DÍA DE MUERTOS

"Espero a mi mamá": el niño que a diario se aparece en el Panteón San Rafael

El Panteón San Rafael, ubicado en Nicolás Romero, alberga varias historias de ultratumba, según relatas vecinos de la zona

El Panteón de San Rafael que se encuentra en la colonia Vicente Guerrero, a unos 5 kilómetros de San Pedro, la cabecera municipal de Nicolás Romero.
El hecho.El Panteón de San Rafael que se encuentra en la colonia Vicente Guerrero, a unos 5 kilómetros de San Pedro, la cabecera municipal de Nicolás Romero. Créditos: Carlos Medellín
Escrito en METRÓPOLI el

Nicolás Romero, Méx.- Fundado en la época del porfiriato el Panteón de San Rafael que se encuentra en la colonia Vicente Guerrero, a unos 5 kilómetros de San Pedro la cabecera municipal, es el camposanto más antiguo de la zona, del que se cuentan múltiples historias de terror, pero también de gratos recuerdos para los pobladores, ya que fue escenario de la película “El Tesoro de Pacho Villa” en 1954. 

En la película El Tesoro de Pancho Villa, dirigida por Arcady Boytler y musicalizada por Juan S Garrido, que narra la historia de tres mercenarios que roban un cargamento de oro en los Estados Unidos y se dirigen al sur de México, para encontrarse con Pancho Villa quien esconde el tesoro, sale entre algunas secuencias el Panteón San Rafael, en su pasillo central, fachada del ingreso al mismo y paisajes del exterior de esa época. 

Las autoridades municipales, relacionadas con cultura, señalaron que en una de las escenas se aprecia el Panteón San Rafael en su interior y exterior, “Es un orgullo que el cine mexicano se haya fijado en Nicolás Romero hace 68 años para esa película de El Tesoro de Pancho Villa, así como de otras 18 más que han sido filmaron en locaciones de la época en esta misma alcaldía". 

En esta película participaron pobladores de la región como extras como lo narra Dolores Castillo, vecina de la zona quien destacó que su padre, señor Víctor Fidel de la Luz Romero, nativo de San Pedro trabajó en esa película como extra, y actualmente él tiene 90 años de edad, pero la sigue recordando con mucho cariño.

Referente a la fundación del panteón, no hay una fecha precisa; sin embargo, se han localizado tumbas que datan de la época del Porfiriato. Según la Monografía Municipal de Nicolás Romero, el 18 de abril de 1898, mediante el Decreto 38, la Legislatura Local determinó que este pueblo que se denominara originalmente Monte Bajo pasara a ser villa y por lo que se le denominó Villa Nicolás Romero hasta que pasó a categoría de Ciudad quedando su nombre Nicolás Romero.  

Pero también del Panteón San Rafael hay muchas historias que han trascendido: los vecinos de la calle la Rosa frente a ese lugar, como Mariana, una joven de 23 años que trabaja en las Bodegas de Atizapán de Zaragoza, refiere que es común que muy noche escuchen ruidos extraños y vean figuras de personas pasearse por la calle que actualmente se encuentra debidamente iluminada. 

“No dudamos que haya gente que se mete al panteón en las noches, se puede entrar por el costado derecho del panteón, donde se cayó la barda y no la han reparado. Hay gente se roba las cruces metálicas, las rejas de las tumbas y hasta revisan los cuerpos para ver si los muertos traen dientes de oro, medallitas, aretes para robarlos”, explicó. 

Ana Karen, amiga y compañera de trabajo de Mariana, refiere que sus familiares a su vez le han contado que alrededor de las 15:00 horas, diariamente en algún lugar del interior del panteón se aparece un niño: “Hay quienes le han preguntado qué hace y el niño dice que espera a su madre, que han visto que una mujer llega más tarde por él y se van caminando para perderse entre las tumbas”.  

Por calle de Las Rosas y detrás de la empresa Hidro Servicios y Salón El Castillo había una casa blanca de tres piezas y un piso en la esquina un pino que con el aire provocaba zumbidos sueves. 

Ricardo Mendoza, tiene hoy 57 años de edad y cuanta que cuando tenía 9 años vivió una experiencia de miedo cerca del Panteón San Rafael en la colonia Vicente Guerrero, en Nicolás Romero, cuando su tío Lino que se dedicaba al traslado de vehículos nuevos de la empresa Ford salió a dejar una unidad nueva a Guanajuato, le pidió se fuera a quedar a acompañar a su tía Pilar, en una casa que rentaban a unas dos cuadras del camposanto.

Con las referencias Ricardo, quien vive en La Colmena, llegó por la tarde-noche a la casa de su tío, una vivienda pintada de blanco que recuerda estaba atrás del taller Hidro Servicios y cerca del Salón El Castillo. “Recuerdo que era una casa de una sola planta con su cocina, baño, sala-comedor y una sola recámara”.  

Al llegar al sitio saludo a su tía y observó el interior de un lado a otro, llamó su atención una cruz metálica colocada en la puerta de la entrada principal. 

La tía Pilar, narró Ricardo, me llamó a la mesa para merendar un vaso de leche y una concha. Luego, la mujer dijo que me quedaría a dormir en un catre, que más tarde sacó de la única recámara que había y lo colocó en la entrada principal, bloqueando la puerta metálica con la cruz metálica.

Continuó diciendo que la mujer vio que observaba con detenimiento la cruz y Pilar expresó: “Es de una caja de difunto, la dueña que nos renta esta casa nos dijo a tu tío y a mí que la quitaron de la caja donde sepultaron a su esposo que falleció hace 15 años”. 

Luego de escuchar eso Ricardo dijo que sintió como los escalofríos recorrieron su cuerpo de pies a cabeza y el miedo se apropió de él y pensó: “¿Yo me quedaré allí a cuidar la puerta a lado de esa cruz de muerto?”. 

Narró entonces: "Ya entrada la noche, sería como las 21:00 horas, con mi pijama encima y el catre colocado bloqueando la puerta de entrada, me dispuse a dormir. El aire provocaba una especie de zumbidos por el árbol que había en la esquina de la casa, un zumbido suave y a veces fuerte causado por el viento. 

“Entre ese zumbido causado por el aire en el árbol, resaltó otro sonido diferente que aún recuerdo me puso los pelos de punta, se escuchaba en la loza de la casa que rascaban, una y otra y otra vez, fue interminable. Mi curiosidad me llevó a levantarme quitar el catre y salir a ver, que con la claridad observé y no había nada en el techo. Debió ser un gato, pensé. Volví a acomodar el catre y nuevamente me cubrí con una cobija, reinició el sonido rascando el techo, y me puse la almohada en la cabeza tapando mis oídos, lo increíble es que seguí escuchando el ruido con más claridad que me impidió dormir, hasta que alrededor de las 5:00 horas me venció el sueño. 

“Tía Pilar, anoche se escuchaba que rascaban en el techo. Y mientras me servía un vaso de leche volteó a verme y me dijo que diario, todas las noches se escuchaba lo mismo, pero ella ya se había acostumbrado. El tío Lino llegó por la tarde y me dijo que si quería me quedara nuevamente. No gracias voy a casa, tengo tarea que hacer. Y me retiré”, describió Ricardo.

MRV