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Enfermo y rechazado por su familia, así es la vida de Héctor al salir de la cárcel; estuvo preso 22 años

El adulto mayor pudo haber pasado prácticamente el resto de su vida al interior de la cárcel, pero por buena conducta que presentó salió 12 años antes

Héctor entró la prisión cuando tenía 51 años de edad y cuando salió poseía 73
Héctor entró la prisión cuando tenía 51 años de edad y cuando salió poseía 73Créditos: Especial y Cristian Estefes
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HIDALGO.- Héctor es ya un adulto mayor que hace apenas unos meses salió de prisión tras haber purgado una larga sentencia por un delito que dice, le llegó de manera sorpresiva y sin sustento judicial; afuera, esperaba un cálido recibimiento de su familia y poder tener una vida plena el tiempo que le queda, pero en su lugar sufre rechazo y padece graves enfermedades que han deteriorado su salud considerablemente.

Aunque en contraste con lo anterior, el hombre se dice de cierta manera afortunado y hasta optimista, ya que pudo haber pasado prácticamente el resto de su vida y hasta haber muerto mientras se encontraba recluido en la cárcel que le fue asignada en su juicio, localizada a propósito en la parte sureste de Tulancingo, pero por la buena conducta que presentó y se concentró a mantener intacta pudo salir 11 años antes.

Héctor entró la prisión cuando tenía 51 años de edad y cuando salió poseía 73  / Imagen ilustrativa: especial

Es decir, solo cumplió con 22 años de la pena que le fijó un juez, pues en entrevista explicó que adentro existe una especie de programa o modelo en el que por cada dos años que se muestre cooperación hacia las reglas e instrucciones del personal de seguridad, así como de respeto hacia otros compañeros reclusos se descontará una anualidad y al enterarse se fijó como meta poder salir antes de tiempo.

No obstante, Héctor acepta que enfrentó retos y desafíos adentro en prisión, mismos a los que con constancia pudo hacerles frente y en parte se debió a la edad a la que ingresó, lo que le valió para adquirir conocimientos con los que pudo planear un futuro afuera, pero esos planes se perdieron prácticamente desde sus primeros días ya en libertad y la incertidumbre volvió, a la que se sumó la enfermedad y la edad.

Un delito con matices

Héctor fue sentenciado a 32 años y cuatro meses por el delito de violación, del que explica tiene distintos matices, pues ocurrió cuando ya estaba divorciado y vivía solo en la ciudad de Tulancingo, donde trabajaba en la central de abastos e hizo un acuerdo con los locatarios que al no poder darle más salario, estos iban a darle merma de su producto y entre ello había dulces que cargaba hasta casa.

Al caminar, los niños se le acercaban y al no saber qué hacer con tantas piezas les daba, pero en un día de esos, ocurrió el robo de una bolsa de dinero que se supo fue cometido por una niña, lo que escaló cuando la madre de la menor acusó al hombre de violación y esta supuestamente pudo reunir a tres víctimas más quienes denunciaron y el Ministerio Público (MP) fue hasta la casa del señalado.

El delito por el que fue sentenciado fue violación, pero asegura ser inocente / Imagen ilustrativa: especial

Las autoridades ni si quiera permitieron que el señalado cerrara su casa y lo llevaron hasta el MP, donde le dijeron que no había problemas, pues médicos legistas asentaron con estudios que no había signos de abusos y para salir debía firmar un papel, pero no quiso, ante lo cual al día siguiente volvió a ser arrestado y ahora sí sometido a juicio en el que no pudo saber más de las acusadoras por su corta edad, eso le dijeron.

"Ese fue otro de mis errores (no firmar el papel), a lo mejor si les firmara ya no hubiera habido problemas, pero me la hicieron válida; luego, nunca volví a ver ni a la niña o sus madres, pero supe que la mamá de la pequeña que robó convenció a las otras mujeres de que me acusaran a cambio de drenaje o calle para la colonia donde llegué, pues estaba asentándose, hasta una señora dijo que su hija estaba bien, pero me sentenciaron.”

 

De 33 años y cuatro meses, solo purgó 22 años por buena conducta / Crédito: Cristian Estefes

El basquetbol lo ayudó a hacer más llevadera la prisión; aprendió distintos oficios

Sin remedio para su situación, pese a gastos de abogados que hizo, lo que le hace creer que quien verdaderamente tiene dinero puede salir libre, Héctor fue recluido en la cárcel de Tulancingo localizada en la Avenida de los Laureles en el fraccionamiento La Morena, debió enfrentar una nueva vida, de la que vuelve a aceptar que los primeros días fueron muy pesados para él, al ser un lugar nuevo y desconocido.

