Aún no había pasado un día de ocurrida la explosión de una pipa de gas LP en la parte baja del Puente de la Concordia cuando ya se veía a cuadrillas de trabajadores de la Secretaría de Obras y Servicios podando el pasto de los camellones, quitando ramas de los árboles, limpiando banquetas y pintando de blanco las columnas donde había grafitis.
Pero lo que no se podía quitar era el olor a chamuscado que prevalece en la zona. Tampoco algunos de los efectos que dejó la explosión y las llamaradas que ya dejaron un saldo de 8 fallecidos y 94 lesionados, con 22 en estado grave.
Al lado de la curva donde se volteó la pipa tipo salchicha con 49 mil 500 litros de gas, el pasto está quemado. Había además un casco de motociclista achicharrado y abandonado, una cartera con identificaciones que algunos inescrupulosamente manipularon, unos trapos tirados y ennegrecidos y los árboles cercanos a medio carbonizar.
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Hacen memorial para víctimas
Ahí mismo, en una zona de pasto con tres niveles, se colocó un improvisado memorial para las 8 víctimas, con veladoras y la foto de una de ellas, el maestro Eduardo Noé García Morales, a quien dos jóvenes alumnos homenajearon con un ramo de rosas y un retrato suyo.
“En Morse lamentamos profundamente el fallecimiento de nuestro amigo profesor. Enviamos un abrazo de fuerza y resiliencia a toda su familia y seres queridos”. Ambos jóvenes, con rostro compungido, se retiraron sin hablar con la prensa.
Metros más adelante, dos columnas del trolebús se veían ahumadas y eran revisadas por trabajadores. Al avanzar otros metros, las luminarias de un enorme poste debieron ser bajadas para cambiarlas, porque también fueron dañadas y quedaron inservibles por las llamaradas.
Al continuar hacia la estación del Metro de la Línea A, La Paz, para el cual hay que atravesar un camellón, el daño parece menor y apenas se ven unas plantas quemadas. Pero es engañoso. Ahí se encuentra una cabina construida a base de madera, la cual quedó negra y hecha cenizas.
También hay una estructura de un paradero, que era cubierto por plástico transparente, el cual ahora está encogido y arrugado y el metal sobre el que descansaba quedó desnudo.
Al avanzar sobre la banqueta hacia el aeropuerto, hay una gasera llamada Urbanus, la cual está cerrada, lo que parece providencial, porque si no, cabe la posibilidad de que la tragedia pudiera haber sido mayor.
Alicia, la abuela heroica
Enfrente, sobre el camellón, hay un árbol. Ahí iba a descansar la checadora de la ruta 77, Alicia Matías Teodoro, quien se convirtió en una heroína luego de proteger a su nieta de las llamas a costa de su cuerpo.
La señora llevaba años como checadora y cuando no pasaban unidades, solía aprovechar para descansar a la sombra de ese árbol con su nieta. En ese lugar se ve una cobijita de aspecto infantil, una bolsa vacía de pañales y algunos plásticos derretidos.
José Federico Rodríguez Luna, chofer de la RTP, conocía de años a Alicia y recuerda que diario los saludaba a él y a sus compañeros y les daba los buenos días.
“Es bien amable, es un amor y bien noble”, dice y le desea lo mejor.
Adolfo llegó todo quemado
Cerca de la gasera Urbanus, en dirección al centro de la CDMX, hay otro camellón donde también se arreglan autos. Al final de este hay una salida en donde La Silla Rota platicó con Santa Vieyra, quien relató que el 10 de septiembre escuchó los sonidos de explosiones y las llamaradas.
Pero lo que más la impactó fue ver a Adolfo Franco Madrigal, trabajador de una vulcanizadora, quien llegó ahí con otro joven gritando al camellón donde ella trabaja.
Llegó todo quemado, describe Santa.
“La ambulancia tardó como una hora en llegar. Conseguimos suero y le empezamos a dar. Ahí lo tuvimos, pero él pedía que le echáramos agua, eso lo lesionaba más y yo creo que el suero lo ayudó. Cuando vino la ambulancia lo subieron y lo llevaron al Hospital general Morelos, no lo recibieron y de ahí lo llevaron al ISSSTE de Zaragoza. Sabemos que estaba mal”.
Adolfo, de 24 años, está reportado como intubado, con postparo y quemaduras en 90% de su cuerpo, de acuerdo con reportes del gobierno capitalino.
Acuden peritos para investigar
Alrededor de las 12:30 de este jueves, peritos de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México y policías de investigación llegaron a la curva donde ocurrió el accidente que derivó en tragedia.
Con maletín en mano, guantes, trajes blancos y algunos con cubrebocas, hicieron mediciones de algunos rayones en el asfalto, posaron su mirada en dos parches en el asfalto que no estaban duros, sino suaves, como si hubieran sido colocados recientemente. También se asomaron a la zona de pasto, donde una parte de la barda de protección estaba caída e hicieron observaciones y mediciones.
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Mientras estuvieron ahí, se cerró parcialmente el paso vehicular. Previamente, otros expertos en ingeniería acudieron a ver cómo pasaban los vehículos en esa curva que sube, en especial vehículos pesados. Observaron que es muy cerrada, luego de ver pasar un camión mezclador y con la velocidad a la que algunos circulan, consideraron que se convierte en una bomba de tiempo.
En este tramo no hay forma de ampliar sus dos carriles, por lo que la posible solución es un reductor de velocidad, consideraron.
La Secretaría de Obras desplegó 600 trabajadores y 60 vehículos para atender las afectaciones de la emergencia, en coordinación con otras dependencias del gobierno capitalino.
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