Leonardo Amador murió el 20 de junio de 2008 en la discoteca News Divine, en la que trabajaba revisando el ingreso de los asistentes y en el guardarropa. Tenía apenas dos meses en el News, como le decían al lugar que era la sensación para jóvenes de las colonias Nueva Atzacoalco, El Coyol, Salvador Díaz Mirón y Gabriel Hernández, en la alcaldía Gustavo A. Madero. A 17 años de la tragedia, doña Carmen no le puede llorar a su hijo como ella quisiera.
La tarde de ese viernes, la mamá de Leonardo, doña Carmen Rivas, se encontraba lejos de la zona, dice en entrevista con La Silla Rota. Llegó a su casa hasta las 6 de la tarde y apenas lo hizo su sobrina le dijo que un chofer de microbús buscaba insistentemente al “Frijol”, como llamaban a Leonardo.
Eso se le hizo raro a doña Carmen, quien marcó a su hijo sin recibir contestación, pese a que siempre lo hacía rápido.
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Entrevistada en el lugar en que ocurrieron los hechos, la mujer recuerda lo sucedido hace 17 años. Entonces le marcó a sus cuñados para preguntar si sabían algo de él. Notó entonces que en la calle había ruido de patrullas y el sobrevuelo de helicópteros.
Adolescentes en el suelo, la alerta
Como Leonardo no contestaba doña Carmen decidió ir a la panadería y salió a la calle. Vio más gente de lo habitual y cuando llegó a la calle 11, paralela a la calle en que se ubicaba el News Divine, comenzó a preocuparse.
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“Vi muchachas desmayadas, les echaban aire con un cartón. ‘¿Qué pasó?’, me pregunté. Estaba muy cerca del News Divine y recordé que era viernes y le había tocado trabajar. ‘Aquí está mi hijo’. Avanzo, veo al policía muerto en la entrada, lo brinco para quererme meter y siento un jalón de greñas que me saca. Según era una ministerio público. Yo nada más le dije, ‘oh, hija de tu pinche madre, voy a ver si está mi hijo aquí”.
Pero hasta ahí llegó porque varios policías la sacaron empujones. Se quedó afuera y comenzó a contar a los muertos, recuerda mientras con sus manos señala hacia los sitios donde estaban tirados. Entre ellos no estaba su hijo, pero vio salir a los meseros del News Divine y le preguntó a uno de ellos por Leonardo.
El mesero le pidió no preocuparse porque quienes ahí trabajaban estaban bien.
Sin embargo, volvió a sentirse inquieta y revisaba a los muertos: casi todos estaban sin zapatos; ella conocía las calcetas de Leonardo. No encontró indicios suyos.
A las 9 llegó su marido y fueron a buscar a su hijo al deportivo Los Galeana, donde les habían dicho que había algunos detenidos. El lugar está a unos 25 minutos en auto, pero ellos debieron caminar algunos tramos porque a esas horas ya no había transporte público.
Pero al llegar a Los Galeana, les dijeron que estaban en Pradera, a unos 15 minutos más de distancia.
“Ahí me tocó entrar a preguntar por mi hijo. Eran como 10:15 y los jóvenes que estaban afuera me dijeron, ‘adultos ya no hay'”.
De los 12 fallecidos esa tarde, tres eran policías, uno era Leonardo, de 24 años, y los otros ocho eran adolescentes.
Los jóvenes contaron que a los adultos los dejaron salir de ahí por 800 pesos y a los menores de edad por 600.
Vejaciones a menores
Doña Carmen se coló al lugar donde aún había adolescentes detenidos.
“Lo que vi fue algo horrible. No se me olvida cómo a las chicas las hicieron pasar en una como pasarela, pero todas desnudas. A mí me tocó ver eso. Yo en su momento no lo hablé porque Emilio Álvarez Icaza (entonces presidente de la Comisión de Derechos Humanos) me dijo ‘si no tiene cómo comprobar, mejor cálleselo’. Así me lo dijo”.
Las chicas estaban desnudas porque según el médico, les estaba revisando si tenían la edad que decían tener
“Eran niñas, eran unas niñas. Entonces, pues así fue como me enteré, fue el pesar el proceso”.
Doña Carmen aún no encontraba a Leonardo, pero luego de ver a los muertos y a las chicas desnudas, ya estaba muy intranquila.
A medio camino se encontró con su nieto y le pidió ir al hospital de urgencias de La Villa. Pero él ya había ido y ahí no estaba Leonardo. Entonces se dirigieron a la entonces delegación, hoy alcaldía Gustavo A. Madero, en la que tenían la lista de heridos, detenidos y fallecidos.
En ninguna lista estaba Leonardo y doña Carmen sintió más angustia. Entonces su yerno le habló por teléfono a su nieto, y le preguntó si Leonardo llevaba un collar verde con amarillo y blanco.
Cuando le dijo ‘llevaba’, ella sintió que su cuerpo se helaba. Mientras se apuraba para subir unas escaleras de la sede delegacional, rodeada de granaderos y policías vio a su yerno en la parte alta.
-¿Qué pasó, Javier?, le dijo doña Carmen.
-Es que Leonardo está muerto.
La noticia provocó que emitiera un grito; otros papás le han dicho que jamás olvidarán ese sonido.
Eran las tres de la mañana.
Le enseñaron una foto de Leonardo, con huellas de sangre en los ojos y en la nariz. Su yerno Javier la abrazó y ella comenzó a llorar y un ministerio público le ordenó: ‘cállese el hocico, no chille y contésteme lo que le voy a preguntar’.
Desde entonces no le puede llorar a Leonardo como quisiera, se queja doña Carmen.
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Sigue pidiendo justicia
Aunque ha pasado más de una década y media de la tragedia, no ha claudicado en su exigencia de justicia, en un caso en que el único que pisó la cárcel fue el gerente del lugar, Alfredo Maya, pero no quién instrumentó el operativo, el coordinador de la Unipol, Guillermo Zayas, quien quería presumir un operativo limpio.
Tampoco fue sancionado el entonces alcalde, Francisco Chiguil, bajo cuya administración funcionaba una disco juvenil donde se vendía alcohol a menores de edad y que ya había sido clausurada.
El entonces secretario de Seguridad Pública, Joel Ortega, presentó su renuncia, pero no tuvo responsabilidades legales, como tampoco Rodolfo Félix Cárdenas, pese a que en los ministerios públicos se desnudó a jovencitas.
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Desmantelan memorial
Han pasado 17 años de la tragedia que enlutó a la Nueva Atzacoalco. Ahora el sitio es un memorial que tampoco se ha salvado de la burocracia y el vandalismo. En la pasada administración el Instituto de la Juventud estuvo a cargo del memorial, un lugar de homenaje a las 12 personas fallecidas y para mostrar quienes eran.
En el lugar había una cabina de audio y tabletas electrónicas que mostraban perfiles de las víctimas. Pero durante la pandemia de la Covid 19 el sitio fue saqueado. Ahora la cabina de audio quedó reducida a una bodega empolvada sin equipo y donde había tabletas sólo hay huecos.
Ya ni hablar de la justicia. Como el caso no se cierra en México pero al mismo tiempo no avanza, no se puede recurrir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, dice doña Carmen.
VGB
