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José Ramírez, el artista que transforma la chatarra en esculturas únicas

Originario del Estado de México y avecindado en Acaxochitlán, José Ramírez convirtió los desechos metálicos en una forma de vida: crea esculturas únicas a partir de chatarra y ha llevado su trabajo de las calles y talleres a exposiciones regionales

José ha expuesto en casas de cultura de Huasca y Otumba
Arte.José ha expuesto en casas de cultura de Huasca y OtumbaCréditos: Jessica Manilla
Escrito en HIDALGO el

Tulancingo.— Lo que comenzó como un pasatiempo se convirtió en un modo de vida y en una propuesta artística. José Ramírez es originario del Estado de México, pero tiene raíces en Acaxochitlán, Hidalgo. Encontró en objetos olvidados o desechados, un universo en el que el metal cobra vida.

José Ramírez comparte que desde su adolescencia radicó en Acaxochitlán, de donde es originaria su madre. “Nací en el Estado de México, pero nos trajeron nuevamente a Hidalgo y mi acercamiento con el material reciclado llegó de la mano del trabajo, porque desde muy joven laboré en talleres de torno, PET, reciclaje”.

Entre herramientas y montones de piezas metálicas, inició la curiosidad por reutilizar, desde otra perspectiva, lo que para muchos es basura, llevando la creatividad a otro nivel.

“En alguna ocasión me reglaron una bolsa con baleros y armé una motocicleta en miniatura, así inició mi hobby, porque yo me veía en el sistema: poner mi taller, hacerme patrón, trabajar como mis compañeros, pero la vida me dio la voltereta”, dijo.

Crédito: Emily Morales

Su esposa fue quien lo animó a tomar más en serio ese pasatiempo debido a que demostraba talento, paciencia y creatividad. “Échale ganas”, le insistía. Ese impulso lo llevó a construir un estilo propio y, con el tiempo, a entender que su vocación no solo estaba en los talleres, sino también en crear arte a partir del metal.

Explorar el metal, descubrir el arte

José admite que no conocía el arte, ni en la teoría ni en la práctica. Todo fue experimentación. Primero realizó figuras pequeñas: motos, aviones, animales, pero cada nuevo material que encontraba entre los montones de chatarra le sugería posibilidades distintas.

“Empiezo a ver más chatarra y pensar que se puede dar otras formas: hacer un rostro, un caballo, una cara”, describe. Esa búsqueda lo llevó a crear piezas más complejas: burros, tlachiqueros, perros e incluso un robot, quizá su creación más llamativa.

Ese robot, al que llama “El Grande”, es más que una obra de arte: es su ayudante, explica. Lo ha ido mecanizando poco a poco: mueve la cabeza, tiene ojos que prenden y, como él mismo dice con orgullo, “espanta a la gente y da toques”.

Crédito: Emily Morales

“Llegué a la conclusión de que el arte ya no debe ser aburrido”, afirma. Su propósito es transformar la percepción tradicional del arte y demostrar que incluso la chatarra puede tener alma, humor y movimiento.

La trayectoria de José tomó un giro inesperado gracias a su hija, quien en una actividad escolar expuso que su papá era artista, después recibió una invitación para que expusiera su trabajo.

Crédito: Emily Morales

“Desde ese momento vinieron invitaciones para participar en actividades en Huasca, hace cuatro años fue mi primera exposición formal en la Casa de Cultura; más tarde me llamaron de Otumba, Estado de México, para la Feria Nacional del Burro, y también para mostrar mi obra en Tulancingo”.

Asegura que esas oportunidades lo han llevado a preparase y conocer sobre otros proceso creativos y artísticos para que su arte se vuelva sustentable. “Cada ocho días me encuentran a orilla de carretera, cerca del Cobaeh, a tres minutos del centro del pueblo mágico, ahí exponemos y vendemos piezas”.

Crédito: Emily Morales

El origen de su inspiración

En las cubetas llenas de piezas metálicas, ahí nacen sus obras. No hay moldes, su proceso es intuitivo. “Volteo las cubetas con chatarra y comienzo a seleccionar. De ahí nace la pieza”, detalla que a veces se inspira en fotografías, películas o algo visual, pero sabe que nunca quedará igual: la chatarra manda, la forma emerge, no se impone.

Crédito: Emily Morales

El valor del trabajo hecho a mano

Por mucho tiempo, José regaló su trabajo, comparte que nadie le había explicado que su hobby tenía valor artístico y económico. “En Casa de Cultura me dijeron que mi trabajo puede ser remunerado. Ahí comencé a perfeccionar y a cobrar por lo que elaboro”.

Crédito: Emily Morales

Hoy sus piezas van desde 80 hasta 350 pesos, dependiendo del tamaño y del tiempo invertido. Algunas obras requieren días, otras semanas, y las más complejas pueden tomar meses, sin embargo, recalca que cada creación es única, no solo por la técnica sino por la naturaleza misma de la chatarra: “Podré tener los mismos elementos y seguir los pasos, pero no queda igual. La chatarra es un mundo que hay que descubrir”.

Crédito: Emily Morales

Entre engranes, tuercas y trozos de metal, José ha creado no solo esculturas, sino una forma de vida. Una forma de decir que el arte puede surgir en cualquier parte, incluso en un taller de torno y que el reciclaje puede ser un medio creativo y narrar historias.

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