Cuasi luce sin pelo en su lomo y donde sí tiene se le ve disparejo y alborotado. Está encogidita y tiene un escurrimiento nasal desde hace algunas semanas, pero no falta a su cita con Alejandro Galindo en la unidad habitacional IMSS Narvarte para recibir su comida de mediodía.
Cuasi es una gata que vive en el Centro SCOP, pero desde que el año pasado comenzó a ser demolida la construcción que albergó a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, se enfermó y apenas inició su recuperación.
“Le echamos la culpa al polvo que se ha generado por lo de la secretaría. Tenemos gatos enfermos de flujo nasal, ojos llorosos y con lagañas, así como caída de pelo”, explica Alejandro, sin dejar de poner alimento en los platitos de donde comen los gatos.
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“Cuasi estuvo muy mala de las vías respiratorias y también del pelo, por ahí del lado izquierdo no podía masticar, se le tuvo que dar medicina. Hace poco volvió a enfermarse. El punto es que ha afectado bastante polvo no solo a ellos sino también a los que estamos en el interior: ojos llorosos, mucha secreción nasal, mucha tos, ha sido parejo pese a que ya no son tiempos de frío”.
Otro de los animalitos que llegan al pasillo de la unidad que está a unos metros de la escuela instalada ahí dentro, es Silvestre o Tyson –como el boxeador- un viejo gato, negro casi en la mayor parte de su cuerpo, menos en las patas y el cuello, que son blancas.
Silvestre -que por su color recuerda al de la caricatura en la que salía Piolín- es el más viejo de los gatos a los que Alejandro da de comer.
“Es un gato alfa que debe tener entre 8 y 10 años”, lo describe el cuidador, mientras le da de comer a él, a Cuasi y a otra decena de gatos en un pasillo de la unidad, cerca de una banca.
Sobre la banca, solo dos gatos se suben y miran por encima al resto. Se trata de Silvestre y Rita –una gata café de aspecto bonachón pero que suelta el zarpazo a la menor provocación- y ambos son los más bravucones de ese grupo.
Los demás gatos comen en un platito en el piso. Además de Cuasi, que pese al calor del mediodía está encogida como si tuviera frío, están dos de sus hijos: Elsa y Olaf, nombres inspirados en la película Frozen.
Hay otra gata de aspecto atigradito llamada Zoom, cuenta Alejandro, que reconoce que no sabe por qué le pusieron así. Hay otro gato también atigrado del cual el cuidador desconoce su nombre, pero que no tiene lazos familiares con Zoom y después se aparece una gata café claro y ojos azul, a la que le llaman Azul 2, porque es hermana de Azul, otra gata ojiazulada.
Todo inició por su mamá
Alejandro dice a La Silla Rota que heredó el amor por los animales de parte de su mamá y que desde hace unos 20 años comenzó a darles de comer a los gatos de la unidad. Además de los que les da a unos metros de la escuela hay otro grupo distinto al lado de la escuela Montes Azules.
Cuando llega, se ve sólo a un par de gatos detrás de una reja. Pero conforme empieza a sacar los platitos y las latas de alimento y algunas bolsas de croquetas, se van acercando algunos más. La mayoría son ariscos, pero otros no tienen empacho en ponerse entre los pies del visitante, como si lo conocieran de toda la vida.
Además, salen otros gatos que han sido adoptados por vecinos. Una de ellas es Morgan, una gata café oscura a la que le falta un ojo, por eso recibió ese nombre, en homenaje al Pirata Morgan.
Otro es Nico, que no se acerca a comer pero sí se pasea por los pasillos.
Alejandro ha visto cómo han aumentado los gatos en la unidad, de unos 20 cuando él empezó a darles de comer, a unos 100 actualmente. De hecho él le da de comer a tres grupos de gatos. Les da croquetas y también atún. Los pone en platitos desechables y ahí llegan a comer los gatos.
También les ofrece agua, en bandejas que él lava. Todo lo hace de manera casi sigilosa. Los gatos aunque ya lo conocen, no dejan de ser tímidos e incluso espantadizos unos, ariscos otros y los menos son más sociables.
“Esto empezó por cuestión de mi mamá, por unos gatitos que dejaron abandonados acá atrás en la unidad, había que darles de comer, pobres animales. Posteriormente dejaron más y entonces empecé dándoles puro alimento seco, no teníamos platos y se les daba en el techo de las oficinas del Seguro”, recuerda.
