Pachuca.- Ivet y Ángel contrajeron matrimonio este viernes 28 de abril de 2023 dentro del Centro de Reinserción Social (Cereso) de Pachuca. Se prometieron amarse, quererse y respetarse frente al juez del municipio de Pachuca, quien llegó un poco retrasado y con prisa.
Vestida de blanco y con un ramo de flores, acompañada de su mamá, su suegra y sus cuñadas, Ivet llegó al penal cerca de las 11:00 de la mañana para decir sí a Ángel, su esposo y salió pasadas las tres de la tarde.
Ivet es de Tula y Ángel es de Tizayuca, ambos municipios de Hidalgo; conoció a Ángel gracias a una amiga de ella. La amiga de Ivet visitaba a su esposo que se encuentra recluido en el Cereso de Pachuca, Ángel es amigo del esposo de su amiga, ella le habló de Ivet a Ángel y le pasó su número de teléfono para que le llamara.
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La mujer comenzó a responder las llamadas y algunos mensajes desde hace seis meses, y fue hasta hace un mes que comenzó a visitarlo en el penal los jueves, sábado y domingo, que son días de visita.
Ella asegura que se casó por amor, y que su condición de interno no le interesa, porque es como cuando se lee un libro “no se puede juzgar por su portada”.
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Ángel lleva cuatro años en el Cereso de Pachuca acusado de robo y asalto agravado a transporte público; pero su madre afirma que él es inocente, que el día de los hechos, su hijo salió por unas espumas, en el camino encontró a quienes se supone eran sus amigos y le pidieron un raite, no se les negó, pero resultó que ellos habían cometido el ilícito y los agarraron a todos juntos sin saber que Ángel no había participado de manera directa en el robo y asalto.
Una vez que salga del penal, Ivet pretende hacer una familia con sus dos hijos, una niña de cuatro años y un niño de 10 años.
Cuando le pidió matrimonio, ella pensó que era una broma, pues está consciente de la diferencia de edades, ya que ella tiene 26 y él 22; dejó pasar la propuesta, pero posteriormente, le volvió a decir que se casaran y ella aceptó gustosa.
Ivet dejó el empleo en el que se desarrollaba como pailera (soldadora), y se fue a vivir a la casa de su suegra mientras sale su esposo de la cárcel. Ella asegura que tienen muchas cosas en común, tales como la forma de vestir, de pensar e incluso en el gusto musical.
Para cubrir los gastos familiares, Ángel trabaja en la carpintería dentro del penal, hace muebles y cuadros de madera que comercializa ahí mismo.
Al salir del penal, Ivet se dirige a la casa de su suegra con la esperanza de que pronto Ángel salga de la cárcel y puedan vivir juntos, mientras continuarán las llamadas en la mañana y en la noche para platicar acerca de cómo estuvo su día, qué comieron y “si ya se bañaron”. Ella reconoce que él la cela mucho, pero piensa que es por el lugar en que está.
La suegra de Ivet pide a Dios que los bendiga y los acompañe, y asegura que los apoya, pues ya es decisión de ellos.
sjl