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Migrar para sobrevivir: La travesía de una familia venezolana por una mejor vida

La familia venezolana lleva cinco meses caminando entre la selva, pagando extorsiones en las adunas, ha sufrido frío y hambre pero tiene fe en conseguir asilo en Estados Unidos

Esperan llegar a Estados Unidos.Créditos: Emma Fermín
Escrito en HIDALGO el

Pachuca.— Los últimos cinco meses han sido de incertidumbre, miedo, desesperación y hambre para Carmen, Nicolás, Ana y Joaquín, pero también de ilusión y esperanza por alcanzar una vida mejor. Migrar para sobrevivir ha sido la frase que todos los días se recuerdan para no cesar en su objetivo de llegar a Estados Unidos, dejando todo atrás, sin dinero y sólo con Dios como protector.

Tuvieron que pasar varios años para que el matrimonio de Carmen, de 29 años, y Nicolás, de 43, tomara la decisión de abandonar San Cristóbal, su localidad natal en Venezuela, para emprender una travesía que era tan incierta como anhelada, junto con sus hijos Ana, de 11, y Joaquín, de 9.

Y es que, relata Carmen (sus nombres han sido cambiados a petición de los entrevistados) a La Silla Rota Hidalgo, en Venezuela ya no tenían nada qué hacer ni por qué quedarse. Las expectativas para acceder a mejores condiciones de vida eran prácticamente nulas para ellos y no había futuro para sus hijos.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), casi ocho millones de venezolanos han dejado su país al corte del año pasado. La mayoría lo hace por acceder a una mejor calidad de vida, porque allá simplemente, “no tenemos cómo vivir, y lo más importante, no tenemos cómo comer, no hay trabajo, no hay estabilidad de nada porque no hay luz, no hay agua”.

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Carmen recuerda que hasta hace unos años había escasez de comida, ahora ya no la hay tanto, pero lo que falta es dinero para comprarla. Cinco dólares es el sueldo mensual promedio en Venezuela, aproximadamente, 85 pesos mexicanos al tipo de cambio actual.

Esta madre de 29 años aprieta la botella de agua que una persona le regaló, mientras observa a unos metros a sus hijos y su esposo pidiendo unas monedas a los automovilistas que pasan por la transitada avenida Revolución, cerca del centro de Pachuca.

“Ahorita todo te lo cobran en dólares, el sueldo mensual es de cinco dólares y tan solo el cartón de huevos vale entre 10 y 12 dólares, entonces, lo que uno gana, no alcanza ni para cubrir eso”.

Esa fue la principal razón por la que ella y su esposo decidieron abandonar Venezuela llevándose a sus hijos. Lo vendieron todo para poder costear el largo viaje. Con Dios por delante y unos cuantos dólares en la bolsa emprendieron la travesía.

Colombia fue su primera parada, llegaron hasta Medellín y después hasta Turbo, donde se dieron cuenta que el dinero sí iba a ser importante en este viaje, pues el acceso al muelle estaba en 350 dólares por persona, que supuestamente cubría el acompañamiento hasta la frontera con Panamá.

“Eso para los que lo pagan, nosotros no lo hicimos porque no los teníamos, nos dejaron retenidos en un campamento de Turbo, nos encerraron, porque si no teníamos la plata no podíamos salir, nos estaban pidiendo otros 150 dólares para salir, hasta que nos juntamos varios migrantes y reunimos como 850 dólares y nos dejaron irnos”.

De ahí comenzaron el camino por la selva, donde subieron cuatro montañas, sortearon un suelo fangoso y los peligros de la fauna: escorpiones, serpientes y arañas, todo para llegar al Río de Panamá, donde la cosa se puso todavía más peligrosa.

“De ahí hacía abajo nadie ayuda a nadie. Nos quedamos dos días sin comer. Comienzas a ver muertos, muchos muertos, hay mucha gente que se queda ahí”.

