La explosión de ayer en el puente “La Concordia” dejó desesperanza, angustia y miedo. Este jueves, afuera del Hospital Rubén Leñero la calle se convirtió en una sala de espera, donde las familias permanecen para recibir información sobre la salud de sus seres queridos.
Cada respirar está lleno de incertidumbre. Aguardan sentados en las banquetas, en el suelo, en bancos, con sus termos de café que se enfrían en las manos, botellas de agua medio vacías, las tortas que comparten algunas personas como gesto de solidaridad.
Hablan en voz baja, rezan, marcan números de teléfono una y otra vez. Cada tanto, alguien se quiebra, alguien más sostiene. La tragedia no terminó con las llamas, sigue aquí, en este lugar donde la esperanza se mezcla con el miedo. Adentro las víctimas del accidente luchan por seguir respirando. Cada familia, una historia del horror que se vivió tras el trágico incidente.
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Juan Carlos, vendía fruta y hoy lucha en terapia intensiva
Juan Carlos Bonilla Sánchez apareció ayer en un video, con la ropa chamuscada, la piel desprendida, la carne viva, caminaba y hablaba, después de haber vencido al fuego. Contaba como vio que todo empezó a arder, que había niños y mujeres atrapados. Sin embargo, hoy está intubado, con quemaduras en el 80% de su cuerpo y daño en sus pulmones por la inhalación del humo y del gas.
Su padre, Apolonio Jiménez, no lo deja solo. “Él iba pasando, nosotros vivimos al día, él vendía fruta, su coche se quemó, la verdad si necesitamos el dinero, porque no tenemos para este gasto, pero ahorita yo lo que quiero es que él salga bien de todo esto, porque no entiendo, mire ayer estaba hablando y yo creí que estaba bien, ahora lo que sé es que está en terapia intensiva”, dice.
Cuenta que el carro de Juan Carlos quedó calcinado entre los restos del accidente, las autoridades le impidieron llevárselo y no sabe si su hijo lo recuperará. Su familia se enfrenta también a la angustia por tener que frenar sus actividades, lo que impactará en su ingreso económico.
Apolonio además tiene a su nieto, Juan Ángel en el hospital Balbuena, quien se encuentra estable, pero continúa internado.
Sigue la búsqueda de Daniela Barragán, la estudiante de la UNAM
Ana Daniela Barragán Ramírez apareció en la lista de heridos, pero no la han encontrado en hospitales, ni a través de locatel, ni en las carpas de protección civil, no hay rastro de ella.
Por un momento la angustia se volvió horror porque en el hospital Rubén Leñero les dijeron que había una mujer veinteañera no identificada, lamentablemente fallecida. Pero su familia está segura que Daniela no es.
Las pertenencias de la estudiante de la UNAM de 19 años fueron encontradas en el lugar, han circulado por las redes sociales, igual que el video del momento en el que un oficial se comunica con su padre desde su telefóno quemado. Pero ella no aparece.
Su novio, Bryan Ramos cuenta que la busca desde momentos después del accidente y que sabe que está viva en algún lugar donde llevaron a los heridos.
El llanto no lo deja continuar de contar. Se repone un poco y dice que en un hospital le dijeron que entró caminando, herida pero consciente. Horas después, se retractaron: que fue un error, que no podían dar información. Nadie le ha podido confirmar su paradero. “Ella está viva, yo sé que está viva”, afirma.
Su madre, Cecilia, recibió incluso una llamada donde se le aseguró que Daniela había tenido un accidente y fue trasladada a otro sitio. Pero la confirmación no llega.
Este jueves, personal de la Unidad de Apoyo Jurídico de la UNAM también recorre hospitales preguntando por ella. La comunidad universitaria también la busca.
Alrededor de las 20:00 horas, la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán lamentó el fallecimiento de de Ana Daniela.
Posteriormente, Bryan confirmó también la noticia en redes sociales:
"Siempre te llevaré en el alma, porque no solo me alegrabas mis días, me alegrabas la vida"
Alfonso: el hombre que salió del fuego
Sobre el puente, Alfonso Pérez Gómez vio descender la llama como una ola. Corrió, pero el fuego lo alcanzó. Una combi se detuvo. Un desconocido lo subió, lo sacó del lugar y lo pudieron llevar al hospital.
Hoy lo sometieron a cirugía, Griselda, su hermana, espera que salga del quirófano. Entre llanto cuenta que fue intervenido, que iba pasando por el lugar y que le angustia que no cuenta con seguridad social. Pide auxilio para que los médicos lo sigan atendiendo.
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“Él vive solo, tiene dos hijos. Lo único que pido es que lo atiendan, porque no tiene trabajo fijo que no lo dejen desamparado”. Habla despacio, les pide a los médicos su empeño y dedicación para que pueda salir bien del accidente, se limpia las lágrimas, agradece la ayuda de las autoridades.
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La tragedia arde todavía, aunque ya no hay llamas. Arde en los cuerpos que luchan por sobrevivir, en las familias que aguardan sin dormir, en las miradas que buscan a una joven que no aparece.
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Entre tanta desolación, llegan gestos de humanidad: policías que reparten comida, psicólogas que ofrecen consuelo, vecinos que traen agua, voluntarios que dan lo que tienen de sus propios bolsillos.
