Pachuca.— Magno Bautista Juárez es un cafeticultor de Calnali, forma parte de la quinta generación de la cooperativa Café Calnali de la Sierra Alta de Hidalgo, marca que obtuvo una certificación desde el año 1992.
Magno comparte que su padre, su abuelo, su bisabuelo fueron productores de café en Calnali, pero la tradición familiar termina con él, sus hijos son profesionistas y no les interesa el campo, él dice que “las nuevas generaciones ya no le quieren entrar al campo”.
El hombre, de aproximadamente unos 60 años, justifica que es un trabajo pesado el que se hace en el campo, que comienza desde muy temprano y termina hasta muy tarde, dependiendo del proceso, deben estar en el cafetal o en la finca, ya sea en labores de limpieza o de cosecha si la situación se pone crítica y llueve en temporada de cosecha se debe recoger el café porque si no se cae y se fermenta.
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En la cooperativa que integran 47 socios, además de producir café, también hacen caña para piloncillo, azúcar mascabado, aguardiente y licores.
“Básicamente nosotros nos dedicamos a hacer germinar el grano de café, lo liberamos, ya que están en un promedio de 6 a 7 meses lo llevamos a la finca y empezamos a cultivarlo en un promedio de tres años; a una altura promedio de mil 200 metros sobre el nivel del mar en la Sierra Alta de Hidalgo. Hoy en día, ha habido más cambios de genética en la planta, pero nosotros estamos metiendo variedades que sean resistentes a las plagas y a las condiciones climatológicas para seguir permaneciendo en el mercado como productores de café”, dijo.
Magno recuerda que cuando era niño participaba en la producción del café, pero era diferente, ya que con el paso de los años el proceso ha sido más fácil con el uso de la tecnología, pues antes era más artesanal.
“Hoy ya se le mete más tecnología, ya se usan beneficios húmedos, ecológicos para acelerar el proceso y sacar café en pergaminos. Ha cambiado el proceso para la producción porque hoy se utiliza más tecnología, antes se hacía más de manera artesanal y hoy ya hay despulpadoras, morteadoras, lavadores y hemos invertido en equipo para ya tener café en taza, se compraron máquinas cafeteras exprés, máquinas de granito para que no haya ningún eslabón perdido en la producción del café”, mencionó.
El productor menciona que la cafeticultura es una actividad muy agradable, pero en el caso de la Sierra Alta se complica por la falta de caminos y el café se debe sembrar en lo alto, los caminos a los cafetales son de ascenso y no entran autos, por tanto, para la producción del aromático todavía se utilizan mulas.
“Hoy en día las nuevas generaciones ya no se quieren meter a la producción de café y es muy complicado; yo tengo hijos, pero son profesionistas y para nada se meten en el con el café. Básicamente las nuevas generaciones ya no le quieren entrar al campo”, expresó.
Para que una persona pueda degustar una taza de café, antes tuvo que pasar por el proceso de germinación del grano, liberarlo, dejarlo en el vivero entre dos o tres años promedio y cuando ya se empiezan a generar los nuevos granos de café está listo para la siguiente etapa.
Magno reconoce que el café sí ha sido un buen negocio, sobre todo porque forma parte de los productos del campo que se consumen a nivel mundial, pero hace hincapié en que la gran problemática que sigue es que a las familias no les llega toda esa economía, debido a los intermediarios; en el caso de la cooperativa, considera que han permanecido porque han invertido en equipamiento, pero la mayoría de productores sólo se queda en grano verde o bola y lo venden a los intermediarios y así los granos hidalguenses terminan siendo vendidos por grandes compañías transnacionales.
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