HOSPITALES CDMX

Hospital Balbuena en CDMX: Duermen en camellón por familiares; "Esperamos 2 días por un cuarto"

Narran cómo es tener a un familiar internado en hospitales de la CDMX y tener que dormir en la calle para no perder noticias de su estado de salud.

Hospital General Balbuena
Hospital General BalbuenaCréditos: Fabián Evaristo: @FabiaNoise
Escrito en METRÓPOLI el

Un viernes de enero, Marisol y su familia llevaron a su suegro al Hospital General de Balbuena ante una herida que se complicaba. Los médicos les indicaron que alguien debía quedarse 24 horas de guardia, afuera de la clínica, por cualquier actualización respecto a la salud de su paciente; las primeras dos noches la mujer las pasó en una banca, las otras, en un dormitorio comunitario instalado en el camellón. Es una de las tantas historias que se viven fuera de hospitales.

Marisol Cristóbal trapea el dormitorio público que fue levantado en el camellón de Avenida Sur 11, en la colonia Aeronáutica Militar. Mantener el área limpia es uno de los requisitos para que la mujer pueda permanecer allí mientras su familiar es atendido dentro del Hospital General de Balbuena.

La mujer debe quedarse pendiente de la situación de su suegro, pero como no puede estar dentro del área del nosocomio, el camellón frente se convierte en la sala de espera.

“Cualquier cosa que se llegue a complicar tiene que haber alguien aquí para que nos den informes y estar pendiente de nuestro paciente, es cuando nos dan el pase para quedarse”, explica.

La mañana del viernes sería el quinto día que lleva viviendo en el pequeño cubículo de unos dos metros y medio de largo por unos dos de ancho. Cristóbal vive en el pequeño dormitorio levantado para que los familiares de pacientes del Hospital General de Balbuena, que más lo necesiten, puedan quedarse mientras su ser querido está hospitalizado.

“Nos quedamos esperando en las bancas dos días”

El suegro de Marisol ingresó al nosocomio el domingo 14 de enero, esa noche ella se quedó de guardia debido a que su esposo y demás familiares debían volver a trabajar al lunes siguiente.

La noche que llegaron desde Chimalhuacán, Estado de México, al Hospital General de Balbuena, ubicado en la Alcaldía Venustiano Carranza, la pasó en una de las bancas del camellón, sólo con una cobija. A pesar de que en el camellón hay 16 dormitorios para hombres y mujeres, las seis bancas que están en el lugar son igual o más cotizadas entre los familiares de algún paciente.

“Nos quedamos, en espera, en las bancas dos días, porque conforme se vayan desocupando los cuartos es como vamos entrando”, narra la mujer.

Afuera del hospital, existe un especie de sistema en el cual las bancas sólo pueden ser usadas por familiares de pacientes, si alguien más se llega a sentar se le pide que se levante, si es que los bolsos y pertenencias de los que aguardan una respuesta de los médicos se lo permiten.

Marisol dejó en casa a sus tres hijos, al ser una mujer dedicada al hogar, el acuerdo entre la familia es que ella se quede de guardia de lunes a viernes y los fines de semana alguien más la releve; así hasta que su suegro salga del hospital.

“Mis familiares me traen cosas; que la cobija, ropa para cambiarme y así. Porque tiene que trabajar porque si no se trabaja no se genera. Tengo tres hijos y ahorita se quedaron solos en casa, porque como vivimos solos y mi esposo y mis cuñados se tienen que ir a trabajar”, asegura.

Una bocina llama a los usuarios de la improvisada “sala de espera”, para darles información o una solicitud sobre sus pacientes. Otras veces, el personal médico sale a llamarlos directamente.

En los tiempos que no hay informes desde el interior del hospital, las familias conversan entre sí, llegan a compartirse información y el caso que los tiene allí; otros están en sus celulares y unos más están en las camas de ladrillo y cemento, simplemente esperando.

Vivir afuera de hospitales por supervivencia

Desde hace año y medio, Pedro Pérez despierta afuera de un hospital. No tiene un familiar enfermo, pero el tiempo que el hombre ha pasado en las calles lo hizo desarrollar un sistema de sobrevivencia: descubrió que vivir afuera de las clínicas facilitaba su situación de calle.

Con una gabardina para resguardarse del frío de enero, Pedro cuenta que terminó viviendo en las calles porque, al no tener un trabajo y no contar con una pensión, se quedó sin dinero. Las comidas gratuitas que son llevadas a los familiares de pacientes fueron la clave que llevaron al anciano a refugiarse allí.

El hombre, de 75 años de edad, intentó quedarse en terminales de autobuses y parques, pero ahora pasa las noches afuera de hospitales como Magdalena de las Salinas, Centro Médico y Balbuena.

Cuando alguien llega a regalar comida en los hospitales, Pedro se forma como todos los familiares de algún enfermo.

“El único lugar donde pude quedarme fue aquí. Regalan comida, a veces traen guisados, a veces traen café y pan, o tortas”, explica.

Cuando alguien llega a regalar comida en los hospitales, Pedro se forma como todos los familiares de algún enfermo.

Pedro Pérez se gana la vida repartiendo publicidad, 150 pesos diarios por repartir 500 volantes. Dice que la forma en que convenció a sus jefes de que lo contrataran, sabiendo su situación de calle, fue cuando les explicó que, al no pagar pasajes por ser beneficiario del INAPAM, les ahorraría el apoyo para traslados a sus empleadores.

El hombre, que además está enfermo de diabetes y perdiendo la vista en su ojo derecho, asegura estar esperando ganar una demanda para obtener una pensión por los años que trabajó, para poder volver a rentar un lugar y dejar de vivir afuera de los hospitales como el General de Balbuena.

“Tengo 75 años, espero que mi asunto se arregle lo antes posible, estoy consciente que estoy en mi recta final. Con mi abogado, cuando le dije que me quedé sin dinero, hicimos un contrato, de mi pensión él se llevaba el 30 y yo el resto, estoy esperando solución”, dice el hombre con sus pertenencias afuera del nosocomio de la Venustiano Carranza.

Luego de haber desayunado y descansado, Pedro Pérez toma sus tres bolsas y la cubeta en que guarda sus pertenencias y se marcha para buscar un baño público donde asearse antes de ir a repartir volantes; promete volver al hospital para pasar la noche por la zona de dormitorios.