OPINIÓN

Golpes en el Senado: cuando el poder olvida pensar

El poder debe ser ejercido con firmeza, pero también con responsabilidad. Los desacuerdos son parte del juego democrático, pero convertir el Parlamento en un ring debilita la legitimidad de todos | JOSÉ LUIS LIMA GONZÁLEZ

Alejandro Moreno y Gerardo Fernández Noroña
Pelea en el Senado.Alejandro Moreno y Gerardo Fernández NoroñaCréditos: Cuartoscuro
Escrito en HIDALGO el

Lo ocurrido hoy en la Cámara de Senadores no solo es vergonzoso: es profundamente revelador. En plena sesión de la Comisión Permanente, mientras el himno nacional sonaba, Alejandro “Alito” Moreno y Gerardo Fernández Noroña pasaron de un intercambio verbal a una confrontación física que dejó empujones, gritos y un colaborador del Senado derribado. Una escena que, más allá del escándalo inmediato, habla de algo más serio: la erosión del diálogo en la vida pública mexicana.

Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva, no solo representa una voz crítica dentro del oficialismo: también ha sido, con sus excesos y aciertos, uno de los pocos legisladores que mantiene viva la confrontación ideológica en un Congreso a menudo adormecido por los protocolos. Lo que vimos hoy, sin embargo, no fue un debate político duro, sino una reacción violenta que jamás debió llegar a ese punto. Pero vale preguntarse: ¿quién empuja primero cuando lo que se busca no es el diálogo, sino la provocación sistemática?

Alito Moreno, dirigente del PRI, se acercó de manera confrontativa, sin turno, y en medio de los honores a la bandera, exigiendo el uso de la palabra. La respuesta airada de Noroña, “no me toques”, no justifica el forcejeo posterior, pero sí pone en evidencia el nivel de tensión que se cultiva cuando la política deja de ser un espacio de ideas y se convierte en una arena de egos.

La política se degrada

Apoyar el fondo de lo que Noroña representa, una izquierda incómoda, disruptiva, con raíces en las causas sociales, no implica justificar el desbordamiento físico, pero sí reconocer que su voz en el Congreso ha sido necesaria. El problema es que si todos los actores políticos, oficialistas u opositores, responden con furia en vez de argumento, la política se degrada. Y con ella, la posibilidad de construir un país desde las diferencias.

Hoy más que nunca, México necesita voces fuertes, pero también cabezas frías. El poder debe ser ejercido con firmeza, pero también con responsabilidad. Los desacuerdos son parte del juego democrático, pero convertir el Parlamento en un ring debilita la legitimidad de todos. No es cobardía pedir respeto. Es coraje mantener la calma cuando se es provocado.

Política es convencer

La política no consiste en vencer, sino en convencer. Y para convencer, primero hay que escuchar. ¿Serán capaces nuestros líderes de recuperar el valor de la palabra sobre el impulso, del argumento sobre el golpe? Porque si no pueden hablar entre ellos, ¿cómo podemos esperar que hablen con el país?

José Luis Lima González, columnista de LSR Hidalgo. X: @pplimaa