María de los Ángeles Ramírez Guillén es productora de flor de muertos o cempasúchil, desde hace 16 años, en Santiago Tepalcatlapan, Xochimilco. En entrevista con La Silla Rota, reconoce que la pandemia de covid-19 fue difícil de pasar con las ventas, pero la inflación está siendo peor.
Su sembradío está en una zona cerril, a unos 20 minutos a pie del Reclusorio Sur. El terreno está rodeado de piedras y hierba silvestre, por lo que visto desde la calle parece un sitio cualquiera. Al entrar es como abrir una ventana de colores, con un cerro verde al fondo. Ahí están las flores en macetas formadas color naranja, verde-limón y las doradas. Pese al cielo encapotado por la lluvia mañanera, los cempasúchiles deslumbran y parecen sacados de un cuadro de Vincent Van Gogh.
En un invernadero, formados, hay unos blancos y tímidos crisantemos, también usados para honrar a los muertos. En otra fila, aparecen unas arreboladas begonias, tapadas porque son delicadas y ante la presencia del sol pueden dañarse. Además, María ya tiene listas las flores de Nochebuena, a las que sólo les falta ponerse rojas para verse navideñas.
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DE IZTAPALAPA A XOCHIMILCO
Aunque María es originaria de Iztapalapa y no de Xochimilco, como la gran mayoría de los que se dedican a esa actividad en la Ciudad de México, ella se enamoró de las flores desde que trabajó en una empresa que vendía material vegetativo.
“Ahí me involucré más y más hasta que me convertí en productora”, recuerda, sonriente, María, una de las pocas productoras mujeres.
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Este año quiso sembrar más, pero debido a un proyecto para hacer una calle por uno de los terrenos donde siembra, ya no pudo hacerlo. Pero esa no es su principal preocupación, sino que debido a la inflación que implacablemente merma los bolsillos de los mexicanos, los consumidores compren menos producto.
“Este año nos ha pegado más que en pandemia porque el mercado no ha respondido, el poder adquisitivo de la gente no es como en años anteriores”.
El precio de la flor aumentó entre 2 y 3 pesos con respecto al año pasado para quienes son sus compradores, que encargan cientos de flores. Pero María, cuya sonrisa es tan deslumbrante como sus flores, es optimista.
“Tenemos un punto a favor, aquí somos muy pocos productores. No somos como en la parte chinampera que es invernadero tras invernadero. Los que vienen a comprar me encuentran a mí o a los vecinos. La verdad, gracias a Dios alcanzamos a desplazar todo nuestro producto”.
UNA TRADICIÓN
Aunque desde hace 16 años que se dedicó a sembrar las flores, ese ha sido su forma de vida y de ahí obtiene sus recursos económicos, otro motivo para estar orgullosa es que se trata de una tradición mexicana para honrar a los difuntos.
“Es una tradición que tenemos bien arraigada los mexicanos, es de las fiestas más emotivas y es recordar a nuestros muertos”.
Como miles de mexicanos, ella también perdió familiares debido a la pandemia de la covid-19, acabó con la vida de su esposo a finales de 2020 y de su padre, a inicios del 2021.
El dolor del recuerdo provoca que se le quiebre la voz y se le humedezcan los ojos. Pero retoma la conversación y explica que desde que vivía en Iztapalapa, el cempasúchil ya formaba parte de sus tradiciones para recibir a los difuntos que desde el Mictlán se presentan el 1 y 2 de noviembre con los vivos.
“Este sembradío lo trabajaba con mi esposo”, rememora. El recuerdo le vuelve a llenar los ojos de lágrimas.
SIEMBRA DESDE JULIO
El sembradío de María tiene cempasúchiles bombones, los que son casi una esfera de pétalos delgados. También tiene unas más pequeñitas, de pétalos naranja con punta roja. Son los Cremolito, las cuales también se venden muy bien y por las cuales la productora siente un orgullo especial.
Comparte que el proceso de siembra inicia desde el 7 a 10 julio, cuando pone sus semillas en charola. Un mes después hace el trasplante a las macetas, a los bombones les da un pinch –un corte para ayudar al desarrollo de los tallos laterales– y a los Cremolito las desbotona para que sean más robustos y tengan más cuerpo. Desde que se va a la charola a la venta son 3 meses, explica.
“Espero vender toda mi planta, esperemos que la economía en México mejore para seguir comprando planta, que no nos pegue a los productores, en cierta manera la economía en México nos pega, las familias mexicanas pues tienen sus prioridades”.
“Cuando inició la pandemia nos pegó unos dos meses, pero seguimos vendiendo bien. En el 2021 la venta estuvo normal, pero este año después del 14 la venta no ha respondido como años anteriores. Bueno, es una tradición arraigada y creo que sí vamos a vender bien”, reitera su esperanza.
En ocasiones vende en el mercado, pero reconoce que ahí la competencia es muy dura, debido a que invierten más e incluso la siembran desde antes. Ella apuesta a los clientes que a lo largo de estos 16 años ha cultivado. Pese a todo, en la zona es la más avanzada en la zona, afirma.
Después de que termine la temporada de Cempasúchil, viene la Nochebuena y posteriormente siembra Tulipanes para vender para el Día del Amor. También siembra crisantemos, begonias y a veces girasoles. Todo el año produce flores y lo disfruta, concluye sonriente.
De acuerdo con la Secretaría del Medio Ambiente capitalina, este año se producirán 5 millones de macetas de cempasúchil, lo que ayuda a generar empleos, directos e indirectos e incrementa el flujo de dinero en las zonas productivas, lo que beneficia a otros sectores y servicios.