. Para él, la inmortalidad no será un logro religioso o genético, sino una elección posible en la era de la inteligencia artificial.
Ciencia o culto personal
Johnson reconoce tener rasgos obsesivos, pero asegura que su adicción se ha canalizado hacia algo positivo. Sus métodos han provocado controversia, especialmente por experimentos como la transfusión de sangre de su hijo adolescente o el uso de rapamicina, un inmunosupresor con potencial antienvejecimiento que abandonó tras efectos secundarios.
Científicos como Richard Siow, del King's College London, advierten que asignar “edades biológicas” específicas a órganos es cuestionable por la falta de estándares clínicos globales. Otros señalan que su enfoque podría ser una visión tecnocrática de la salud, limitada solo a quienes pueden costearla.
Más allá del marketing
Aunque su marca personal ha crecido, Johnson parece cansado del modelo comercial. En julio de 2025, anunció que consideraba vender Blueprint: “El negocio me da menos credibilidad en lo filosófico”, dijo.
Paradójicamente, pese a su arsenal biotecnológico, sus recomendaciones básicas para el público son simples: dormir bien, evitar ultraprocesados, hacer ejercicio diario, reducir el estrés, y mantener relaciones humanas sanas.
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Para muchos, esto refuerza una idea incómoda: la verdadera longevidad no depende solo de millones de dólares o IA, sino de decisiones individuales y políticas públicas de salud.
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