A un mes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el país se enfrenta a la llegada del huracán Milton por la costa oeste de Florida, solo dos semanas después de que el huracán Helene dejara 232 muertos y una estela de devastación de 800 kilómetros en varios estados, incluidos Georgia y Carolina del Norte.
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Los huracanes durante una campaña electoral en Estados Unidos representan un desafío importante para los candidatos, quienes deben demostrar su capacidad de liderazgo ante la emergencia. Tanto Kamala Harris, vicepresidenta y candidata demócrata, como el exmandatario Donald Trump, del Partido Republicano, son conscientes de que la respuesta a desastres naturales puede moldear el panorama electoral.
Las estrategias de Kamala y Trump
Los huracanes, aunque inevitables, pueden impactar significativamente las campañas electorales en Estados Unidos obligando a los votantes a evaluar minuciosamente la respuesta de los políticos ante el desastre. Según John Gasper, profesor de Carnegie Mellon University, estas situaciones pueden incluso alterar la intención de voto, dependiendo de cómo los líderes gestionan la crisis.
Por ello, tras el reciente paso del huracán Helene, Donald Trump aprovechó para visitar rápidamente el estado de Georgia, un territorio clave en las elecciones, acaparando la atención mediática. A pesar de lanzar afirmaciones falsas, como que la Agencia Federal de Emergencias (FEMA) estaba destinando sus fondos a migrantes y no a los afectados, su enfoque le permitió ganar visibilidad mediática frente a sus oponentes.
Por su parte, Kamala Harris, adoptó un enfoque más institucional, pidiendo unidad y apoyo para los afectados. Sin embargo, ha asumido un rol más destacado que en situaciones anteriores, visitando también zonas devastadas y coordinando con los gobernadores locales.
Lecciones del pasado
La campaña presidencial de 1992 es un claro ejemplo del impacto que los desastres naturales pueden tener en el desenlace electoral. Cuando el huracán Andrew azotó Florida en agosto de ese año, la respuesta lenta y caótica del entonces presidente George H.W. Bush fue fuertemente criticada, tanto por los ciudadanos como por los medios. Antes del huracán, Bush lideraba en Florida con una ventaja significativa, habiendo ganado ese estado por 22 puntos en 1988.
Sin embargo, la eficaz respuesta federal le permitió ganar Florida por 381,000 votos, un avance notable frente a los ajustados 537 votos del 2000. Este capital político se esfumó al año siguiente con el desastroso manejo del huracán Katrina, un golpe del que nunca se recuperó.
En 2012, otro huracán, Sandy, también sacudió la campaña. El demócrata Barack Obama optaba a la reelección cuando la tormenta azotó Nueva Jersey, estado gobernado entonces por Chris Christie, férreo defensor de las políticas del candidato republicano Mitt Romney. Tras el desastre, Obama se desplazó a Nueva Jersey, donde Christie le recibió en el aeropuerto con un apretón de manos, mientras el mandatario colocaba su mano sobre el hombro.
Aquel gesto, interpretado como un "abrazo", provocó críticas a Christie dentro de su partido, pero benefició a Obama, proyectándolo como un líder capaz de trascender divisiones partidistas. La eficiente respuesta federal también consolidó su imagen de político fuerte y capaz de responder a momentos de crisis.