Pachuca.- El olor a bolillo, incienso y algunos perfumes dieron la bienvenida a la iglesia de San Antonio Padua, este Jueves Santo, cuando se realizó el Lavatorio de Pies y la Última Cena, que son parte de las creencias de la iglesia católica.
Las abuelitas prepararon sus libros de oraciones y cantos para la alabanza en sus bolsas, aunque la mayoría de las de enfrente no requirió consultarlos. Pero ellas, no fueron las únicas asistentes, también asistieron niños, niñas, adultos y adolescentes de las comunidades y fraccionamientos aledaños a San Antonio el Desmonte.
El padre aún no llegaba y la organizadora ya había ensayado la entrada con acólitos, coro y el grupo de personas involucradas en el servicio de este Jueves Santo.
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Algunos representaron a los apóstoles y otros apoyaron con su voz para leer las lecturas.
Antes del inicio del ritual católico, algunos asistentes jugaban con el celular, otros leían libros, otros platicaban y la mayoría volteaba de un lado a otro esperando que iniciara el evento.
Las campanas de la iglesia comenzaron a llamar al silencio y el olor a incienso se hizo más intenso para las 5:59 de la tarde y las bancas de madera comenzaron a rechinar de alivio cuando las personas se levantaron para recibir a la procesión.
Tras recibir al padre y a los apóstoles, las 18 hileras de asientos se llenaron y comenzaron las lecturas. Alrededor de 270 personas siguieron el salmo "gracias señor por tu sangre que nos lava" y escucharon la explicación del Santo evangelio según San Juan que dio el padre.
En segundo plano, se escuchó el llanto de bebés que se convertía en risas de vez en cuando, quienes ajenos a la celebración pedían la atención de sus papás. Entre los asistentes había ojos abiertos y otros cerrados en modo de reflexión o cansancio.
Mientras se realizó la eucaristía, los acólitos y acólitas se empeñaban en sus tareas de ayuda. La niña encargada del incienso se esforzó porque incensario se moviera lo suficiente y el olor se distribuyera en el altar.
Los participantes se prepararon para ir vestidos con colores similares: la ropa de los lectores era de varios tonos de café; y aquellos que estuvieron en contacto con objetos sagrados para la iglesia católica, iban vestidos de blanco.
El lavatorio de pies
Doce personas, entre adultos, adolescentes y ancianos que actuaron como los apóstoles. Quienes se prepararon con pantalón negro, playeras blancas y sandalias para el momento en el que el padre les lavó los pies con agua como muestra de la importancia de servir a los demás.
Esta representación es catalogada como un acto de servicio y humildad que Jesús realizó con sus discípulos en la Última Cena, según la iglesia católica.
Fueron alrededor de 10 minutos en los que el padre quitó el zapato del apóstol en turno, vertió agua en el pie, secó y se levantó para continuar con la siguiente persona.
"Un mandamiento nuevo nos da el señor, que nos amemos todos como él nos amó", cantó la iglesia durante el acto.
Después de este ritual, continuó el diezmo y las canastas con pan comenzaron a formarse al fondo en el pasillo central de la iglesia para ser bendecidas.
Siguió la paz del señor y las bancas se vaciaron cuando el padre llamó a los creyentes a participar en la última cena, a través de la toma de la ostia.
Los acólitos recogieron y dejaron recipientes en el altar con la dirección del padre.
Al finalizar la celebración, personas del grupo de oración repartieron los bolillos benditos en las canastas, ofrendas que se dan para el ayuno de los creyentes, quienes acompañarán a Jesucristo en su agonía y solo podrán tomar agua hasta mañana.
La adoración del santísimo con cantos, rezos y rosarios está programada hasta la medianoche en la iglesia de San Antonio Padua.
sjl
