Dentro de los centros penitenciarios de la Ciudad de México, las mujeres gestionan su menstruación como pueden. El agua que usan es tratada y tiene altos niveles de salitre, cuentan con toallas un día sí y al otro no, los servicios médicos desatienden sus dolores y los retretes que utilizan son de lámina oxidada que se cae a pedazos poco a poco.
Así lo corrobora Betty Maldonado, presidenta de la organización civil Mujeres Unidas x la Libertad y quien vivió en carne propia la precariedad de una menstruación digna en prisión.
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Este 28 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Higiene Menstrual y La Silla Rota encontró que por medio de una solicitud de información que, aunque menstruar dignamente es un derecho humano, 1529 mujeres que habitan los centros de reinserción social de la Ciudad de México no tienen acceso oportuno para hacerlo realidad. Más del 89.4% (1366) de ellas está en Santa Martha Acatitla, mientras que el restante 10% (163) se encuentra en Tepepan.
Ello, ya que aproximadamente el 62% (958) de las mujeres privadas de su libertad no tiene dinero suficiente para costear su ciclo menstrual, que tras las rejas ronda entre los 60 y 120 pesos mensuales.
Fuera de la cárcel, las mujeres chilangas tienen a su disposición opciones diversas para vivir su menstruación como ellas deseen, ya sea usando pastillas para el dolor, yendo al médico, comprando toallas sanitarias, tampones o copas y discos menstruales e, incluso, utilizando telas.
Dentro, la realidad es otra. No existen muchas opciones, la tienda del interior ofrece: Saba, Always y Naturella; no hay mucha variedad y la única forma de comprar es por unidad, cada una cuesta 10 pesos, lo que hace que el ciclo sea 5 veces más caro dentro del centro penitenciario.
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Los obstáculos de menstruar en la cárcel
1445 mujeres que habitan en Santa Martha Acatitla y Tepepan menstrúa cada mes. Las condiciones en las que tienen que vivir su ciclo son precarias. La zona de regaderas está equipada; sin embargo, no cae agua. Los retretes están hechos de una aleación metálica que en algún momento estuvo galvanizada y hoy ya no, así que, usando rafia, componen asientos para que sus cuerpos no toquen los metales oxidados.
"Las tazas de baño son como del año de la Santa Inquisición, de lámina, lámina corrosiva. Te sientas ahí con el miedo de que te vayas a cortar; yo lloraba cada vez que me sentaba. Antes eran galvanizadas, pero con el paso del tiempo se les ha caído el galvanizado, entonces quedan expuestas y se empiezan a oxidar, ¿no? Entonces yo lo que hacía, era poner estas tapas de baño, las hice con rafia", cuenta Betty Maldonado.
Betty Maldonado estuvo privada de su libertad por 5 años en Santa Martha y hoy lidera una asociación Mujeres Unidas x la Libertad que concentra sus esfuerzos en apoyar las necesidades sexual-reproductivas y médicas de sus compañeras.
Ella cuenta que en cuanto dan las 6:00 de la mañana, las mujeres acuden a una toma general para llenar cubetas de agua que usan para lavar su ropa, espacios y a ellas mismas. Pararse temprano es importante porque bombean el agua de 6:00 de la mañana a las 8:00 y no vuelve a suceder hasta el día siguiente.
Sin embargo, la calidad del agua deja mucho que desear. Una de las razones por las que no utilizan toallas sanitarias de tela es debido a la alta concentración de salitre del agua del centro.
"El agua no es apta como para lavar las toallas de tela, ni tampoco las copas porque el agua tiene mucho salitre, es porque es tratada, no potable. Imagínate lavar tu ropa o tu toalla femenina (que vas a poner en tus partes íntimas), pues con esta agua quedan residuos que ocasionan infecciones vaginales . Nadie te va a dar medicamento para esto", asegura la activista.
De acuerdo a una investigación que realizó La Silla Rota, para la cantidad de mujeres que habitan Santa Martha Acatitla la administración debería repartir poco más de 400,000 litros de agua al día; sin embargo, bombean 250,000.
Esto hace que el 49% de la población padezca pobreza hídrica, ya que de acuerdo con el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), en promedio una persona usa 307 litros de agua para sus servicios y limpieza cada día.
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El verdadero precio de menstruar en prisión
Un sangrado menstrual se contiene quitando el adhesivo de una toalla y pegándola en la ropa interior, insertando un tampón con un aplicador de plástico o cartón, o metiendo una copa o disco en el canal vaginal. Sí, todo funciona, pero antes hay que comprarlo.
"Realmente no es como las películas, nadie te da tu kit", dice Betty Maldonado.
La toalla sanitaria de Naturella es la más vendida dentro de las tiendas de Santa Martha y Tepepan, cuesta alrededor de 10 pesos por pieza. En el mercado negro el precio se acrecenta hasta los 15 pesos por la amplia oferta (con alas, sin alas, invisible, flujo súper abundante, protectores diarios, etc.).
Para aquellas mujeres que se acomodan mejor con los tampones, es todavía más caro. Por unidad tienen un costo aproximado de 20 pesos, TAMPAX es la marca que suelen tener en existencia.
Son suertudas aquellas que cuentan con cercanos o familiares que les llevan productos de aseo cada visita. El papel de baño es lo que más agradecen, ya que dentro de los centros un sólo rollo cuesta 50 pesos y a largo plazo no es costeable.
Una persona menstruante que no habita en la cárcel gasta en promedio 67 pesos por mes y poco más de 804 al año si su flujo es de regular a fuerte, usa 4 toallas sanitarias de día y una nocturna por cada uno de los cinco días que sangra y no tiene dolor de cólicos o algún padecimiento hormonal que requiera medicación extra.
Dentro de un centro penitenciario, una mujer con este mismo tipo de periodo menstrual, invierte 350 pesos por mes y 4,200 anualmente. Esto equivale a 5 veces el costo de menstruar en libertad.
Ante la falta de recursos económicos y el pobre estructuramiento presupuestal, la mayor parte de las mujeres privadas de la libertad gestionan la sangre de sus periodos con calcetines, jirones de playeras, papel de baño, periódico, revistas o cubrebocas.
De acuerdo con informes de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC-CDMX), la población de mujeres privadas de la libertad es menos visitada que los hombres en la misma situación jurídica.
La falta de visita es la falta de conexión con sus seres queridos y con los productos que necesitan de fuera como comida, productos de higiene personal, ropa interior y cambios completos.
Fundaciones como Mujeres Unidas x la Libertad se apalabran con organismos y empresas que surten de todos los elementos necesarios para la salud, bienestar y comodidad de las mujeres privadas de su libertad. Asegurar una menstruación digna es algo que los administrativos de los centros intentan lograr; sin embargo, hasta que no modifiquen las asignaciones presupuestales esta no será una realidad.
La Silla Rota buscó contacto con la SSC, pero hasta la publicación de esta nota la dependencia no dio respuesta o posicionamiento.