Eran días en que los gatos sin dueño en toda la unidad sumaban unos 10. “No había problemas, se les ponía y comida y tantán”, dice Alejandro.
Luego, por 2012 hubo un ligero crecimiento y llegaron a unos 30 y en 2015 en toda la unidad había ya entre 50 y 60.
Pero las inquietudes reproductivas de los gatos dejaron de traducirse en más animalitos cuando en 2017 la alcaldía llevó un programa de esterilización. Junto con la administración y vecinos se pusieron de acuerdo para planear dejar de darle de comer a los gatos, luego poner jaulas con comida para atraparlos y esterilizarlos.
“Operaron a aproximadamente entre 40 y 60 gatos en toda la unidad, esto lo que nos trajo de beneficio es que la población se mantuvo estable hasta 2019, no teníamos crecimiento, eran 60”.
Sólo algunos gatos se escaparon de la esterilización, como El ruso, un gato casi indomable que aparece y desaparece y al cual casi ninguno de su especie se acerca sin llevarse un susto.
Con esa población estable de alrededor de 60 gatos llegaron a 2020, cuando con la pandemia de la covid19 algunos no sólo se deshicieron de sus gatos, sino que los llevaron a la unidad.
“Con la pandemia vinieron a botar mucho gato cercano en la unidad y eso hace que tengamos ahora entre 80 a 100 gatos en toda la unidad”, continúa Alejandro, mientras sigue su faena diaria de darles de comer a los gatos.
Además de la pandemia, otro suceso hizo que aparecieran más gatos; la demolición del Centro Scop, que además trajo consigo la aparición de ratas que vivían en el predio.
“Los animales nos han ayudado con el proyecto del nuevo parque de Scop y que derribaron los edificios, todas las ratas que había ahí empezaron a salir y estos animalitos nos han hecho mucha labor de caza, fácilmente hemos visto entre 30 a 50 ratoncitos y algunas ratas grandes”, describe Alejandro.
“Sí pediría que nos apoyaran con el programa. Somos entre 8 y 10 cuidadores, no nos cuesta darles de comer pero el hecho de que se estén multiplicando sí nos pone a veces desconcertados porque son más gatitos. No nos pesa, lo hacemos de nuestro dinero y hay gente que se ha involucrado, regalan bultos de croquetas, dejan dinero para comprar, son cercanas".
“Cuasi vive a uno de los lados del Centro Scop, ella tenía su casa ahí y hay otros animalitos que eran de allá, con todo el polvo, ruido y vibraciones algunos se han venido saliendo y venido a la unidad. No nos pesa, lo hacemos corazón, lo que nos pesa es que pobres animalitos sufren, ellos deben de cuidar y al ser chiquitos son vulnerables. Los encontramos muertos y no nos agrada”.
Cazan animales y los dejan de ofrenda
César Pérez es uno de los vecinos que han adoptado a uno de los gatos que llegaron a la unidad o que fueron abandonados por alguien.
De los tres gatos que tiene, el más chico es un cazador y es de los que contribuye a reducir la población de ratas en la unidad. Pero a veces llega también con otras sorpresas.
“Uno de los míos, el más chiquito de repente se sale el jardín y llega luego con algo en la boca. Le preguntó serio qué es eso. Entonces ya sabe que está mal y ya mejor se va con su cucaracha, una patineta que trae en la boca”, dice.
“Le toca su regañada”.
Otro vecino, Francisco Carbajal, tiene una opinión más equilibrada sobre los gatos.
“Siempre ha habido esta presencia de gatos, es buena y es mala. Es buena porque evita que haya ratas sobre todo ya no son ratas son como conejos y entonces eso mantiene a las ratas alejadas o no sé qué les hacen a las ratas, pero no creo que se las coman, pero no tenemos ese tipo de animal nocivos".
El mismo tuvo un gato chiquito que incluso llevaba en la bolsa de su camisa, pero a los seis meses se volvió alérgico y debió dárselo a una vecina que estaba feliz. Lo que sí nota es que ha aumentado la presencia de los gatos.
“Con lo del Centro Scop se nos vinieron algunos, por supuesto que sí, pero bueno, pues aquí hay cobijo para todos”, concluye.