Santiago de Anaya.— “Exigimos justicia para el angelito Adriel, qué no haya impunidad, ni corrupción”, fue el clamor de compañeros de la escuela, de vecinos, pero sobre todo de la familia de Adriel, un pequeño de 11 años que el 7 de marzo de 2024 acudió a la escuela primaria Benito Juárez de la comunidad Xitzo, Santiago de Anaya, sin saber que ese día comenzaría su agonía, que terminaría siete días después con su sepelio, este 14 de marzo.
Este jueves, a ocho días de que dos compañeros lo golpearon y lo enviaron al hospital -según la versión del padre- le dieron el adiós del plano terrenal, con la confianza que él va a un mejor lugar, y con la esperanza de encontrar justicia y eco a su reclamo.
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Desde muy temprano en la casa de Adriel se ofició una misa a la que acompañaron vecinos, amigos, familiares y conocidos; el sacerdote mencionaba que Adriel no estaba muerto, ni había perdido la vida, simplemente fue llamado a la presencia de Dios.
El cuerpo de Adriel fue traslado al panteón municipal en Santiago de Anaya, hubo dos paradas, primero en la casa de su abuelita donde jugaba y luego en la casa que acaba de construir su padre y donde pronto la familia se iría a vivir.
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Previo a echar la tierra encima del ataúd, su padre acusó a las autoridades educativas de ser omisas y comentó que su hijo no murió de causas naturales ni de una caída como lo había dicho la SEPH, sino que dos niños lo golpearon de tal forma que le ocasionaron un derrame cerebral, coágulos en el estómago y una fractura de clavícula.
El director -dijo el padre- en lugar de llamar al 911 o llevarlo de emergencia a un hospital, lo llevó a su casa y sin mayor explicación dijo que se los dejaba, que le recomendaba tomarle una placa en el brazo y que luego le dijeran qué pasaba, se dio la vuelta y se fue.
Odeb -el padre de Adriel- no se explica cómo es que su hijo perdió la vida luego de haber ido a la escuela, un espacio en el que se supone debía estar a salvo y cuidado. Culpa a la maestra por no estar pendiente de lo que ocurrió, así como al director por ocultar los verdaderos hechos, además de que hay versiones que aseguran que al subirlo a su vehículo para llevarlo con sus papás lo empujó fuertemente.
En el panteón muchas personas hacían fila para acercarse al ataúd de Adriel y darle el último adiós. Entre el cortejo se leían cartulinas blancas con la leyenda “Exigimos justicia”, pues para nadie es verosímil que se haya caído, como lo ha dicho la Secretaría de Educación Pública de Hidalgo.
Adriel fue despedido entre aplausos, porras, la canción de “Descansa mi amor”, que le dedicó su padre de la autoría de Alfredo Ríos, El Komander, al pie de su tumba, así como la de “El amigo que se fue”, de Intocable, que le dedicaron sus compañeros de escuela, y la promesa que hizo su padre de que buscará justicia por su muerte y la de su abuela que cuidará de su perrito Woody.
Se ha quedado en su última morada, lo acompaña un balón de futbol, muchas flores y la cartulina blanca con la leyenda “Exigimos justicia para Adriel”.
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