“A pesar de la llegada de Halloween esto no ha parado y no ha bajado”, dice el señor Eduardo Jiménez, quien lleva más de 50 años trabajando las calaveritas de azúcar para el tradicional Día de Muertos. Actualmente, el artesano enseña a sus nietos a seguir el oficio en la que es la cuarta generación.
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Fue el padre del señor Eduardo quien le enseñó el oficio de la calaverita de azúcar, hace décadas en el taller que tenía en su pueblo natal en Michoacán.
Los trabajos para surtir las miles de calaveras de azúcar comienzan desde el mes de mayo para tener todo listo antes del 2 de noviembre, asegura don Lalo.
Sin embargo, en el taller de calaveritas se surten desde antes de mayo, simplemente deben conseguir el azúcar antes de mayo para que sea más barata y comenzar a crear las primeras calaveras.
“Las calaveras van por tamaños, comenzamos con la del uno, que es la más pequeña, y pues lleva más tiempo, más detalle y así vamos pasando hasta llegar a la más grande”, explica el artesano.
Así se elaboran las calaveritas de azúcar
Para crear una calavera se debe comenzar con la pasta y el azúcar para llenar el molde de barro que se vierte en un caldero con agua caliente para luego dejar secar unos minutos. Los orígenes de este proceso están en Michoacán, de donde era originario el padre de don Eduardo, quien le enseñó el oficio a los 6 años.
“Está uno chamaco y yo le iba a ayudar emocionado, me gustaba. Mi papá a todos nos dio carrera, pero no todos los hermanos nos quedamos con esto, yo igual tengo un hijo que me viene a ayudar a diario, y otros que me echan la mano de vez en cuando y también de vez en cuando ya andan por acá los nietos”, dice con orgullo don Eduardo Jiménez.
Para la familia Jiménez y los 10 trabajadores que crean calaveras desde mayo y hasta octubre la pandemia fue una temporada muy dura, el taller cerró dos años, pero actualmente han retomado la producción.
Las calaveras creadas en un pequeño taller de la colonia Valle Gómez llegan a mercados como el de La Merced, de donde se surten gran parte de la gente de la Ciudad de México, pero otra parte de la producción llega a la frontera norte e incluso a los Estados Unidos, “¿cómo las pasan? Pues quién sabe, pero gran parte se va a los Estados Unidos”.
Si bien, el señor Eduardo dice que la festividad del Halloween no ha bajado sus ventas, el 2024 no es el mejor año para su negocio.
“Antes a estas alturas del año no nos dábamos abasto, no creo que sea el Halloween, y en su momento la calavera de chocolate nos pegó, pero poco a poco regresa lo tradicional que es la de azúcar”, explica el artesano. Los precios de las calaveras que se producen en el taller varían según el tamaño, desde unos pesos por la más pequeña hasta aproximadamente 300 pesos por la más grande, precio por menudeo en los mercados como La Merced.
Son tantas las calaveras que se hacen en los seis meses de producción que la familia Jiménez no sabe cuántas figuras se producen para el Día de Muertos, “son miles, no podría decir... Yo creo que ni por cajas”.
Y pesar de que, para los mexicanos, la tradición del Día de Muertos es algo común, en el taller de la Valle Gómez, año con año extranjeros de distintos países acuden para analizar el culto a los muertos.
“Vienen y se sorprenden de que trabajemos haciendo calaveras, o sea no comprenden que hagamos dulces de calaveras, pero tal vez no entienden que esto es recordar a nuestros seres queridos que más murieron y sentir que vuelven un rato con nosotros”, finaliza el artesano de calaveras sobre su oficio.