Son las 8:30 de la mañana de un día laborable en la estación Pantitlán de la Línea 1 del Metro. Tras 15 meses de permanecer cerrado el primer tramo de esta línea, los cambios, a simple vista, son notorios: más cámaras de seguridad, instalaciones limpias y recién pintadas, y vagones modernizados. Sin embargo, los andenes lucen ahítos de gente que lleva más de cinco minutos esperando que llegue un tren.
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A las 8:35 arriba un convoy, pero, debido a la alta afluencia de usuarios, es imposible abordarlo.
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Después de tres minutos, llega otro tren. Esta vez, el ascenso resulta más fluido porque el tiempo de espera fue de solo tres minutos. A pesar de ello, los vagones se vuelven a llenar con poca oportunidad para que en la siguiente estación aborde más gente.
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La lentitud con la que operaba la Línea 1 del Metro antes de ser cerrada no cambia. De acuerdo con el Gobierno de la Ciudad de México, los 29 nuevos trenes que estrenó esta línea cuentan con una velocidad de operación máxima de 80 kilómetros por hora, sin embargo, en un tramo de tres estaciones, Pantitlán-Zaragoza- Gómez Farías, el tiempo de traslado es de seis minutos.
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A las 8:52 el Metro detiene su marcha en estación San Lázaro. Ahí el avance se estanca: los trenes se quedan parados durante cuatro minutos sin que alguna autoridad notifique, mediante labores de perifoneo, las razones de la interrupción en el servicio. A las 8:56 se reanuda el servicio, con los vagones completamente apilados de usuarios.
El Metro vuelve a detener su marcha en Candelaria y, finalmente, tras 37 minutos de abordar el convoy en la estación Pantitlán, el tren llega a Isabel la Católica, donde todos los usuarios deben forzosamente descender.
La confusión y el caos reinan en los primeros nueve días de funcionamiento del primer tramo de la L1 del Metro. Aunque en Isabel la Católica, personal de la Secretaría de Movilidad, realiza labores informativas sobre el servicio emergente de autobuses RTP, los usuarios manifiestan sosiego sobre la situación de movilidad.
Para continuar el trayecto rumbo a Tacubaya, Observatorio o CETRAM Chapultepec, las personas pueden abordar un autobús RTP sin necesidad de volver a pagar. En Isabel la Católica únicamente se permite el descenso y, si se quiere abordar el Metro con dirección hacia Pantitlán, el ascenso debe ser por la estación Pino Suárez.
Usuarios como Joel, refieren que no entienden bien este nuevo funcionamiento.
-Estoy preguntando ahorita cómo funciona el servicio, es que me dijeron que llegaba a Balderas y ahorita me dicen que llega a Observatorio, está confuso-.
En la fila de autobuses RTP, Álvaro Madrigal, quien es parte de la Semovi, explica cómo opera el servicio.
“Aquí en Isabel la Católica tenemos RTP que van hasta Observatorio, Tacubaya y a Balderas porque seguirá funcionando el Metro hasta el próximo jueves, es por eso que la gran mayoría descienden en Balderas, que son dos estaciones en RTP, y continúa su viaje en el Metro”.
A pesar de los esfuerzos emprendidos por las autoridades capitalinas para orientar a los usuarios, las nuevas reglas de operación para los usuarios en la L1 del Metro no son claras. El equipo de La Silla Rota constató que, en estaciones como Salto del Agua, donde tampoco se permite el ascenso de usuarios, no existen labores informativas que indiquen a los usuarios sobre las condiciones de ascenso y descenso. En esta estación únicamente hay dos letreros que indican lo siguiente: “No hay servicio”, “No es entrada”, “Balderas a tres cuadras”.
Será el próximo jueves 9 de noviembre, a partir de las 23:00 horas, cuando el Metro deje de brindar servicio en el tramo Salto del Agua-Observatorio.
VGB