Un problema que fue momentáneo fue ser el “nuevo”, ya que los internos con más experiencia solían aprovecharse de él al pedirle comida o dinero prestado; otra situación fue el encierro, pero recuerda que el basquetbol que practicaba desde joven lo ayudó a hacer más llevadera la vida en prisión, pues era un buen pasatiempo e incluso hasta le sirvió para hacer amistades y ser conocido entre otros deportistas.

Adentro el hombre tuvo problemas, pero el basquetbol que le gustaba practicar hizo llevadera su estancia / Crédito: Cristian Estefes

 

"El penal está dividido en pandillas, aunque bendito sea Dios nunca tuve problemas... Al principio sí, pero como yo aquí (donde soy originario) jugaba un chingo de basquetbol, allá llegué y lo practiqué; eso me ayudó porque me empecé a hacer amigos y como sí jugaba, no era yo muy chingón, pero sí daba la tallaba, empecé a hacer amigos y pues ya me jalaban: ‘Carnalito pa’ allá y carnalito pa’ acá’. Fue lo que más me ayudó, empecé a relacionar y ya me reconocían.”

Aunque no todo fue deporte, pues al saber que por cada dos años de buen comportamiento le quitaban uno a su sentencia, decidió aplicarse, aunque ayudó una profunda reflexión que hizo al fondo del penal, “¿Héctor, qué vas a hacer de tu vida?”, se preguntó y la respuesta que se dio desde lo profundo de su mente fue tratar de sacarle más provecho lo más que pudiera a su entorno y por ello tomó talleres y trabajos.

“Entonces yo agarré el oficio de carpintería por parte del Cecati que manda profesores a dar las clases; tengo reconocimientos de diseños y armado de muebles, pues aprendes a pintar o decorar. Hasta cocina aprendes adentraron, igual a abordar Tenangos. Los títulos son la única forma de demostrar que realmente trabajas y tienes buena conducta, además del deporte, que realmente cuidas tu salud. Al final me bajaron 11 años de los 32 y cuatro meses que tenía.”

 

Aunque no todo fue deporte, pues aprendió varios oficios, entre ellos el de carpintería / Crédito: Cristian Estefes

Afuera enfermó y sufrió rechazo por su familia, Héctor ya no quiere dinero, solo tranquilidad

Conforme se aproximaban los últimos años de su sentencia, el ya adulto mayor en ese entonces sabía que afuera todavía le quedaba una vida por delante pese a su edad, pero sus conocimientos en carpintería y tener su propia herramienta lo animaban, por lo que esperaba con ansias poder salir, pero todo lo que imaginó adentro se desmoronó por partes y actualmente considera que está en desgracia.

Primero, le asignaron la tarea periódica de firmar constantemente y de lo que le quedan 10 meses todavía, pero son gastos que no puede costear; luego, se sumaron problemas familiares con su esposa e hija, a quienes no culpa ni juzga, más bien cree que ellas se acostumbraron completamente a estar solas mientras él purgaba su sentencia y al reintegrarse con ellos no hubo cálido recibimiento, sino reproches.

Al salir de prisión enfrentó nuevos problemas y fue la ruptura familiar, así como enfermedades / Imagen ilustrativa: especial

La ruptura familiar fue haciéndose evidente poco a poco, pero escaló cuando sostuvo una discusión con su única hija y después solo fueron reclamos y rechazo por no trabajar ni aportar dinero y hasta insultos; su orgullo como el jefe de la familia que creó se ve menoscabado al ser dejado fuera de las consultas o decisiones, lo que, tras minutos de charla, posiblemente aguantando, derrama un profundo llanto.

“Justo ahorita andaba caminando y pensando en eso exactamente de que qué voy a hacer, bueno, hay un dicho que me gusta: ‘El hambre me va a tirar, pero el orgullo me va a levantar’ y tengo que tener paciencia, pero lo que quiero es tranquilidad, poder disfrutar estos últimos años que me quedan, ¿porque ya qué hago? Ya no puedo ver y para la carpintería necesitas tu vista por las medidas, pero estoy enfermo, tengo una sonda para orinar y diabetes, además de 73 años… Estoy pensando en irme de mi casa.”

 

A sus 73 años de edad, Héctor sabe que ya no podrá hacer un patrimonio o dinero, por lo que solo quiere tranquilidad / Crédito: Cristian Estefes

 

cem