Mientras gobiernos, empresas y universidades debaten sobre los dilemas éticos de la inteligencia artificial, una realidad más incómoda se acumula, literalmente, a las orillas del mar Caribe: toneladas de sargazo que año con año afectan ecosistemas, economías locales y la imagen turística de México. La paradoja es brutal. Hablamos con entusiasmo sobre algoritmos que predicen elecciones y automatizan industrias, pero seguimos sin resolver un fenómeno ecológico que ocurre a simple vista. ¿Y si el futuro también dependiera de lo que hacemos con los residuos del presente?
El sargazo no es solo un problema ambiental, es un espejo de nuestras contradicciones. La temporada 2024 fue una de las más severas: más de 60 mil toneladas recolectadas en costas mexicanas, según datos de la Secretaría de Marina. Aunque el discurso oficial habla de esfuerzos interinstitucionales y coordinación con hoteleros, lo cierto es que la mayoría de ese material termina siendo enterrado, quemado o abandonado. Una cadena de desperdicio disfrazada de solución temporal.
Prototipos para transformar el sargazo
Y, sin embargo, ahí mismo podría estar la semilla de un cambio de paradigma. Investigadores del Tecnológico de Monterrey y de centros europeos han comenzado a desarrollar prototipos para transformar el sargazo en biocombustible, empaques biodegradables e incluso materiales de construcción. La lógica es simple: si el mar nos lanza un excedente biológico, ¿por qué no convertirlo en valor económico con lógica de economía circular? La IA, que se presenta como la herramienta para gestionar lo complejo, podría jugar un papel clave en esa transición: optimizar recolección, clasificar materia orgánica, predecir acumulaciones o modelar cadenas productivas sostenibles. Pero para eso, primero hay que mirar el sargazo como oportunidad y no como molestia.
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El problema no es la falta de ideas, sino la ausencia de política pública con visión. Mientras la conversación globales sobre inteligencia artificial gira en torno al acceso a los datos, los sesgos algorítmicos y el control de las grandes plataformas, México tiene la oportunidad de incorporar la IA a problemas concretos como el tratamiento del sargazo. ¿Por qué no aplicar tecnologías de machine learning al monitoreo marino o a la optimización de cadenas de reciclaje orgánico? ¿Por qué no impulsar startups ambientales con base científica y financiamiento público?
Uso de la IA
El poder no solo está en Silicon Valley. Está también en la capacidad de un país para decidir qué problemas convierte en prioridad. La IA está cambiando el poder porque redefine qué sectores crecen, qué empleos desaparecen y qué conocimientos se vuelven relevantes. Si México quiere participar en esa reconfiguración, tiene que unir tecnología con propósito. Convertir una amenaza ecológica en innovación productiva no es solo un acto de supervivencia económica: es una declaración de futuro.
¿Seremos capaces de construir una inteligencia artificial que no solo nos diga qué hacer con el mundo, sino que también lo limpie?
José Luis Lima González, columnista de LSR Hidalgo. X: @pplimaa