“Los venezolanos somos negocio para otros países”

En Bajo Chiquito, Panamá, había unas canoas que tomaron para llegar a las oficinas de la ONU en aquel país, en la frontera con Costa Rica, donde estuvieron 6 días en un refugio antes de que los trasladaran a un puente internacional en el que supuestamente los venezolanos pueden transitar libremente para llegar a Nicaragua, pero, nuevamente, el dinero era indispensable.

Haciendo un recuento, Carmen recuerda que en casi todas las fronteras por las que cruzaron les pedían grandes montos en dólares para pasar por lugares seguros, dinero que no tenían, por lo que sufrieron arriesgándose el físico y aguantando el hambre.

“Nosotros para todos los países somos un negocio, todo nos lo cobran en dólares”, aseguró. La corrupción fue otro de los problemas con los que se toparon, pero también encontraron apoyo de mucha gente, y así, pidiendo una moneda juntaron para llegar a Honduras y de ahí a Guatemala, donde caminaron kilómetros entre bananeras para pasar cuatro puestos de control, donde otra vez necesitaban dinero para que les permitieran continuar.

Una de las cosas que más se le quedaron grabadas a Carmen fue cuando en Guatemala llegaron a un refugio de la iglesia y el sacerdote encargado no les quiso abrir las puertas, asegurándoles que ese día no estaba en funcionamiento.

“Nos quedamos afuera, estaba lloviendo. Llegó un muchacho más tarde, que era de Honduras, y el padre sí le abrió el refugio para que él se quedara, nunca se me va a olvidar, esa noche fue terrible para mí”.

Su paso por México

Tras cruzar la frontera con México, se toparon con una situación pues en Tuxtla Gutiérrez los llevaron a un refugio donde les preguntaron si aceptarían la ayuda, debían entregar todas sus pertenencias, no podrían salir en 15 días del campamento y les darían un permiso que, les aseguró la funcionaria, no les iba a servir de nada.

Crédito: Emma Fermín

Decidieron no aceptar la ayuda y seguir su camino juntando dinero, pidiendo trabajo y cruzando pueblos y ciudades, pero en el camino se encontraron ángeles, como el señor que los llevó en su transporte durante siete horas hasta Oaxaca, trasladándose posteriormente a Huajuapan, donde consiguieron boletos de autobús a la Ciudad de México.

De Pachuca a Ciudad Juárez

De ahí se trasladaron a Pachuca con la intención de buscar trabajo y reunir dinero para continuar su viaje rumbo a Estados Unidos. Pero encontrar trabajo fue más complicado de lo que creían. Por su condición de migrantes ilegales, los sueldos que les ofrecieron no alcanzaban ni el salario mínimo que hay en México.

Carmen trabajó lavando platos y por dos días le pagaron 60 pesos; Nicolás logró colocarse como albañil, pero le ofrecían sólo 300 a la semana. Por lo que, ante la premura de conseguir dinero para costear su boleto de avión a Ciudad Juárez, pues tienen la cita para pedir asilo y refugio en Estados Unidos a la vuelta de la esquina, decidieron salir a las calles para pedir una moneda y la respuesta de la gente de Pachuca ha sido muy buena, pues no sólo los han apoyado con recursos económicos, sino también con comida, ropa y actos que se llevarán en su corazón.

Crédito: Emma Fermín

El pasado 8 de marzo, la familia venezolana voló desde el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) con destino a Ciudad Juárez, donde esperan que su petición sea aceptada y puedan cruzar la frontera a Estados Unidos para comenzar su nueva vida, sin mirar atrás.

Ellos corrieron con suerte pues la cita la obtuvieron en una semana y al cruzar el peligroso México no se toparon con integrantes del crimen organizado, por lo que Carmen está segura que Dios los ha cuidado durante todo este tiempo y les ha puesto ángeles en el camino.

Sobre si piensan regresar a Venezuela algún día, ella contesta con un rotundo “no, mientras siga ese gobierno y la situación este así, no. Si más adelante cambian las cosas, a lo mejor sí, pero por ahora no”.

sjl